sábado, 10 de enero de 2009

Sombra aquí, sombra allá...

No me mires, no me mires, déjalo ya, que no me he puesto el maquillaje, je-je-je... Hoy día, a base de rimel, colorete y corrector de ojeras se pueden hacer casi milagros, transformando al mismísimo Frankenstein en un apolíneo mozalbete y a la bruja de Blancanieves en una top-model que triunfe en las mejores pasarelas de todo el orbe. La cosmética, ese arte que no fue inventado por un tal Cosme como creen algunos, triunfa en todos los ámbitos, y también ha llegado al masculino.

Muchos ya gustan de aplicarse los maravillosos fluidos masculinos disponibles en el comercio, aun a riesgo de ser tachados de metrosexuales porque aquello del hombre y el oso ya pasó a la historia. Un servidor, para no ser menos, también ha probado alguno de esos taumatúrgicos afeites, pero sigue sin gustarme el embadurnarme la epidermis de crema y sigo siendo de aquellos que opinan que la mona siempre será mona, aunque de seda se vista .

Los políticos no son ajenos a estas maravillas del fashion-art. Primero fue el Photoshop, herramienta virtual que ha permitido convertir rostros crispados en amables sonrisas, eliminar barrillos e impurezas faciales y quitar esos michelines que afean la figura del prócer para darle un aire juvenil y desenfadado, amante del deporte y del aire libre,. Una imagen que se vende muy bien entre la juventud, siempre recelosa de encorsetados clichés de chaqueta y corbata que pueden resultar exitosos entre las damas de buena sociedad, pero espantan a los adolescentes y a aquellos que no solemos gastar vestimentas impecables y sólo usamos del traje para asistir a bodas, bautizos y comuniones….o a entierros y funerales, actos éstos bastante menos agradables que los anteriores. Ahora, además del maquillaje virtual, algunos prebostes usan productos de belleza que disimulen las imperfecciones de la faz, bien porque su rostro no es muy agraciado, bien porque el peso de la púrpura va dejando huellas en el rostro y en la piel, y es de suponer que también en la conciencia, aunque algunos se encargan bastante bien de encubrirlas.

Según cuentan —y es bastante evidente a veces si se le observa en la tele, o al menos eso parece— ZP es aficionado a los potingues para embellecerse el cutis, y a veces se pasa y le sobran polvos (con perdón).

Aquí

Como todo se pega menos la hermosura, el que se maquilla en exceso tenderá a hacerlo en todas las situaciones. Sólo de esta manera puede explicarse que los batasunos aparecieran un tiempo como hombres de paz —aunque son muy feos y la costra les asomó en seguida—, los separatistas como firmes aliados desinteresados para la gobernabilidad del Estado y la situación económica como inmejorable. Pero el maquillaje se desgasta con el tiempo y cada uno vuelve a ser como es en realidad.

Ahora se maquillan no sólos los rostros, sino también unas cifras económicas y logros que nunca lo fueron; el caso es vender lo que es invendible. Mas desengañémosnos: Frankestein siempre será un monstruo, y la bruja la mala de los cuentos, por mucho que se disfracen.

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