miércoles, 13 de julio de 2011

La berenjena futbolística



Una asociación republicana ha creado una camiseta para la Selección…para la hipotética selección republicana de fútbol. De este modo, ya los previsores pueden tener en su ajuar el atuendo adecuado para echar un partidito en tiempos venideros si se da la vuelta a la tortilla. La zamarra en cuestión es bastante poco agraciada y recuerda a una especie de chándal bolivariano; asimismo incorpora una estrella roja en el escudo pero no es nada prosoviético, aunque lo parezca, sino el símbolo de campeones del mundo.


Vuelven a olvidarse de que estos colores no son los de la República, sino la de un régimen republicano que duró ocho años y que constituye uno de los momentos más trágicos y funestos de la Historia de España. Durante la primera República, la bandera era la misma de ahora pero eso no se cuenta en los círculos izquierdistas más radicales porque se les caerían los palos del sombrajo a más de alguno.


No teníamos bastante con el “moderno” y necio mote de “la Roja” —aunque es evidente que va con segundas— para ahora encontrarnos con este amasijo cromático que vestirían los futbolistas a modo de modernos nazarenos laicos; la única duda es cómo se llamaría al combinado nacional que vistiera aquesta T-shirt (que dirían los cursis). Quizás, la “rojimorada”, quizás la “berenjena” e incluso quizás la “permanganata”. La causa de esta última y pintoresca denominación se debe al permanganato potásico (MnO4K), un producto moradísimo que lo mancha y lo pone todo perdido aunque tiene sus virtudes, pues antiguamente se usaba sobre el genital instrumento en lavajes para prevenir las enfermedades propias del fistro sexual cuando éste se usa fuera de casa y en lugares donde no se debería usar si no se quiere tener una bronca con la parienta que resultaría asaz turbulenta.


En fin, Serafín que no parece que vayan a vender muchas pero ahí está la cosa y ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito. Lo que sí van a conseguir un día de estos es que un servidor se vuelva monárquico, que mira que es difícil, oye. Claro que cosas más raras se han visto.

lunes, 11 de julio de 2011

Audiencias y licencias

Con la llegada de la TDT a España muchos pensábamos que ello supondría una mayor oferta informativa y, por tanto, un mayor pluralismo que contrarrestara el enorme peso mediático que ostentaba el poder sobre las cadenas existentes. La cruda realidad ha venido a darnos en las narices y a confirmar que el oligopolio existente sigue teniendo la sartén por el mango.

Con el fin de la publicidad en TVE, todo hacía suponer que el enorme pastel publicitario que quedaba libre se repartiría entre el resto, mas no ha sido así. Los anunciantes contratan su publicidad en función de la audiencia y las nuevas emisoras no pueden competir con las grandes cadenas generalistas que, debido a su mayor audiencia, les han dejado poco más que las migajas. El resultado es que más de una emisora ha tenido que cerrar y las demás andan con problemas.

Ahora bien, ¿cómo se mide la audiencia? ¿Es cierto que las grandes cadenas tienen tanta audiencia y las pequeñas tan poca? Pues es bastante discutible. Sólo 4600 ciudadanos (panelistas, en el argot) que tienen en su casa el famoso audímetro son los que deciden; el problema está en que recientemente se han desvelado que hay bastantes trampas. Gente que puntúa programas que no le gustan simplemente para fastidiar a otras cadenas, cadenas que son puntuadas porque un familiar suyo trabaja allí, usuarios que si les gusta el programa ponen que lo están viendo más miembros de la familia que los que realmente están haciéndolo, otros que nunca puntuaron las cadenas de TDT mientras existieron las analógicas porque eran las que veían, etc. Véase un ejemplo (o dos, que diría Mariano) de esta auténtica chapuza:



Es evidente que este sistema deja bastante que desear. Bueno, pues con estos datos tan “fiables” se calcula el share, el rating y otros palabros que deciden donde se pone dinero en publicidad. Hace falta otro sistema, o muchísimos más aparatejos de esos para que los resultados sean veraces (la media aritmética de un conjunto de datos se aproxima al valor verdadero sólo cuando el número de datos es muy grande). Además se impone controlar más a los privilegiados que disponen del cacharro, que ya se ve que pueden hacer de las suyas.

El otro sistema en que se basan los anunciantes es el famoso EGM (Estudio General de Medios) que funciona a base de encuestas y del cual es mejor no hablar, porque ya se citaron hace tiempo sus múltiples fallos.

Se puede llegar entonces a la conclusión de que, a lo mejor, los programas de telebasura no son tan vistos aunque así lo parezca; de hecho, nadie o casi nadie confiesa verlos aunque luego figura lo contrario, si bien puede ser que por vergüenza se nieguen. Y, desgraciadamente, también se puede aventurar que programas buenos pueden ser retirados por un capricho de los dedos panelistas; e incluso se puede llegar más aún: cadenas que han cerrado o pueden estar a punto de echar el cierre tendrían más audiencia de la reflejada con este método y a lo mejor hubieran salido adelante.

El pluralismo se resiente además por otro aspecto que, unido al anterior, impide la existencia de nuevas cadenas estables, como es la concesión de licencias. Constituye un enorme despropósito el que una emisora radiofónica o televisiva necesite una licencia para poder salir al aire, licencia que otorga el poder establecido muchas veces en función de simpatías o afinidades políticas o personales, aunque se diga lo contrario. El día que Libertad Digital, por ejemplo, obtenga una licencia nacional, será el que las ranas críen pelo que no sea el de la ceja ni el de la barba.

Mucho mejor sería que se eliminaran las funestas licencias y quien quiera emitir que emita siempre que la frecuencia esté libre; bastaría un organismo arbitral que cuide este aspecto y que adjudique las frecuencias libres o desalojadas por otras cadenas sin más trámites que los puramente administrativos. Si salen adelante o no, ése ya sería su problema (con el permiso de los aparatitos, claro).

De este modo, entre la dictadura de las audiencias y el despropósito de las licencias, es muy posible que la completa libertad de expresión en España sea una quimera. ¿Harán algo los políticos para solucionar esto? Evidentemente, es una pregunta retórica.

sábado, 9 de julio de 2011

El idealismo en la poesía de la guerra Civil (y II)


El soneto que ilustra esta segunda entrega es aquel que dedicó Dionisio Ridruejo a Franco tras sus victorias en el frente del Ebro.


Del Hacho al Pirineo has avanzado,


vega de espadas, despertando el brío,


y ya rige tu fuerte señorío,


del Océano al mar, tierra y Estado.



En su gloria de alcázar restaurado,


campamento guerrero en sol y frío,


quiere otra vez al Orbe por navío


tu solar de Castilla asegurado.



Padre de Paz en armas, tu bravura


ya en occidente extrema la sorpresa,


en levante dilata la hermosura,



al norte es muro y en el sur empresa,


mientras reclama toda su aventura


el pueblo que acompaña tu promesa.



Como en el caso anterior no se va a tratar el personaje al que se dedica la poesía sino ésta en sí y lo que de ella se traduce.


Puede comprobarse como el idealismo que conduce al fervor por el líder y señala sus méritos excepcionales es muy similar a la de Machado; quizás aquí sea incluso más auténtico pues, a diferencia de éste (ya se ha explicado en el artículo anterior), Ridruejo no temía depuraciones de ningún tipo. Posteriormente se enfrentó a Franco y fue condenado a destierro y a prisión en varias ocasiones.


Frente al concepto de “lucha santa” tan aparentemente contradictorio que se establece en el soneto a Líster, no aparece en éste ninguna referencia a la religión ni a Dios, lo que no deja de ser insólito teniendo en cuenta las características del régimen nacido el 18 de Julio. Sí se atisba en el poema una cierta referencia al imperio, a tenor de la gran profusión de términos geográficos que se expresan.


Machado cita la Religión y España; Ridruejo a la Paz y al pueblo. ¿Es una contradicción? Seguramente, no. Religión, España, paz, pueblo: valores y conceptos que trascienden las épocas y las personas y que están en todos nosotros, con un significado particular para cada ser humano, pero están. Forman parte de la grandeza del ser humano y, particularmente, de los españoles.



miércoles, 6 de julio de 2011

El idealismo en la poesía de la guerra Civil (I)


Comienza aquí una pequeña serie de dos entregas sobre la poesía en la guerra Civil española. Son dos muestras —una de cada bando— aparentemente separadas pero que tienen mucho en común si se analizan del modo más imparcial posible. En ambas se encuentra el idealismo como eje fundamental del pensamiento de los españoles de entonces.


En la opinión de éste que escribe, hoy el modo de vida nos hace ir a lo práctico y tener los pies en el suelo, desgraciadamente demasiado en el suelo. Podrá argumentarse que los sueños imposibles son tareas vanas, pero los filósofos reconocen los valores que subyacen en lo utópico. Por un lado, orientan hacia el futuro; no se hubieran inventado los aviones si desde hace siglos no hubiera existido el irrefrenable deseo humano de volar; tampoco se hubiera conquistado un Imperio a no ser por los sueños de aquellos aventureros que se lanzaron más allá de la Mar Océano sin saber que se encontrarían al final de su viaje que muchos presumían al abismo.


Por otro, el idealismo nos permite tener esperanzas, imprescindibles para seguir en la vida. Y también la comparación con la sociedad idílica nos permite criticar la realidad existente y subrayar sus defectos. Sí, es bueno ser idealista, aunque sin vivir totalmente en La Inopia.


Una vez realizado este preámbulo, veamos el primer texto. Confieso que esta es una de las poesías que más me gustaban en mi juventud, como a muchos que entonces simpatizábamos o militaban en la izquierda. Con el paso de los años, la ideología ha cambiado o desaparecido pero la reflexión continúa.


Es el soneto que Antonio Machado dedicó al comunista Líster, “Jefe en los Ejércitos del Ebro” y muy conocido por la estrofa “Si mi pluma valiera tu pistola”. Poco importa aquí el personaje al que se dedica el texto, sino el texto en sí.


A LÍSTER, JEFE EN LOS EJÉRCITOS DEL EBRO

Tu carta -oh noble corazón en vela,

español indomable, puño fuerte-,

tu carta, heroico Líster, me consuela,

de esta, que pesa en mí, carne de muerte.


Fragores en tu carta me han llegado

de lucha santa sobre el campo ibero;

también mi corazón ha despertado

entre olores de pólvora y romero.


Donde anuncia marina caracola

que llega el Ebro, y en la peña fría

donde brota esa rúbrica española,


de monte a mar, esta palabra mía:

"Si mi pluma valiera tu pistola

de capitán, contento moriría".


El idealismo casi utópico se plasma en varios detalles que se explican a continuación. Ya se sabe que el comandante del Quinto Regimiento no era precisamente un niño del coro pero Machado lo exalta hasta la veneración, (“noble corazón en vela, español indomable…”) con la fe propia de los que ven, equivocadamente o no, virtudes extraordinarias en las personas o en las cosas que admiran o defienden. Hay que decir también que posiblemente Machado escribiera tan excesiva hagiografía por su afán de quedar bien con el Frente Popular y evitar represalias o depuraciones —sobre todo tras el apoyo de su hermano Manuel a la causa de los nacionales— como apunta en alguno de sus libros César Vidal. Como ya se ha apuntado, siempre se debe combinar la idealización con el pragmatismo para salir adelante en la vida.


Llama asimismo la atención el que hable de “lucha santa”, máxime cuando la España republicana era laica e incluso antirreligiosa. Ello se explica porque el poeta era creyente, como muchos otros republicanos, y nuevamente el idealismo sublima los hechos uniendo a Dios con la causa que se cree justa. Sorprende también la declaración de superioridad de las armas frente a las letras (“si mi pluma valiera tu pistola”), y más en una persona cuyo talante era más bien pacífico, aunque la utopía nos dice que la felicidad puede llegar tras la tragedia y la guerra no sería sino un paso hacia un mundo ideal.


Por otro lado, la presencia de frases como “esta rúbrica española” o “español indomable” nos hacen ver que la idea de España está siempre presente en Machado, como es observable también en el resto de su obra. Una visión utópica y a veces crítica e incluso contradictoria (fue miembro de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética) como es común a la Generación del 98, pero desde luego muy distinta a la del Frente Popular.


Religión y España son valores normalmente atribuidos a la derecha, pero esto no es cierto en sí mismo, sino que forman parte de nuestra herencia genética y cultural aunque sean interpretados de distinto modo. Seguramente si D. Antonio hubiera sido de derechas habría escrito un soneto semejante a Franco, Mola o Moscardó, y no sólo por afinidad ideológica, sino también porque los ideales comunes están en el inconsciente colectivo de todos los españoles.


(Continuará).