viernes, 10 de diciembre de 2010

Cuba, otra vez España




Hay ideas que pueden parecer sueños imposibles pero no por eso dejan de acariciarse pues en las mismas late la esencia de todos nosotros que un día estuvo y que siempre estará. Hace años, Cuba era española; ahora, numerosos intelectuales y exiliados cubanos piden que vuelva a ser una Comunidad Autónoma de España.

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Cuba española

Las razones de tan insólita pero deseable opción no hay que buscarlas sólo en el afán de librarse del régimen castrista. La Habana es Cádiz con más negritos, que decía Carlos Cano (a quien Dios tenga es su Gloria) y razón no le faltaba; quizás sea Cuba donde la herencia y el legado español laten con más fuerza. Según las fuentes de los promotores de la idea, la mayoría del pueblo cubano la apoyaría puesto que las raíces de consanguinidad (aun tras la mezcla de razas) son mayores que en otros países hispanos y las costumbres muy parecidas, salvando las lógicas distancias.

Conviene recordar que Cuba siempre fue España. Había dejado de ser una colonia en muchos aspectos y los cubanos eran españoles por nacimiento. Quizás si la autonomía que se le concedió hacia 1870 se hubiera desarrollado adecuadamente, otra hubiera sido la historia (parece ser que los partidarios de la autonomía de entonces eran más que los de la independencia). Pero, además de los errores de España, la causa fundamental de la pérdida fueron los intereses del “amigo americano” que siempre ha ansiado el control de la Perla de las Antillas —incluso intentó comprarla varias veces a España—; de ahí a la guerra de 1898 sólo hubo un paso. Desde entonces y hasta la revolución castrista, Cuba, aun independiente, siempre estuvo en mayor o menor grado bajo la mirada de los Estados Unidos.

Las ventajas de la unión de Cuba a España serían evidentes para ambos países; Cuba podría modernizarse y España beneficiarse de los recursos cubanos. Pero los inconvenientes son muchos. Obviamente, los Estados Unidos no la verían con buenos ojos, teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto y ya harían lo suyo porque no cuajara. Por otra parte, el coste económico para España sería muy elevado y más en la situación en que ésta se halla, y en Bruselas tampoco es de suponer que anden por la labor.

A pesar de todo, las ideas románticas nacen en el corazón y la fuerza de éste a veces puede con todo. Por eso, este que escribe no puede sino ser partidario de esta unión. Sin embargo, no deja de ser triste que, mientras unos quieren volver, otros españoles quieren marcharse. Y estos están bastante más cerca, aunque sólo sea en distancia.

Fuerza y Honor.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Trece rosas y una Basílica

Noviembre trae esa alfombra de hojas secas que todo lo visten con mil tonos de amarillo, naranja y miel, invitando a la melancolía y a la eterna tristeza de otoño. Época también de memoria por aquellos nuestros seres queridos que se fueron y que recordamos también en estas fechas como manda la tradición y, sobre todo, el corazón, que para eso tiene más galones que el intelecto, por lo menos en mi caso.

La mañana del sábado caía un frío húmedo y cortante sobre Madrid; más todavía en el cementerio de la Almudena, como si el soplo de la muerte alimentase el gélido día y lo convirtiera en ventisca de dolor y soledad. Ello no me impidió acercarme con mi esposa a visitar las tumbas de mis padres y abuelos, que hacía ya tiempo que no iba y los muertos no deben quedarse solos, como decía Bécquer. De hecho, andan en la Mejor Compañía, pero nunca está de más llevar unas flores y una oración a aquellos que viven y siempre vivirán en nuestro recuerdo.


En esto andábamos mi señora y yo (más ella que yo en lo de los arreglos florales, pues siempre he sido muy manazas) cuando pasó un señor que iba a visitar la tumba de su hermano. Entablamos conversación y, tras una breve charla, nos habló de un lugar situado al lado de la puerta de O´Donell, a escasos cien metros de la tumba de mis padres y que yo desconocía tan cercano. Allí habían fusilado en 1939 a unas muchachas republicanas a las que se conoce como las Trece Rosas —existe una película sobre el tema, que no he visto— y el hombre dijo que se iba a ver el sitio. Nos despedimos, encaminándose él hacia allá junto con su hijo que le acompañaba.

Por un instante, me dije que no iría. Sin embargo, logré vencer el sectarismo momentáneo; los muertos no son ni de derechas ni de izquierdas y merecen respeto. No recordaba tampoco que aquellas mujeres estuvieran implicadas en delitos de sangre, que yo sepa, de modo que me acerqué.


El lugar es impactante. Entre las paredes de columbarios queda un espacio de tapia que es un auténtico paredón de fusilamiento; la perspectiva desde la que se contempla es la misma que debieron tener aquellos que en su día apretaron los gatillos, sembrando ese plomo de muerte que siega las vidas al amanecer. Pensé en todos los que habían muerto en aquella guerra de esta horrible forma y sentí una mezcla de compasión y pena ¿Por qué el trágico destino de España hace que tengamos que enfrentarnos permanentemente unos a otros de una u otra forma? Me santigüé y me marché de aquel lugar con cierta amargura, esa amargura de ser español de la que habla Pérez Reverte y que tan bien se refleja en los magistrales libros del capitán Alatriste.


Al día siguiente, otra jornada también lluviosa y fría, cuando todavía andaba reflexionando sobre las vivencias de ayer, los monjes de el Valle de Los Caídos celebran la misa del domingo en la explanada exterior; la basílica permanece cerrada desde hace meses con excusas vacías y nada convincentes. Allí están enterrados un dictador y el fundador de la Falange, sí, pero también numerosos muertos de ambos bandos. Y todos, desde los primeros hasta los segundos ya no son tampoco ni de derechas ni de izquierdas.

Decía precisamente José Antonio que ser español “es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo”. No sé si es cierto, pero desde luego es de las más tristes que existen.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

El orden anal-fabético

Cuando servidor era sólo un joven estudiante, molestaba en sobremanera tener un apellido cuya inicial correspondía a una de las últimas letras del alfabeto, pues ello acarreaba diversos trastornos logísticos. En la Universidad donde estudié —es un decir— los grupos se establecían por orden alfabético o analfabético (nada que ver con perversiones a base de vibrador o así), de tal manera que este imperial servidor que os escribe se veía relegado al turno de tarde por el trágico destino de no llamarse Abad o Alvaar Aalto. Hay que citar, no obstante, que éste último es poco frecuente en la tierra de las Mil Naciones entre otras cosas porque se trataba de un diseñador finlandés que inventó el mueble estilo nórdico, mientras que aquí nos hemos dedicado a otras grandes contribuciones a la tecnología mundial como son el botijo y las rosquillas del Santo.


Tamaña discriminación por semejante fruslería onomástica no hubiera sido consentida hoy por los fervientes seguidores de la igualdad, pero entonces ningún grupo progre o similar rebelóse ante tan arbitraria e injusta medida. El asistir a unas aulas semivacías (el número de alumnos era menor que el turno de mañana) era descorazonador, había mucho menos ambientillo que por la mañana, y al salir de clase el negro manto de la fría noche madrileña de invierno invitaba más a recogerse en casa con la mantita de cuadros y el cucurucho de castañas que a lanzarse a las calles en busca de mil aventuras mañaneras o a una buena sesión de cervezas con los amigos que a veces terminaban en juergas atroces para la cabeza y el epigastrio.


Afortunadamente pude cambiarme de grupo tras una tarea cuasi epopéyica y el tema se solucionó. Sin embargo, hoy día y gracias al igualitario gobierno que nos asiste los problemas de antaño no hubieran sido. El orden alfabético es la solución taumatúrgica que remediará todos aquellos “conflitos” que pudieran plantearse. El azar, caprichoso cual romántica damisela de antes de los Aídos, establecerá si somos los últimos de la lista o los primeros. Y cuando seamos mayorcitos, nos podemos cambiar de apellido y todo escogiendo siempre el que antes vaya para no quedar atrás, o incluso sustituirlo por uno nuevo. Gran chanza y regocijo se planteará entonces cuando al echar mano de la lista, la enfermera de turno, el funcionario de turno o el que sea de turno comprobará mesándose los cabellos que no sabe a quien llamar primero, pues todos se llaman igual:


— ¡Aarón Aab Aab!

¡Presente!

No, aquí yo

De eso nada, servidor y picapedrero.


De este democrático modo, todos entrarán a la vez en la consulta o en la cola del paro (esta última bastante más numerosa) y se darán de puntapiés para ver a quien atienden primero.


Y, sin embargo, al fondo siempre quedará un señor bajito y callado que al margen de la algarabía permanece silente y a la espera de que todo aquel follón acabe y los traumatólogos terminen su trabajo.


¿Y usted?


No, yo me llamo Zoroastro Zapatero y mi progenitor A quiso mantener su apellido porque quedaba muy progresista. Por eso ahora yo no progreso adecuadamente.


¡Ay, viejos tiempos de la LOGSE cuando dos y dos eran cinco! Llegaremos a añorar estos grises tiempos; los siguientes serán del color de la hormiga que no es roja.


Fuerza y Honor.

martes, 2 de noviembre de 2010

La eterna oposición

En estos húmedos —aunque nada libidinosos— días de principio del otoño, se sacude el Emperador la pereza de los dedos y la mente e intenta volver a escribir en su blog, que cuatro años de actividad bloguera son muchos y más aún cuando ya se ha escrito de todo lo divino y lo humano. La falta de hábito hace que las ideas se emboten y no se sepa de qué hablar.

Dignos de admirar son aquellos que continúan en la brecha del ciberespacio, y quizás su fortaleza es la que anima a este imperial servidor vuestro a escribir de nuevo. Si bien la sensación de estar predicando en el desierto sigue latente en el ánimo, a ella se le opone un pequeño atisbo de esperanza que tiene incluso atisbos de certeza. Ahora sí que parece verse el final de esta época zapateril que tanto nos ha contrariado, pero a la que hemos de estar en parte agradecidos por haber sido el detonante de nuestra vocación de escritores y periodistas aficionados (la frase es del mi primo Cualquie, gran maestre del ciberespacio y chantre catedralicio de la catedral de Socuéllamos que diría el gran Tip, a quien Dios tenga en su sonrisa). Y es por ello que la cuestión mueve a la reflexión que se plasma en estas líneas o, mejor dicho, debajo de ellas.

A cuenta del final previsto, se nos plantea un problema asaz delicado. Si, por ventura, Zapatero es jubilado para gran alegría del pueblo español ¿con quién nos meteremos? ¿Será capaz Mariano de dar grandes tardes de gloria a la Red como las que ha proporcionado el iluminado de la Moncloa? La respuesta está en el viento, como diría Bob Dylan y como apostilló cierto gran pensador y filósofo progresista ya citado en este opúsculo en un momento preclaro cuando atribuyó a este flujo de gases extraintestinales la propiedad de la Tierra.

El que esto escribe no votará a Rajoy; su excesiva tendencia a la corrección política y la deriva autonomista del PP lo hacen imposible de momento. Sin embargo, se alegrará si gana pues cabe suponer que un gobierno Popular no cometerá los terribles desaguisados perpetrados por el socialismo y arreglará algunas o bastantes cosas, según le dejen.

No obstante, para aquellos que llevamos la rebeldía en nuestros genes, la intuición nos dice que debemos seguir en la oposición, pues siempre habrá errores que señalar y propuestas que sugerir. Y en ello estamos y estaremos, con Mariano o con ZP*.

(* = no lo quiera Dios)

Fuerza y Honor.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Razones para no ir a la huelga

Porque está convocada por unos sindicatos que sólo representan a una ínfima minoría de los trabajadores y que además se han caracterizado hasta ahora por apoyar las políticas económicas del gobierno de España que no han servido para frenar la crisis, sea cual sea su origen, que de esto también habría mucho que hablar (sí que empezó por especulaciones, hipotecas basura y otros asuntos pero todos son culpables en endeudarse y de que la crisis llegase: la gente que alegremente se metía en créditos y en gastar sin ton ni son, y los políticos que hicieron lo mismo). La convocatoria no deja de ser un paripé para que no se diga que los sindicatos no hacen algo de oposición.

Porque España no puede permitirse precisamente en esta época de escasez dicha “demostración” de no se sabe qué. Algunos expertos cifran entre 10.000 y 15.000 millones de euros las pérdidas por esta jornada de huelga. Desde luego así no se arreglará lo de los 4 millones de parados ni los recortes ni las congelaciones ni las subidas de impuestos.

Porque la huelga general no deja de ser un acto político de tintes revolucionarios que no tiene razón de ser en una sociedad moderna. De hecho, en algunos países democráticos está absolutamente prohibida, siendo sólo legales las huelgas por reivindicaciones salariales o sociales de un sector concreto. Quien quiera protestar puede manifestarse en la calle libremente.

Porque hay una manera más racional de gestionar el dinero: Lucha real contra el fraude fiscal, eliminación de privilegios a los políticos (pensiones vitalicias por 2 legislaturas, asesores, coches oficiales, despachos, secretarias), drástica reducción de subvenciones, menos gastos superfluos y menos administraciones que son insostenibles o de poca utilidad, además de ser en algunos casos un instrumento para debilitar al Estado. Menos (o ninguna) autonomías, menos (o ninguno) Senado, menos Diputaciones provinciales, forales, etc. (o ninguna). Y también menos Ayuntamientos, que muchos municipios pequeños podrían juntarse en unos solo.

Seguro que a todos se nos ocurren más razones...

sábado, 28 de agosto de 2010

Gira il mondo gira

El año comienza, pues ahora es cuando realmente lo hace de modo efectivo y no en Nochevieja. Ya lo barruntaron así los creadores del antiguo calendario republicano francés cuando situaron el comienzo del mismo en el mes de Vendimiario con la recogida de las uvas, esas mismas uvas que se llevaba de merienda el tonto de Abundio cuando iba precisamente a la vendimia. Pero no sólo se recolectan esos nobles frutos de la tierra; también se inician las actividades laborales y académicas y la vida vuelve a rodar apresurada después de ese paréntesis veraniego cuyo fin parece acompañar el epílogo de una época que se inició precisamente el mes de septiembre anterior, continuando así el ciclo de la existencia con sus picos y sus valles, sus rachas buenas y sus rachas malas, sus vacas gordas y sus vacas flacas.

España, como no podía ser menos, se mantiene en época de bóvidos famélicos gracias a la inaudita gestión de sus gobernantes y adláteres, que siguen sin saber capear la crisis pero se empeñan en apoyar estatutos que casi nadie quiere, salvo los que quieren acabar con la Nación. Por ello es preciso que voces críticas y valientes señalen los defectos de los poderosos para que las gentes lo adviertan y obren en consecuencia a la hora de elegir a los que han de representarles, tarea harto difícil viendo cómo está el panorama político.

Sin embargo, al sistema —gobierno, oposición, partidos políticos en general, medios de comunicación políticamente correctos, etc. — no le gustan aquellos que hacen de Pepito Grillo, pues resultan molestos cual mosca cojonera que picotea el culo y la conciencia. Quizás por eso es mejor enviarles al ostracismo, donde sólo algunos fieles les oigan, vean o lean y que sus radicales y peligrosas tesis no sean conocidas por la mayoría de los mortales, no vaya a ser que se enteren y corra peligro el chiringuito.

Federico Jiménez Losantos es una de esas voces. Perseguido hasta la extenuación, renace cada cierto tiempo de sus cenizas mediáticas, aun a pesar de los numerosos enemigos que le acorralan. Se podrá estar de acuerdo con él o no, pero es de los pocos que dice lo que piensa sin importarle a quien moleste y eso, hoy en día, es un valor. Por eso algunos —pocos, según sus detractores, pero bastantes más de los que ellos querrían— le somos fieles y le seguiremos escuchando allá por donde vaya, aunque nos llamen radicales y fachas. Total, a estas alturas de la vida a uno le da igual lo que le llamen.

A cuento de esto, parece que aquella alianza que se suponía estable entre Federico y Pedro J. (ya se sabe que el mundo gira como una veleta, que dirían los poetas y los malpensados) parece tambalearse tras la decisión de éste último de acercarse a la new COPE. Según informan algunos confidenciales, la tertulia de Federico dejará de emitirse en VEO7, la cadena de televisión de El Mundo, para ser sustituido por la de la emisora de los obispos que este año será conducida por Buruaga, buen periodista pero con bastante menos — ¿cómo diríamos?— “encanto”.

Pero al pequeño gran turolense nada le detiene. Anda ya en acuerdos con Intereconomía y también se dice que intenta hacer las paces con el director de la Razón, Francisco Marhuenda.

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Nadie sabe como acabará esto, pero yo me sé de uno que va a dejar de leer “nuestro periódico” como aquesto se confirme. Habrá que sustituirlo por La Razón (donde ya escribe César Vidal) o la Gaceta. Solo hay una cosa cierta: Aquellos que seguimos a Federico lo acompañaremos donde sea, a otro sitio de Zaragoza o una nueva Numancia. Al fin y al cabo, ya estamos acostumbrados a sacrificarnos.

Gira il mondo gira
nello spazio sensa fine
con gli amore appena nati
con gli amore giá finite
con la gioia e col dolore
de la gente come me.

sábado, 10 de julio de 2010

Hilos de colores patrios



España renace tímidamente. Sólo un poco, quizás, pero algo emerge del ostracismo impuesto en los últimos años en aras de las diferencias y la pluralidad, esa palabra tan mal entendida y tan odiosa a veces. Posiblemente estemos simplemente ante un espejismo pasajero fruto de unas cuantas victorias futbolísticas y de los vaticinios de un cefalópodo con supuestas artes adivinatorias, pero todo es válido con tal de que la única Nación vuelva a cobrar fuerzas en los castigados espíritus ciudadanos, aparcando por un tiempo la secular amargura de ser español que arrastramos desde tiempos de los Austrias (y lo que te rondaré, morena).
Preocupa mucho en ambientes secesionistas la profusión de banderas y símbolos patrios, incluso en aquellos territorios donde se asientan los partidarios de mitos inventados y los benefactores de jíbaros. Y no es para menos; han descubierto a su pesar que el todo sigue siendo más que las partes, por mucho que éstas intenten ser “toditos” o mejorables imitaciones de un todo a cien o, peor aún, de un todo a diecisiete. El corazón de la mayoría sigue siendo rojigualda y se manifiesta en cuanto tiene ocasión para hacerlo. Puede que mañana la efusión acabe, pero el poso allí seguirá esperando otra oportunidad que cuente con el permiso de la política corrección que nos asola.
Uno no podía ser menos y, cavilando como aprovechar esta breve etapa de patriotismo decidió echar mano, no de la bandera, que también la tiene y bien grande, sino de las pulseras. Muchos recordarán aquellos hilitos de plásticos que se vendían en los piperos y tiendas de frutos secos y que, convenientemente trenzados permitían hacer llaveros, pulseras y hasta figuritas varias. Con el tiempo, he aprendido que se llamaban hilos Scoubidou, vocablo que recuerda a la versión francesa de Scooby Doo, aquella serie de dibujos animados cuyo protagonista era un perro grande y miedoso, a la sazón mascota de una pandilla de jovenzuelos bastante cursis y sabelotodos que resolvían enigmas misteriosos en un santiamén. Bien valdrían como colaboradores en cuestiones de gobierno y otras hierbas, y si a ellos se les uniera el pulpo Paul, el equipo asesor sería incontestable. Pero no demos ideas, no vaya a ser que nos hagan caso y tengamos Zapatero para diez años más.
Pues bien, armándose de paciencia e intentando resolver el misterio del trenzado, se ha vuelto a conseguir una pulsera de hilos de plástico como las de antaño y que luce bastante bien. No les gustará seguramente a algunos (más por el cromatismo que por la calidad de la técnica), pero ya se sabe que hay gustos para todos y las opiniones son como los culos; cada persona tiene uno. En eso sí somos distintos.



domingo, 4 de julio de 2010

España existe

Tres meses por lo menos hacía que no escribía. Las obligaciones laborales y familiares, el cansancio lógico después de cuatro años de escritura, y también el desánimo y la sensación de estar predicando en el desierto han influido en este bloguero para cesar su actividad por un tiempo, que ahora parece tocar a su fin. Ha influido, asimismo, la llamada de mi gran amigo Nieto que me ha animado a ello y al que se corresponde —en lógica justicia— que este post vaya a él dedicado.
Después de un paréntesis tan prolongado, nada parece que haya cambiado en España, salvo a peor, como es lo habitual en esta época zapateril. Por si teníamos pocos problemas, parió la abuela y la bisabuela, dándonos cuenta de golpe y porrazo (los que no se habían percatado, que todavía eran muchos) de que nuestra nación está en vías de entrar en la ruina más absoluta, si es que no lo ha hecho ya. El decretazo zapateriano y sus recortes ha sido como el jarro de agua fría que ha abierto los ojos al adormecido hispánico para darse cuenta que la Arcadia Feliz de la progresía no era más que un espejismo que, como dirían en las películas, “fue bueno mientras duró”. Lo malo es que ni siquiera fue.
De repente y como por ensalmo, multitudes de españolitos, antaño fervorosos de la ceja, comienzan a echar denuestos de su otrora ídolo y juran y perjuran que no le volverán a votar. De momento, las encuestas así parecen apuntarlo aunque, teniendo en cuenta la habilidad para el marketing y la propaganda que siempre ha caracterizado a la izquierda y lo poco atractiva que sigue siendo la derecha para muchos, ya veremos en qué acaba todo esto.
Mas la debacle no es sólo económica, que ya de por sí es grave, sino también nacional, que es bastante peor. El estatuto de Cataluña ha salido adelante con pocas modificaciones, y se consagra la barbaridad que representa, siendo bastante acertadas las palabras de muchos (Federico Jiménez Losantos y César Vidal, por ejemplo) en el sentido de que España se ha convertido económica y políticamente en una colonia de Cataluña o, mejor dicho, de los nacionalistas catalanes, y que a lo mejor más convendría la independencia de una o de la otra pero no este desaguisado.
Y, sin embargo y a pesar de todo, España existe. Los triunfos en el Mundial de la selección nacional de fútbol —a la que algunos llaman “la roja” sin mala intención y otros con bastante intención— han despertado una pasión que, al contrario de otras veces, parece ir más allá de lo deportivo. Jamás se había visto tanto apoyo popular, banderas en balcones y locales, pulseras con los colores patrios y gentes ataviadas con la camiseta de nuestros colores. Dicen que en épocas de crisis salen a la luz todos los sueños y las esperanzas que hagan olvidar nuestros problemas, pero la intuición le dice a éste que escribe que también subyace ahí un deseo más o menos explícito de que España es y existe. Como el Ave Fénix que se consume cada quinientos años y vuelve a resurgir de sus cenizas, la Nación española brillará con fuerza y energía al final de este ya largo período de sombras a la que ha sido arrastrada por la ambición de unos y la complacencia de otros.
Yo soy español, español, español…

martes, 4 de mayo de 2010

Se le acabó el chollo a Anónimo


Allá por la mitad del siglo XVI un insigne personaje llamado Anónimo escribió una de las obras cumbre de la literatura española, como es El Lazarillo de Tormes. Sin embargo, recientes descubrimientos han revelado que no era así. Según los estudios de la paleógrafa Mercedes Agulló, el nombre del autor del Lazarillo es Diego Hurtado de Mendoza, al que ya se le atribuía la paternidad del libro en el catálogo de escritores españoles Catalogus Clarorum Hispaniae scriptorum, que fue redactado por el flamenco Valerio Andrés Taxandro.

Noticia en LD

Tal descubrimiento haría que las editoriales tengan que cambiar millones de párrafos de textos y cambiar al señor Anónimo por Don Diego, tarea ya harto complicada a la vez que dificultad añadida para los buenos estudiantes, que han de asimilar la cosa. Obviamente, el asunto no representa ningún problema para aquellos escolares acostumbrados a no dar ni golpe puesto que sus conocimientos y destrezas tienden a asemejarse al conjunto vacío y así seguirán, ya sea el autor Diego de Mendoza o Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, cuadrándoles más este segundo.

La desgracia viene, sin embargo, para los herederos del usurpador Anónimo, que se van a quedar sin los derechos de autor. Y es que la picaresca al final siempre es descubierta, ya sea en la política o en la Literatura, aunque la primera produce más réditos.

Queden con Dios Vuesas Mercedes.

jueves, 8 de abril de 2010

Lo sensato

Hola, Mariano. Hace mucho que no te criticaba; más o menos desde que dejé de votarte. Sin embargo, me creo en la necesidad de hacerlo nuevamente, aun a riesgo de que me llamen catastrofista o se diga que los que así procedemos diseminamos el voto en vez de dirigirlo hacia la única opción útil que puede pararle los pies al Zapatiesto.

Soy muy escéptico con respecto tu posible victoria que parece, eso sí, cada vez más posible, pues poco cambiaría la cosa. Sí se solucionaría posiblemente, aun con muchos tiempo y sacrificio, la catástrofe económica a la que nos llevado el Incapaz de la Moncloa, pero los defectos del sistema que se arrastran desde los tiempos de la no tan maravillosa transición permanecerían.

Dices el otro día que no hay que hacer caso a aquellas formaciones políticas que propugnan retirar competencias a las comunidades autónomas (en clara referencia a UPyD), porque no es "posible" ni "sensato". Discrepo: posible sí que es y solo es cuestión de echarle arrojo a la cosa ¿Qué hay que reformar estatutos o incluso la Constitución? Pues se reforman. Ya se sabe que clamarían todos los separatistas del mundo mundial, pero con pasar de ellos es suficiente.

Noticia en LD

En cuanto a la sensatez de la medida, lo insensato, Mariano, es que los separatistas campen a sus anchas debilitando al Estado día tras día. Lo insensato es que casi nadie dé el paso al frente para encauzar o incluso suprimir el nefasto estado de las autonomías que se ha convertido en un monstruo que divide a los españoles, además de ser inviable económicamente. Lo insensato es que no se pregunte en referéndum a los españoles si desean o no este sistema taifeño con multitud de cargos y servicios duplicados que viene muy bien a la casta política pero no a los bolsillos de los contribuyentes.

Sí, ya sé que a lo mejor dices estas cosas por si en un futuro necesitas los votos de los separatistas, pero ten en cuenta que, a cambio, perderás bastantes más de muchos ciudadanos que no los quieren ver ni en pintura. La aritmética parlamentaria puede hacer maravillas y los votos de otras formaciones también te pueden valer. No sé si votaré a UPyD o no, pero desde luego menos caro venderían su apoyo que aquellos que sólo buscan ser distintos e incluso distantes.

¿Qué es lo sensato, Mariano?

lunes, 5 de abril de 2010

El arte de no dar ni-ni golpe


Muchos jóvenes de nuestros tiempo se han esforzado y han concluidos sus estudios, incluso de forma brillante, y no encuentran trabajo, lo cual no deja de ser una injusticia. Pero, frente a éstos, se encuentran otros que detectan diversos estudios sociológicos y que constituyen un fenómeno que, no por ser nuevo, sí parece adquirir proporciones alarmantes. Se trata de la denominada generación Ni-Ni, es decir, jóvenes que ni estudian ni trabajan…ni, al parecer, tampoco quieren hacerlo. Y es que lo de trabajar está difícil, pero que tampoco se quiera estudiar ni formarse para tener mayor cultura y expectativas laborales entra ya en la categoría de tener el rostro marmóreo.

Mientras, los especimenes en cuestión prefieren vivir de sus sufridos progenitores hasta que éstos se queden en el paro. Luego, ya veremos Esto, que antes se llamaba popularmente “vagancia”, da ahora motivo para hacer sesudas investigaciones y se le dedican ríos de tinta e incluso programas televisivos con bastantes dosis de buen rollito en los que unos psicólogos intentan reconducir con talante a una cuadrilla de este tipo. Utópica tarea, a primera vista.

Dicen algunos expertos que es una generación sin ilusiones y de ahí su comportamiento, pero precisamente puede radicar ahí el quid de la cuestión. Quizás la culpa sea en parte de los padres que en épocas recientes de prosperidad no han sabido transmitirles la cultura del esfuerzo, pero también de esta sociedad hedonista y vacía que, carente de valores, es incapaz de inculcarlos. A no ser, claro, que tengan que ver con el “carpe diem”, el “vive a tope” y “nada de esfuerzos, que trauman”. Así se consiguen poco a poco multitudes de indolentes bastante maleducados y manipulables aunque muy caros de mantener por el resto.

Pero también la culpa es de los interesados y no valen las excusas del desánimo, pues en todas las épocas ha habido gente que se ha impuesto metas y, sobre todo, ha sabido luchar y elevarse por encima de las dificultades por sí mismos, siendo ésta una de las mayores proezas que puede efectuar el ser humano.

Contra el Ni-Ni lo mejor es el método O-O: O espabilas o vete a esparragar.


sábado, 3 de abril de 2010

El error de la tricolor

Viernes, 11 de Germinal.

En estos días se observa con profusión el color morado en las túnicas de los nazarenos que salen en procesión por los pueblos y ciudades de España; de esa España confusa y aturdida que duda de tantas cosas, hasta de su propia existencia como Nación, pues hasta ese extremo hemos llegado. Es más, la incertidumbre alcanzaría incluso la citada vestimenta penitencial pues en realidad no es morada sino púrpura, en contra de lo que la mayoría cree

Debemos recordar a este respecto que el morado es un color más claro que el púrpura, que viene a ser una especie de violeta oscuro, como puede comprobarse en la siguiente imagen que demuestra las diferencias entre ambos y otro que saldrá a colación.



Dicen que fue Alejandro Lerroux el que ideó un tercer color —morado o púrpura claro— para la enseña de la segunda República, de modo que sustituyera al rojo inferior de la hasta entonces existente y tachada de monárquica. Tal idea se basaba en el homenaje al pendón morado de Castilla, histórico reino que había sido ensalzado por los intelectuales del 98 como paradigma de la esencia de España. Sin embargo, nunca existió un pendón morado de Castilla. Según diversas fuentes históricas, lo que vieron aquellos prohombres de la Segunda República fueron viejos pendones castellanos desgastados por el paso del tiempo en los que el color original se habría desgastado por el paso del tiempo, trasmutándose así al idílico morado tan del gusto de la progresía.

El pendón de Castilla era de color carmesí, que es el tercero en discordia en esta discusión cromática, y el que presenta la actual bandera de Castilla y León, si bien en otras Comunidades presenta diversas tonalidades. Como puede comprobarse, es un color rojo fuerte que lleva algo de azul, lo que le da un tono muy ligeramente violáceo pero nada morado ni púrpura. De este modo, si se hubiera mantenido el original castellano, la bandera republicana habría quedado así:


Es evidente que nada o casi nada habría cambiado si se hubiera respetado la auténtica historia.

Este error sobre el inexistente pendón morado viene desde muy antiguo como puede comprobarse por los siguientes aspectos:

1. Se decía que moradas eran las enseñas de los comuneros de Castilla, cuando en realidad sus tropas sólo de distinguían por las cruces rojas que llevaban en sus casacas, en contraposición a las cruces blancas de los soldados imperiales de Carlos I.

2. Asimismo se asoció el morado con el espíritu liberal, ya que un grupo de liberales radicales opuestos a Fernando VII y que se hacían llamar Los Comuneros (nada que ver con los anteriores) usaban una bandera morada con un castillo, emblema que ha sido adoptado en nuestros días por los nacionalistas castellanos más radicales, que también los hay.

3. Por otra parte, Mariana Pineda fue ejecutada por ser la encargada de bordar una bandera liberal de color morado con un triángulo verde en el centro (de claras reminiscencias masónicas) y el lema Libertad, Igualdad y Ley.

4. Diversos regimiento españoles, desde muy antiguo, adoptaron el color morado en su uniforme. Tal es el caso del Tercio de Castilla, luego regimiento Inmemorial del Rey, y otros.

Y, sin embargo, paradojas de la vida: la enseña del bando nacional hasta 1938 fue la bandera nacional actual…con el escudo republicano, prueba de que todavía no existía un criterio uniforme y de que una parte de los sublevados apostaban por mantener la República aunque reformándola. Cosas de la vida.


(NOTA: Este post está escrito en color violeta que, a estas alturas, vaya usted a saber cuál es)

viernes, 19 de marzo de 2010

Las bayas de Goji



Sábado, 28 de Ventoso.

Como un servidor ya va entrando en años anda buscando ese elixir de la eterna juventud que le devuelva las formas y los fondos de cuando era un apuesto mozalbete, o por lo menos que en algo se aproxime. Nada nuevo bajo el sol por otra parte, pues ya Ponce de León buscó afanosamente la fuente de la eterna juventud que según las leyendas poseían los nativos de Puerto Rico. Obviamente ni él ni sus hombres la encontraron pues andan todos criando malvas desde hace unos cientos de años, pero en esa búsqueda el gran conquistador descubrió el territorio de Florida, que ya es algo.

Sin embargo, proliferan últimamente en numerosas publicaciones las virtudes de unos pequeños frutos rojos similares a cerezas llamados bayas de Goji —pronúnciese “Goyi”, más o menos como si llamáramos a Gregoria— que se venden desecados y que proceden de las montañas del Himalaya, como el Yeti, aunque otros afirman que su origen es chino.

El caso es que los frutos de marras parecen ser un poderoso agente bastante más sano y menos arriesgado que otros métodos para luchar contra el envejecimiento, de tal manera que si Fausto los hubiera conocido hubiera mandado a Mefistófeles a freír espárragos. Parece ser que las bayas son el vegetal que contiene mayor proporción de antioxidantes naturales, sustancias que retardan la vejez.

Todos hemos visto como en el dorso de la mano (o sea, lo contrario de la palma) de las personas mayores se ven unas manchitas pardas que son el resultado de la acumulación de radicales libres, compuestos que nada tienen que ver con la política y que son el resultado de la lenta e inexorable oxidación del organismo. Además las bayas fortalecen el corazón, alivian la ansiedad y el estrés, protegen el hígado y los riñones e incluso protegen de la impotencia. Aunque sólo fuera por esto último, ya dan ganas de tomarlas.

Solamente parecen tener dos riesgos: No se deben tomar por personas que están en tratamiento con anticoagulantes y tampoco se debe abusar en demasía porque un exceso produce un inevitable “irse de varillas” para desazón del señor Roca y dolor de nuestras tripas. De estro último puede dar fe el que esto escribe, que se comió 40 bayas el primer día y desde entonces ha disminuido la dosis a unas 10-20, que parece más razonable y siguen previniendo el estreñimiento. Se pueden tomar solas, pero saben un poco a herbolario, pero están aceptables tomadas con yogur. Lo que no es muy aceptable es su precio (unos veinte “aurelios” el kilo o más), pero la verdad es que cunden mucho.

Así pues, si queremos seguir escribiendo en estos blogs durante muchos años para desesperación de Zapatero y de Mariano, amén de nacionalistas varios, tomemos las bayas de Goji. Seremos cuasi eternos.

lunes, 15 de marzo de 2010

Deberes ciudadanos

Mucho se habla hoy de derechos pero muy poco de deberes, cuando la lógica y la ética establecen que deben gozar de igual importancia. Algunos se han especializado durante décadas en inculcar a las masas la imperiosa necesidad de ser consciente de sus derechos y de pedirlos en grado sumo, lo que lleva a la exigencia, término éste que tiene muchas veces connotaciones negativas porque puede llevar implícito lo imperioso o desmedido en los asuntos que se solicitan y que se desmarca, por tanto, de lo que serían unas justas reivindicaciones.

Las causas de tanta insistencia están muy claras. Nada mejor que incitar a la plebe y hacerles ver que andan escasos de derechos para que éstos se solivianten, sobre todo si el poder establecido es de signo contrario. También puede darse el caso de que se otorguen o reconozcan más derechos a un grupo o colectivo —este último vocablo es más progresista— que sea del agrado de los otorgantes y como pago por los servicios prestados, creándose así una situación injusta con respecto a los demás.

Sin embargo, poco se trata de los deberes. Quizás porque el sentido del deber implica obligación y para las mentes contestatarias todo lo que suena a imposición no está bien visto, salvo que ellas mismas sean las que lo impongan. Sin embargo, no es así; para que un ser humano tenga derechos y pueda reclamar lo que la autoridad otorga a su favor debe hacerse merecedor de aquello, y con este fin debe asumir una responsabilidad que se plasma en cumplir sus obligaciones para con él mismo y la sociedad.

Las personas que viven y forman parte de un Estado moderno sólo alcanzarán la categoría de auténticos ciudadanos que gozan de derechos cívicos y políticos cuando asuman los deberes que asimismo les corresponden. La Constitución establece tres deberes básicos: defender a España, contribuir al sostenimiento de los gastos públicos mediante los impuestos, y trabajar. Sin embargo, desde el punto de vista ético o moral existen muchos más.

Veamos algunos, a modo de ejemplo. Hay que respetar y cuidar el medio ambiente sin caer en posturas troglodíticas, muchas de ellas con oscuros intereses políticos por detrás. Debemos respetar y ayudar a los demás porque hay que amar al prójimo como a uno mismo. Y, asimismo, es una obligación cívica colaborar con la Administración pública en busca de una sociedad más justa y equitativa, a veces recurriendo incluso a la crítica o la protesta pues los gobernantes suelen hallarse en una posición muchas veces distante del sentir ciudadano, y se precisa llamar la atención para minimizar la lejanía que separa al estado llano del poder.

En esta tarea se hallan muchos.

jueves, 11 de marzo de 2010

martes, 9 de marzo de 2010

Por una bandera en las aulas

Martes, 17 de Ventoso.

En estos tiempos de desunión vestida de modernidad son loables iniciativas como la que se relata. En Facebook existe un grupo que propugna la colocación de una bandera española en todas las aulas y escuelas de la Nación. Obviamente esta iniciativa sería seguida de buen gusto en muchos sitios, mas se presume problemática en aquellos territorios donde el nefasto cáncer del nacionalismo sigue haciendo de la suyas, esté o no en el gobierno de la región correspondiente.

http://www.facebook.com/orgulloso.de.ser.espanol?ref=sgm

La enseña nacional ha sido considerada en muchos ambientes como un símbolo de derechas o incluso de ser facha, lo cual es algo así como confundir el culo con las témporas pascuales. En otros países de larga tradición democrática se sienten orgullosos de su bandera y se expone en la mayoría de los lugares, incluidos las escuelas. Sin embargo, en España, ya sea porque muchos miembros de la izquierda sienten todavía afecto por la bandera tricolor —que, por cierto no es el símbolo de la República, sino sólo de la funesta segunda República—, o porque el franquismo exaltaba los valores de los símbolos patrios se sigue sintiendo un cierto recelo por parte de algunos de mostrarla o de honrarla.

Tan sólo parece que puede exhibirse sin problemas cuando la selección gana un partido de fútbol y ese patriotismo por horas no parece lo adecuado. El que ama a España lo hace en todos los tiempos y en todas las ocasiones, pues la lleva en el corazón siempre y no sólo para ciertas celebraciones. Quien honra su bandera ama a su país.

Por eso es muy loable el proyecto que nos ocupa. La presencia de la bandera en el aula haría que en los escolares prendiera de manera más efectiva el amor y el respeto a la Patria. Si ello se conjuga además con el respeto al profesor y su autoridad —muy acertada a este respecto las propuestas de volver a colocar tarima en todas las clases— mucho se ganaría en la recuperación de valores que nunca debieron minimizarse.

Somos una gran Nación y por eso algunos intentan separarnos, pero no lo conseguirán por mucho que se empeñen. Viva España.

domingo, 7 de marzo de 2010

¡Churro va!

Jueves, 15 de Ventoso (Día de la cabra).

Los que ya tenemos una cierta edad recordamos aquellos años gloriosos de las dos horas de digestión para poder bañarse y de las meriendas que consumían nuestras tardes de infancia. Meriendas con pan y chocolate que disfrutábamos con pasión y sin temor a las caries ni a la obesidad, pues parece que estos dos sólo fueran males de nuestro tiempo a causa de la supuesta calidad de vida que presuntamente se disfruta. También existirían entonces, pero no salían sesudos señores en la tele avisándonos de los peligros del dulce y amargándonos en consecuencia la vida.

Pero no son estos recuerdos gastronómicos el objeto fundamental de este artículo, sino un entretenimiento que acompañaba esas tardes de pan y chocolate. Se trata de aquel popular juego llamado “Churro va” o también “Churro media manga mangotero” (o manga entera).

Las reglas del juego son bastante conocidas. Dos bandos, uno de “sufridores” y el otro que parte de una situación más ventajosa. La forma de dilucidar este comienzo era generalmente “echar a pies” entre los capitanes de ambos equipos, lo que suscitaba enormes controversias a causa de los numerosos trucos que había en eso de los pies. Los del bando menos agraciado se colocaban agachados en posición de “burro” con la cabeza metida en la entrepierna del precedente y con las manos en las piernas del mismo, formando la fila de la ignominia. A los nervios subyacentes de ser los que recibirían los impactos, se añadía la olorosa posibilidad de que el de delante se tirara un pedo en nuestras narices, pues ése era también el momento que aprovechaban los más perversos y guarros. El primer burro apoyaba sus manos y cabezas sobre un sujeto pasivo que recibía el nombre de “madre” y que se aburría muchísimo por no participar nada más que de Tancredo, además de recibir en su estómago el impacto de la masa saltarina.

Una vez dispuesta la cosa, los miembros del otro equipo al grito de ¡Churro! tomaban carrerilla y se dejaban caer por orden sobre los lomos de los desgraciados que esperaban en la humillante posición antes descrita. El mayor terror era que cayera encima el alumno con problemas de sobrepeso —entonces no solían tener tanto complejo y se les llamaba simplemente “el gordo de la clase”— que siempre jugaba en el equipo contrario y se tiraba el último para ver si los burros caían, con lo cual volvían “a ligarla”. Ya subidos los torturadores sobre los torturados (no podían caerse porque perdían), el cabecilla hacía la pregunta del millón:

"¿Churro, media manga o mangotero?”

Para ello, se tocaba al azar la muñeca, el codo o el hombro (manga entera o mangotero). Uno de los enculados debía acertar la posición. Si así era, se cambiaban los papeles y la venganza estaba servida. Si no, vuelta a sufrir. La madre actuaba de notario para dar fe de la veracidad de la respuesta y evitar trampas.

Un heroico divertimento para tiempos épicos y salvajes donde daba gusto hacer el bestia sin que ninguna mente bienpensante dijera que tenías problemas de adaptación o conducta agresiva. En contra de lo que algunos correctos y melindrosos actuales puedan pensar, nadie se rompió ninguna vértebra, quedó discapacitado o se hernió, por lo menos en los múltiples lances que yo mismo tuve ocasión de jugarlo ni tampoco he tenido noticia de ello.

Ahora los niños luchan virtualmente en juegos electrónicos y consumen así su infancia en sedentarios pasatiempos. que aburrirían a la larga a aquellos guerreros que antaño fuimos y que preferíamos algo más vivo, Quizás porque somos una generación de supervivientes y de ello debemos de enorgullecernos.