domingo, 24 de febrero de 2013

Luis Candelas



Navegando por Internet se encuentra una abundante bibliografía sobre Luis Candelas, aquel mítico bandolero del Madrid de principios del XIX que nunca mató a nadie (que se sepa) y con fama de llevar incluso una doble vida: caballero elegante de día y practicante del latrocinio de noche. Todo un personaje romántico, cuya vida aun se canta en coplas y hasta hay restaurantes que llevan su nombre, aunque su fama no le impidió morir en el garrote.
Nacido un día de marzo de 1806 en el Barrio de Lavapiés, el más castizo de todo Madrid, procedía de una familia cuyo padre era carpintero y sin grandes apuros económicos. Pero el joven Luis fue pronto rebelde y alborotador, no quiso aprender e oficio paterno y se negó pronto a ir a la escuela (lo mismo le ocurre a numerosos mozalbetes pero siguen yendo porque es obligatorio, para desespero de los sufridos profesores), siendo su gran afición las peleas de barrio con otros jóvenes. De ahí saltó a su profesión habitual.

Ya huérfano de padre, su madre le consiguió un trabajo como agente del Fisco, para controlar a los que intentaban pasar mercancías de contrabando. Curiosa paradoja, que el gran ladrón desempeñara labores de inspección, claro que esto no es nuevo y se ha dado abundantemente en otros casos de nuestra historia reciente, que prefiero obviar. Este trabajo le permitía viajar por toda España, pero lo perdió por asuntos de faldas, ya que era un gran mujeriego. Entre sus amantes destaca Lola "La Naranjera" que era amante del propio Rey Fernando VII, además de otras muchas. Su fama quedó retratada en esta copla:

Debajo de la capa de Luis Candelas /
mi corazón amante vuela que vuela. /
Madrid te está buscando para perderte/ y yo te busco sólo para quererte.
/Que la calle en que vivo está desierta /
y de noche y de día mi puerta abierta./
Que estoy en vela /
Que estoy en vela /
 para ver si me roba /
—¡Ay!— Luis Candelas.

Tras vivir un tiempo en Zamora donde se casó y se separó, vuelve a Madrid para convertirse en el rey de los amigos de los ajeno, dando cuantiosos golpes. Su banda estaba formada por Paco “el sastre”, Francisco Villena y Mariano Balseiro, que eran los lugartenientes. El resto de la banda está compuesto por: Leandro Postigo Juan Mérida José Sánchez "el del peso", Pablo Maestre Pablo Luengo "El Mañas", y Los Hermanos Cusó (Antonio y Ramón) Todos eran valientes y adoraban a su jefe.

Su lema era "no herir ni matar a nadie", todo debía hacerse "con estilo". El punto de reunión para tramar sus fechorías era "La Taberna del Cuclillo" en la calle Imperial, muy cerca de los soportales de la Plaza Mayor madrileña, donde hoy existe un famoso restaurante llamado en su recuerdo "Las Cuevas de Luis Candelas". Tenía este lugar la ventaja de disponer de una rápida escapatoria, por una puerta posterior. El dueño del Mesón cuyo nombre recibía el negocio era apodado "El Cuclillo", era cojo lo que le producía una marcha bamboleante y además tuerto.

Otros lugares o puntos de reunión eran "La Taberna de Jerónimo Morco" cuñado de Balseiro en la calle de Mesón de Paredes, "La Taberna de la Paloma" en la calle de Preciados, la de "Traganiños" en la calle de los Leones y la taberna de "El Tío Macaco" en la calle del Avapiés. Todas ofrecían buen vino, buenas "cantaoras", refugio y buenas hembras con quien pasar una noche de juerga.

En su doble vida y cuando no “trabajaba” era en un perfecto caballero elegante y refinado, al que podía verse paseando por el Prado o en las plateas del Teatro de la Zarzuela, vestido a la última moda. Era un experto en transformarse, para lo cual tenía tenía un refugio en la calle de Tudescos donde disponía de todo lo necesario para transformarse, maquillarse, cambiar de ropa y de cara. Hasta se hizo tarjetas de visita como Luis Alvarez de Cobos, Hacendista en el Perú.

Se escapó varias veces de la cárcel, y en una de ellas conoció al político Salustiano de Olozaga, que se hizo amigo suyo y le introdujo en la masonería. A partir de este hecho, muchas noches Luis Candelas lucía una capa negra con símbolos masones.

Su máxima era: “El dinero está mal repartido y no es justo que mientras unos arrastran coche, los demás vayan por el lodo. Así pues, los que nivelamos las fortunas, sin matar ni hacer daño, por supuesto... ejercemos una industria que hacen mal en perseguir”. 

Otros siguen en nuestros días aplicando estas máximas de Luis Candelas y hay que reconocer que les va bastante bien pero, a diferencia del bandolero, son elegantes todo el día.