sábado, 10 de diciembre de 2016

La vacuna



 
Se conmemora por estos días el comienzo de la aplicación de la vacuna antivariólica, es decir, contra la viruela, en España. La palabra “vacuna” deriva de “vaca”, ese simpático bóvido que se ríe en las cajas de quesitos ya que la primera vacuna se descubrió a partir de estos cornúpetas gracias a las investigaciones del médico inglés Jenner en el siglo XVIII.
De antiguo se sabía que las personas que se dedicaban a ordeñar solían infectarse con el virus de la viruela vacuna, que produce ampollas en las ubres de las vacas y también en las manos y brazos de las personas que las manipulaban (en el buen sentido). Sin embargo este virus vacuno es menos peligroso que el de la viruela humana, enfermedad muy contagiosa y mortal a menudo.
Estas personas infectadas de viruela vacuna no sufrían nunca la terrible enfermedad humana. Jenner decidió probar que la viruela vacuna protegía a las personas de la viruela humana; para ello sacó fluido de una pústula (ampolla) de una mujer que se dedicaba al ordeño (de las vacas) y se la inoculó a un niño sano dándole varios cortes en el brazo e introduciendo el líquido. Unas semanas después inoculó al niño (que hacía de conejillo de Indias) con el virus vivo de la viruela humana, y el niño no enfermó. Probó con más gente y todos los inoculados nunca llegaron a sufrir la enfermedad, puesto que quedaban protegidos.
La vacuna comenzó a aplicarse en todo el mundo y en este sentido el papel de España fue determinante, pues fueron los españoles los que impulsaron una expedición a América (comandada por el insigne médico Balmis) para propagar la vacuna. Para ello se valieron de 22 niños huérfanos que eran infectados con viruela vacuna de uno en uno en cadena y hacían de reservorio. Si bien el método era algo expeditivo, por lo menos no pueden acusarnos esta vez de no haber hecho un bien a la humanidad y nuestra labor en América no sólo se redujo a matar indios como dicen algunos miserables.
La palabra "vacuna" no se hizo popular hasta el siglo XIX cuando Pasteur (descubridor de la vacuna contra la rabia) comenzó a usarla. Desde entonces se conoce como vacuna toda inoculación para prevenir una infección bacteriana o vírica.
El éxito de la vacuna antivariólica en la prevención de la enfermedad ha sido tal que hoy día, la viruela ha sido erradicada en el mundo. Tan sólo se guardan celosamente algunos cultivos por si un día es necesario fabricar nuevas vacunas.
Ojalá todos los virus se curasen hoy, pero hay uno, el del separatismo, en el que no se encuentra remedio. Esperaremos a un nuevo Jenner de la política.

Salicilatos

Se cumple hoy el aniversario del descubrimiento del ácido acetilsalicílico en 1897 por el químico Félix Hoffman, investigador de la casa Bayer, culminando así un hallazgo que comenzó en el tronco de un árbol. La sabiduría popular siempre había atribuido propiedades analgésicas y antipiréticas (contra la fiebre) a la corteza del árbol del sauce (Salix, en latín) y los indígenas americanos hacían frecuente uso de la misma.

Buchner había logrado anteriormente aislar unos cristales amarillentos de dicha corteza que se denominaron salicina y que era el ácido salicílico, actualmente poco utilizado salvo como callicida y para conservar las hortalizas (el llamado “polvo para los tomates”) aunque actualmente está prohibido en su uso alimentario, debido a su toxicidad.

Fue Hoffman el que logró acetilar el ácido salicílico, obteniéndose así el famoso compuesto llamado ácido acetilsalicílico o aspirina, que todos conocemos y que todavía sigue usándose como marca comercial en algunos países.

Aunque ha perdido popularidad por sus efectos secundarios (es un misil para estómagos delicados y puede producir gastritis y úlceras) sigue siendo un buen analgésico y previene además de los infartos y trombosis, pues impide la agregación de las plaquetas sanguíneas, causa frecuente de trombos. Para ello basta una dosis menor, con un cuarto de pastilla de aspirina es suficiente.

La aspirina ha acabado con las cefaleas que originaban los largos discursos de próceres caribeños (Ahora la mayoría han muerto y ya no es necesaria), insoportables ruidos del vecino de arriba, cónyuges y suegras con verborrea abundante y profusa y otros trastornos de la vida cotidiana. Por ello, siempre habremos de darle gracias a la blanca pastillita de nuestros amores, que de algún apuro nos ha sacado.

Y que sea por muchos años.