lunes, 9 de marzo de 2009

Cómo librarse de pelmazos telefónicos

El otro día escribí un artículo sobre esas visitas religiosas que diversas confesiones efectúan a nuestros hogares y que motivan las más curiosas estrategias para quitárselas de encima. Sin embargo, hay otras intrusiones bastante peores, a causa de su frecuencia y horario. Me refiero a esas llamadas telefónicas no deseadas ni necesarias que turban nuestra paz y que parecen efectuarse con alevosía —generalmente a la hora de la siesta o a primera hora de esa mañana de sábado o de ese día que no tenemos que trabajar— motivando un fuerte enojo y bruscas ganas de defecarse en el emisor de la llamada. Algunos ejemplos verídicos que le han ocurrido al que suscribe son:

  • ¿Oiga? ¿Es el Santander Central Hispano? (ya me gustaría a mí serlo).
  • ¿Hablo con Don Fulano de Tal? Gusto de conocerle (acento sabrosón). Mi nombre es Gladys y le llamo de la compañía X. Le estamos ofreciendo un paquete de teléfono, Internet, televisión y judías con chorizo por sólo 30 € al mes. ¿Qué le parece?
  • ¿Don Fulano de Tal? Encantado de saludarle, estamos haciendo una propuesta de tres libros de cocina por sólo 10 € a los vecinos de este barrio. ¿Qué le parece? (Me parece lo mismo que el caso anterior, que se vayan a esparragar).
  • ¿Está la Quiteria? (Durante los años de mi juventud era frecuente esta llamada en la casa de mis padres, hasta el punto que me he quedado con las ganas de saber quién era la Quiteria).

Pero para alegría de todos los usuarios, hay un método bastante eficaz que permite bloquear estas llamadas en horas no deseadas. Basta con disponer del servicio de desvío de llamadas de Telefónica (supongo que también existe en otros operadores) y desviar las llamadas al 068 (servicio “No molesten”) para que desde ese momento el teléfono deje de sonar y todas las llamadas vayan al contestador automático. Cuando nos levantemos después de nuestro merecido descanso, basta con escuchar los mensajes por si hay alguno importante. Lógicamente, hay que acordarse asimismo de quitar el desvío o no nos llamará ya ni el gato.

Este método tiene el inconveniente de que a algunas personas no les gusta dejar mensajes, y podamos perder alguna llamada de interés. Podemos entonces aplicar la opción B que consiste en desviar las llamadas al móvil y después apagar éste. Al encenderlo, nos podremos asimismo encontrar mensajes, o bien llamadas perdidas con el número correspondiente al cual podremos contestar si éste nos es conocido.

La única precaución es, lógicamente, acordarse de quitar el desvío y/o encender el móvil si se ha desviado aquí, porque en caso contrario quedamos incomunicados y si sucede algo urgente, no nos enteraríamos hasta pasado un tiempo.

Ya os lo digo, mano de Santo, no volverán a daros la plasta.

sábado, 7 de marzo de 2009

Apostolado doméstico


Las personas suelen ser de costumbres, ideas y tradiciones arraigadas, por lo que es difícil convencerlas para que las renueven y sustituyan por otras. Por eso, puede parecernos simplemente extraño ese método que utilizan los miembros de algunas confesiones religiosas, y que consiste en abordarnos por las calles o llamar a nuestra puerta para dar una charla en la que se nos intenta persuadir de las bondades de su fe y así convertirnos a ella.


Son los Testigos de Jehová los que más frecuentemente adoptan este tipo de técnicas de captación. No digo yo que no consigan adeptos de esta forma; de hecho es como han conseguido engrosar así sus filas de fieles, pero debe ser un trabajo ímprobo y creo que deben abordarse miles de personas con este método para poder convencer a una.

Otras dos creencias de esta particular confesión que suscitan recelo en el resto de la sociedad son su idea de que el mundo se acabará pronto y su negativa a las transfusiones sanguíneas. Sobre la primera, afortunadamente ya no dan una fecha fija, porque se han equivocado un montón de veces, pero aún recuerdo a finales de los 70, cuando decían que el fin del mundo sería en 1975 y el desasosiego que generó aquellos en numerosas personas, incluyendo al que esto escribe, y que en esa época era un niño fácilmente impresionable, como es de suponer. Asustando no se ganan adeptos.

En cuanto a la negativa a las transfusiones, se basa en un pasaje de la Biblia que dice que no se coma sangre, lo cual es susceptible de diversas interpretaciones y, por tanto, muy discutible. La Voluntad de Dios no puede ser que muera una persona si existe un medio para la curación en forma de sangre, donada además por otro ser humano en uno de los mayores actos de generosidad y amor al prójimo que pueden darse. Esta negativa plantea asimismo un problema moral y legal en el médico, cuyo código ético le obliga a salvar la vida.


Se puede entender que una persona se niegue a aceptar una transfusión para ella misma, aunque no se comparta, pero dejar morir a un hijo es una acción totalmente inaceptable para la mayoría, máxime cuando son niños pequeños sin posibilidad de decidir, e incluso jóvenes adultos que además ni siquiera eran Testigo de Jehová, pero estaban inconscientes y no podían otorgar su autorización a la transfusión.


En fin, que queden con Dios, pero a mí no me convencerán. A propósito de este asunto, un matrimonio andaluz ha colgado de su puerta el original cartel que a continuación se reproduce para evitar así este tipo de visitas. Saludos cordiales.