sábado, 13 de diciembre de 2014

El Diccionario de Madoz


Hoy es el aniversario del fallecimiento en 1870 de D. Pascual Madoz, insigne intelectual y político que se hizo conocido por haber publicado un monumental diccionario en 16 volúmenes en el que se registran todos los datos de las ciudades y pueblos de España en esa época (1846-1850). El nombre exacto de la obra es "Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar" y su consulta es curiosa y muy eficaz.

De cada localidad, además de citar sus límites, partido judicial y eclesiástico al que pertenece, etc. también se indica el número de casa de que consta así como la población de la misma, tanto en vecinos como en almas —que no sé muy bien cuál es la diferencia, pues si se observa, se ve que son más las almas que los vecinos—, el clima que hace y las distancias a otras poblaciones (en leguas).

También se adjuntan otras datos, como el número de iglesias y parroquias de que dispone (con su correspondiente dotación de curas y presbíteros), número de reclutas para los reemplazos del ejército y una interesante estadística criminal, mediante la cual he podido saber que en el pueblo de mi mujer en aquellos tiempos se cometieron 25 delitos de homicidio y heridas con 3 armas de fuego de uso lícito, 2 de ilícito, 4 armas blancas permitidas, 2 prohibidas, 5 instrumentos contundentes y 4 instrumentos o medios no espresados (sic).

Se puede consultar pues hay una versión on line, con diversos listados de los pueblos de cada provincia:

Ya podemos ver cómo vivían y eran nuestros antepasados.

domingo, 24 de agosto de 2014

San Bartolomé y la estética.




El calendario nos recuerda que hoy es San Bartolomé, uno de los Apóstoles y posiblemente el Natanael que se cita en la Biblia. Patrón de numerosos pueblos de España, es conocido entre otras facetas por lo desagradable de su martirio. Fue desollado vivo antes de decapitarlo, y por eso también es el patrón de los curtidores y los dermatólogos, además de tener fama de obrar milagros en las enfermedades de la piel.

En estos tiempos artificiosos en que muchos hombres y mujeres amigos del look juvenil se estiran la piel en un vano intento de recuperar la juventud —aunque sólo a efectos estéticos— convendría que recordaran a San Bartolomé y mediten que esas cosas no se deben hacer por gusto pues el tejido dérmico es sagrado; entre otras cosas, porque en el van impresos de manera imperceptible nuestra vivencias y valores, nuestros caracteres y nuestra forma de ser. Arrancárselo voluntariamente no debe ser del agrado del Santo por las causas citadas sobre su martirio, y no creo que rezarle para que las operaciones estéticas salgan con bien sea lo más adecuado.

De hecho, en los frescos del Juicio Final que pintó Miguel Angel, San Bartolomé resucita el último día exhibiendo orgulloso su pellejo tan bárbaramente despojado, como puede comprobarse en la imagen de arriba. Y es que las personas deben sentirse agradecidas con su cuerpo y no manipularlo artificiosamente aumentándose las tetas de tamaño o arreglándose la nariz, salvo que las deformaciones sean acentuadas en exceso. Somos lo que somos por algo y los planes del Cielo  no deben alterarse con  la tecnología.

martes, 17 de junio de 2014

Nacionalismo español (I)


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La primera vez que me llamaron “nacionalista español” en un lóbrego piso compartido de una ciudad del Norte, sentí una curiosa mezcla de halago y extrañeza. Por un lado, eso de que a uno le llamen nacionalista hasta puede regalar los oídos, dado que esta especie de bípedos está muy bien vista por las gentes modernas de este solar plurinacional. Sin embargo, por otro, me sentí raro, dado que se me calificaba con un apelativo que yo mismo rechazaba abiertamente.
Después vinieron más veces, éstas ya protagonizadas por algunos conocidos y familiares que podrían encuadrarse en lo que muchos llaman progresía, y ya el término se me empezó a antojar molesto, pues descubrí que lo que realmente querían decirme estos artesanos del pensamiento único es que yo era un “facha”, vocablo que se aplica por extensión a todos aquellos que no siguen las máximas de lo establecido como correcto en esta zapatérica España en la que nos encontramos cuando escribo las primeras líneas de este ensayo heterodoxo.
Muchos de los calificados como “fachas” nunca fuimos franquistas, fascistas, falangistas ni nada por el estilo, sino más bien todo lo contrario. El que esto escribe desciende de honrados republicanos, participó en asambleas y en manifestaciones durante su época de estudiante que solían acabar en curiosas carreras pedestres —ejercicio hoy día impracticable a causa de una prominente barriga y un espolón en el calcáneo que martiriza de vez de cuando—, fue amenazado por elementos ultraderechistas tras alguna discusión, firmó manifiestos por la libertad de presos políticos e incluso alguna vez votó al PSOE, aunque esto último queda ya casi en las antípodas de la memoria.
Así, pues, no creo ser fascista, simplemente me aconteció lo mismo que a Neo, el personaje protagonista de Matrix —film cuasi premonitorio de los hermanos Wachowski— cuando un destacado miembro de la Resistencia al sistema le da a escoger entre dos comprimidos: uno azul, que le haría olvidar la conversación manteniendo su vida inalterada, y otro rojo que constituía el ingreso al mundo real. Él se tomó la pastilla roja; muchos de nosotros también. Lo único paradójico es el color de la medicación.

viernes, 23 de mayo de 2014

Para ti


Como es el que esto escribe ya no es un mozo, anda cada día más rememorando episodios de su vida prétérita y bucea en los recuerdos de la juventud perdida, que quizás no fue mejor que la época actual pero indudablemente en aquellos tiempos era bastante más guapo que ahora. Después de cavilar un tiempo llega uno a la conclusión de que todos aquellos que vivimos esa etapa gloriosa de principios de los 80 teníamos mucho en común. Una generación rebelde aunque aseadita, donde la estética postmoderna y pseudopunk ocultaba en su interior ideales de libertad que nunca se fueron y vuelven a aflorar en estos tristes tiempos para señalar críticamente los desbarajustes que día tras día se cometen.

Muchos de los miembros de aquella Gran Generación, que anduvimos con nuestra música y nuestros sueños por los sitios de moda de aquel entonces, andamos enfrascados hoy en la pugna contra la progresía demoledora y el cáncer nacionalista que todo lo corroe. Curiosamente la mayoría de los artistas de esa época no engrosan las listas de titiriteros de la ceja, lo cuall dice bastante
En su libro La ciudad que fue, Federico Jiménez Losantos opina que la canción principal de aquella movida madrileña que acabó con el predominio cultura y musical de Barcelona fue el famosoPara ti, mítica canción de amor compuesta por el grupo Paraíso, precursor de La Mode, que también la incluía en sus actuaciones. Un servidor también apoya tal teoría
En realidad, no se sabe muy bien a quien va dirigida la letra, pero en ella se averigua el espíritu de una generación que todavía pervive y se enfrenta con mayor o menor energía al pensamiento único y a toda imposición más o menos encubierta o disfrazada de buen rollito.
Parafraseando la letra de la inmortal canción, nosotros ya no tenemos quince años y ya no podemos rascarnos la melena pero seguimos viviendo en tiempos asesinos y seguimos siendo generadores nuestros escritos. Seguimos sin soportar los rollos horribles que nos pretenden colar algunos y al frente se abre un horizonte de esperanza donde las Cortes dejen de ser un cine mudo y se olviden las lenguas viperinas y los críticos seniles para los nuevos tiempos donde las ideas de España y Libertad estén en la mente, el corazón y el espíritu de todos.
Para ti queremos otear el paraíso.

La estación fantasma



Uno de los recuerdos que impregnan más vivamente la memoria de este cronista de lo político y de lo cotidiano son los paseos que me daba por Madrid con mi abuelo (q.e.p.d). Él fue quien me enseñó a querer la Villa y Corte a base de recorrerla por las principales calles, plazas y rincones que conforman esta capital de la Gloria y a sentir el ambiente cosmopolita a la par que entrañable que en ellas se respira.

Muchos de estos itinerarios pedestres requerían el lógico complemento del transporte público, sobre todo en el Metro, mucho más del gusto de los madrileños y más rápido que el autobús. Fue precisamente en una de estas excursiones cuando mi abuelo me hizo notar que íbamos pasar por una estación abandonada en la que el tren no se detenía. La visión era fantasmagórica aunque duraba unos breves segundos: andenes solitarios, paredes negruzcas y un tétrico aspecto que recordaba el de una película de terror o de ciencia ficción apocalíptica o como si el tiempo se hubiera congelado en una suerte de tragedia.

Era la estación de Chamberí, abierta en 1919 cuando Alfonso XIII inauguró el ferrocarril Metropolitano de Madrid, y cerrada en 1966 cuando se ampliaron los trenes desde los cuatro vagones originales a los seis actuales, lo que llevaba aparejado a su vez la ampliación de los andenes. La que nos ocupa presentaba dificultades técnicas por hallarse en curva y además se encontraba muy próxima a las de Bilbao e Iglesia —inmediatas anterior y posterior— por lo que se decidió su clausura. A partir de entonces, todos los que pegaban la nariz al cristal cuando el tren pasaba por allí podían contemplar el tenebroso espectáculo, salpicado a su vez de leyendas sobre antiguos enterramientos de monjes en el solar que ocupa y que hablan de apariciones y susurros misteriosos en la antigua estación.

El año 2008 ha sido rehabilitada como Museo y puede bajarse a visitarla, como éste que escribe lo ha hecho en días pasados. Es una auténtica maravilla contemplar los antiguos anuncios publicitarios en mosaico pintado, los vetustos carteles indicadores, las taquillas y los pasillos de azulejo blanco. Prácticamente todo es original, pues al cerrarse tan apresuradamente se ha conservado casi íntegra. Mientras el observador se deleita el tren sigue pasando como siempre, con su ruido ensordecedor, para demostrarnos una vez más que la vida sigue pero los recuerdos quedan.

Queden aquí unas instantáneas de este viaje a la memoria.









sábado, 19 de abril de 2014

Vascones y vascos

Según diversos historiadores, los vascones eran tan iberos como los de otras partes de España, hecho éste tiraría por tierra las ilusiones de los nacionalistas. Esto es discutible, aunque para los romanos no lo fuese tanto pues consideraban similares a todos los habitantes de la Península. Más difícilmente creíbles, no obstante, son las pretensiones de los nacionalistas, para los cuales los vascos son los descendientes de un antiguo pueblo milenario —siete mil años por lo menos, según sostenía el inefable Ibarreche— que tendría unos orígenes ancestrales en Túbal, nieto de Noé y llegado poco después del chaparrón, o quizás en la figura mítica de Aitor que había llegado del Este y cuyos siete hijos fundaron las siete tribus originales vascas.

Lo que sí es cierto es que los vascones no vivian en la actual Euskadi, sino que ocupaban originariamente un territorio que abarca lo que hoy es Navarra —su capital era Pompaelo, la actual Pamplona, fundada por Pompeyo sobre la ciudad vascona de Iruña— y tan sólo una pequeña parte de Guipúzcoa que comprendía la franja oriental de la misma, es decir, la zona de Irún (la antigua Oiasso). La lengua de los vascones era el euskera primitivo, lingua navarrorum según los romanos, aliados suyos que les entregaron posteriormente las tierras de otros pueblos vencidos. De este modo, el territorio vascón se extendió por una parte hasta la Rioja (Calagurris y Graccurris, las actuales Calahorra y Alfaro) y, por otra, hasta las tierras de Aragón que ocupaban los jacetanos —Jaca y zonas limítrofes— y los suessetanos (la comarca de las Cinco Villas en Zaragoza cuya ciudad principal era Segia, la actual Egea de los Caballeros). Así pues, que nadie se extrañe si algún día los nacionalistas vascos reclaman Jaca, Calahorra o Ejea de los Caballeros basándose en esto.
Las actuales provincias vascas estaban pobladas por várdulos, caristios y autrigones, pueblos de origen celta para muchos historiadores. Ello explica la veneración a los árboles (caso del de Guernica), una costumbre típicamente celta, o el símbolo del lauburu, variante curvilínea de la esvástica sánscrita y que aparece ya en primitivos grabados hindúes. Los várdulos ocupaban la mayor parte de los que hoy es Guipúzcoa, los caristios se situaban en Vizcaya y los autrigones en la zona de Álava.

Los vascones, tras la caída del Imperio Romano, habrían comenzado a adentrarse en las actuales provincias vascas a finales del siglo VI d.C y aquellos pueblos celtas que las habitaban terminaron por someterse y se vasconizaron, de ahí el nombre de Provincias Vascongadas, es decir vasconizadas, y la causa probable de que esta denominación les guste tan poco a los amantes de recoger nueces, que entonces no serían vascones, sino que habrían sido “vasconizados” por los antepasados de los navarros y de algunos riojanos y aragoneses.



Tampoco puede afirmarse que los vascones fueran una raza aparte, pues parecen ser el resultado de la mezcla de varias etnias primitivas. La hipótesis del posible origen bereber de los vascones está descartada por algunos autores mientras que otros la sostienen, pero esto quedará para otro día.


viernes, 18 de abril de 2014

Noche de Jueves Santo


Es noche de Jueves Santo y el Metro me conduce con su traqueteo monótono y cada vez más amortiguado a las viejas calles que inmortalizara Boccherini, refugio de turistas, santuario de la pretérita modernidad, centro del rompeolas de las Españas. La noche ha caído ya sobre Madrid y las gentes se arremolinan cerca del mercado de San Miguel a la par que se oye el redoble de los tambores. Está cerca la procesión de Jesús Nazareno “el Pobre” y María Santísima del Dulce Nombre. Los guiris contemplan ensimismados el espectáculo de gloria y tragedia mientras hacen fotos que luego exhibirán en lugares remotos como una costumbre spanish de lo más exótico, mientras las señoras contemplan arrobadas las imágenes, lloran y aplauden. Los inoportunos (que también los hay) se empeñan en empujarnos para pasar al otro lado donde les espera otra muralla de gente que también pondrá reparos a su presencia. Lo de casi siempre.
Sevilla también está aquí, o al menos dos de sus pasos más famosos: Jesús del Gran Poder, silencio, nazarenos que visten de negro; La Esperanza Macarena, música y trompetas que acompañan el dolor de la Madre. Son réplicas de las originales pero la devoción es la misma. Jesús da la vuelta en la plaza del Conde de Miranda entre aplausos del gentío. A su lado, un edificio en el que destacan el escudo con la mitra y las llaves de San Pedro y la bandera blanca y amarilla del Vaticano. La embajada de Roma en Madrid y la embajada sevillana, que son las imágenes.
Nazarenos, trompetas, tambores, flores, incienso, costaleros, damas con mantilla y peineta enlutadas en toda su extensión. Toda la iconografía de la Semana Santa que se despliega en esta noche de abril y vuelve a recordarnos que la fe, sea sentida o dormida, se encuentra en el corazón de todos nosotros. Y en los balcones, banderas que vienen a rememorar la unión patria con sus tradiciones. Ésta es la vieja España, legendaria, heroica, que decía Azorín.
Esto es la Semana Santa. Esto es España.

miércoles, 22 de enero de 2014

Y desde entonces Castilla no se ha vuelto a levantar

El día de San Jorge de 1521 las tropas comuneras fueron derrotadas por el ejército imperial en Villalar, pueblo cercano a Tordesillas. Esta batalla supuso el fin de la revuelta comunera en Castilla, aunque las ciudades de Madrid, Toledo y Alcalá de Henares resistieron un tiempo. Los jefes Padilla, Bravo y Maldonado fueron ejecutados en Villalar, y después corrieron su suerte muchos de los dirigentes de la Junta Santa, que era como se denominaba a la Junta de Comunidades.

Mucho se ha hablado de los comuneros castellanos y su revolución, probablemente la primera de la historia moderna, ha dado pie a diversas interpretaciones. Para algunos historiadores no fueron más que unos reaccionarios que intentaban prolongar el poder de la antigua nobleza frente al nuevo rey y emperador Carlos I. Sin embargo, la mayoría coincide en que la rebelión fue un acto de fuerza contra la actitud autoritaria del Emperador, que llegó a España esquilmando a sus pobladores a impuestos y colocando en el poder a sus consejeros flamencos que no sabían ni una palabra de español y gobernaban despóticamente. Tengamos en cuenta que Castilla era entonces la región más poderosa y rica, siendo por ello expoliada económicamente para sufragar los gastos imperiales que eran cuantiosos, ya que incluían partidas incluso para pagos en Alemania. Desgraciadamente la gesta de los comuneros es aprovechado por una minoría radical que aprovecha este día para llenar la campa de Villalar de extrañas banderas castellanas con una estrella roja que no sería muy del gusto de Padilla, Bravo y Maldonado.

La derrota castellana supuso el comienzo del declive de Castilla, cuyos habitantes fueron definitivamente el blanco principal del Emperador para conseguir dinero, lo que originó su ruina económica y el fin de su importancia y pujanza en el conjunto de España. Padilla, Bravo y Maldonado dieron su vida por defender las libertades de una Castilla fuerte que seguramente hubiera hecho una Nación Española más fuerte.

Hoy día, Castilla languidece y es la región más despoblada de España, si se exceptúa el caso especial de Madrid. Para colmo, ha sido troceada en cuatro o cinco comunidades autónomas en un ejercicio de despropósito que no pareciera tener otro fin que seguir prolongando esa debilidad.
Un servidor, como ya ha expresado múltiples veces, no es partidario de las autonomías, pero es madrileño y, por tanto, castellano. Por eso, ya que estamos metidos en el juego, no estaría de más que se acometiera un proceso para reunificar Castilla, lo cual sería provechoso para el Estado (menos autonomías, menos cargos y menos gastos) y rehabilitaría histórica y económicamente a esta región, parte fundamental e imprescindible de la esencia de España.
Fuerza y Honor.


La pera irrigadora


Han caído en desuso últimamente una gama de artilugios que antaño se usaban eficazmente para el tratamiento de todo tipo de dolencias. Tal es el caso de aquellas vetustas técnicas denominadas enemas, lavativas o clísteres, mediante las cuales se introduce un líquido en alguna cavidad del organismo utilizando una pera irrigadora o una cánula conectada a un depósito. Por este último método es posible meterle a un usuario más de un litro de agua en un santiamén. La vía de entrada del enema puede ser cualquiera, pero la más extendida es aquella que todos suponemos y aunque también haya lavativas de oído, oculares o nasales (pues orificios el cuerpo humano tiene varios) todas las mentes siempre se dirigen velozmente al nefando agujero. Por este camino oscuro cumplían sin apenas riesgo, aunque con asaz molestia, la importante función de facilitar la evacuación intestinal a todo tipo de gentes. 

En nuestros días es raro que se prescriban muchas lavativas —salvo para limpiar los intestinos en caso de exploración radiológica, preparación al parto o previo a la cirugía— por lo que el comercio de peras de goma para la irrigación no tiene la pujanza de otras épocas. Aun así y con todo, todavía se pueden encontrar en las farmacias españolas este tipo de adminículos, muy útiles asimismo para otros menesteres como quitar el polvo a las lentes de cámaras fotográficas o telescopios, que suelen ser los que motivan un aumento en las ventas de dichos artículos.

No vendría mal que se popularizara el uso de las irrigaciones, pues los defensores de las mismas argumentaban en tiempos pretéritos que las purgas permitían eliminar miasmas y contribuían a la salud del cuerpo y la mente. En Francia, Luis XIV popularizó el uso de las lavativas que estuvieron mucho de moda. No se sabe si se curaron de sus males, pero a buen seguro que cagaban todos de maravilla. Asimismo, el gran Camilo José Cela afirmaba que era capaz de absorber un litro de agua por conducto anal, a lo que posiblemente debía su lucidez.

Como en esta sociedad nuestra no abunda precisamente la claridad de ideas, mal no estaría que alguno recurriera a estos enérgicos remedios para solucionar las empanadas mentales —bien adquiridas por uno mismo, bien transmitidas por políticos varios, plumillas y otras especies— que abundan en nuestro entorno como champiñones tras las lluvias, siendo de este modo eficazmente combatidas y contribuyendo por tanto a la lucidez del pensamiento y de las ideas. Se ha intentado sustituirlas por el bífidus, pero estas bacterias no poseen la potencia catártica de las lavativas, aunque la publicidad diga que regularizan mucho el tránsito.
En tiempos decadentes a veces sólo valen soluciones drásticas, por molestos que parezcan; además ya se sabe que a todo termina uno por acostumbrarse. Al fin y al cabo, nos están irrigando todo el día por ahí y ya ni nos enteramos.


Aunque lo mejor sería que se purgaran ellos.