miércoles, 31 de agosto de 2011

Firenze, Toscana, Italia


Florencia, la cittá dei fiori. La ciudad de las flores donde conviven la memoria y las obras de Miguel Ángel, Dante y el Giotto, Sede universal del Renacimiento y corazón de la vieja Toscana que atraviesa el Arno. No tiene Florencia el pasado esplendor y la majestuosidad de Roma, ni tampoco el romanticismo de Venecia, pero sí el encanto del tiempo y el de la belleza en las Artes. Todo aquel que pasea por sus calles y plazas es como si experimentara un viaje en varias etapas por el túnel de la Historia.

Por un lado, hasta los confines del Medievo con sus damas,trovadores y príncipes; por otro, hasta el siglo XIX cuando se formó la Italia moderna. Incluso podría añadirse un tercer periplo que nos lleva el neorrealismo de los años 50 y60: callejones adornados de bicicletas, ese olor sempiterno a tomate y especias para la pasta que a veces parece inundar toda Italia y señoras que vociferan desde los balcones la hora de la comida — ¡“Il pranzo!”mientras niños que de mayores serán varones de perfiles cesáreos o modelos de Armani juegan despreocupados a sus eternos juegos que no tienen edad.

Hay mucho paralelismo entre la Toscana y Castilla pero también entre España e Italia. Las primeras comparten el ser la cuna de sus lenguas nacionales y también el recuerdo de la Edad Media; también desgraciadamente el ser regiones menos industrializadas lo que les obliga a vivir en gran medida del turismo de tipo histórico, aunque Castilla está aún más despoblada.

España tiene mucho en común con Italia, incluso más si cabe que con Portugal, siempre teñido de saudade. El carácter de españoles e italianos es más abierto y similar; los españoles más serios y desconfiados, aunque ello forma parte de la evolución de la sociedad española, siempre en declive en los últimos tiempos. Las costumbres son asombrosamente similares, desde la presencia en Italia de salones de “bodas, bautizos y comuniones” (así se anuncian en la radio literalmente) hasta los chistes de Jaimito (aunque allí el pérfido mozalbete tiene otro nombre, que no recuerdo).

Pero, sobre todo, Italia y España son los herederos más próximos de la antigua Roma, los que asimilaron la lengua y la cultura latinas y las perpetuaron por los siglos de los siglos. Aunque las Alianzas de Civilizaciones y la nueva Inquisición de lo políticamente correcto intenten hacer olvidar esto, nunca podrán acabar con ello.

Somos romanos que hablan español.


lunes, 1 de agosto de 2011

No quedan días de verano


No quedan días de verano, que dijo Amaral y, desde luego, tampoco hay fechas en el calendario para perdonar lo que has hecho, como apuntó con tristeza Rubén Múgica aunque esta vez no se refiere sólo a los asuntos del Norte, que ya es. Sentiremos tu ausencia y nos acordaremos de ti, tenlo por seguro, pero no porque te echemos de menos sino porque tenemos bien presente lo que nos has dejado; no se puede borrar lo pasado en estos siete años negros.


Siete años de desgracia, como si se hubiera roto el espejo de España por una maldición de Némesis, la que castigó a Narciso a enamorarse de sí mismo y a quedar atrapado en el charco de agua observando su propia imagen. Otros nuevos imitadores de aquel mito quedaron también embelesados hace un tiempo, como si la imagen que devolvía el espejo fuera maravillosa. Mas no, era sólo un espejismo, un sueño de la razón que nos llevó a creer que éramos dioses cuando nuestra verdadera naturaleza era solo de ídolos de barro.


Siguió girando, no obstante, el tiovivo de las ilusiones y de los engaños durante siete años hasta que la realidad se abrió paso y todos la contemplamos con el corazón en un puño. El camino escogido había sido el peor de todos, pero fue bueno y bonito mientras duró, por lo menos al principio. Ahora la senda se torna áspera, dura y llena de obstáculos, vendrá el llanto y el crujir de dientes, pero todavía incluso a pesar de ello habrá ciegos de mente que achaquen los males a entes difusos: los mercados, los especuladores, el destino.


El futuro que nos dejas es incierto y lleno de negros nubarrones que acechan sobre nuestras cabezas a la espera del trágico desenlace que muchos presienten y que casi todos esperan. Porque esto no hay quien lo arregle en mucho tiempo, ni las gaviotas, ni mucho menos las rosas.


Ahora caminaremos con recelo para no volver a caer en otro desengaño. No volvamos a ser ingenuos. No volvamos a creer en otro como tú.


Desde luego si pienso en ti, siento que esta vida no es justa.