miércoles, 29 de julio de 2009

Estoy hasta el gorro de obras (de los demás)


La Humanidad ha avanzado gracias al esfuerzo del hombre y su trabajo, como puede comprobarse viendo las grandes obras de arquitectura de pasados tiempos, que despiertan hoy admiración en nosotros. Por ello no tengo nada en contra de las obras y reformas de construcción en viviendas y locales. Eso sí, deberían regularse a unas horas decentes para que los vecinos adyacentes no terminemos con nuestro aparato auditivo y nuestro sistema nerviosos destrozados. Actualmente padezco de vez en cuando esporádicos ataques a mi intimidad a base de maza y escoplo, provenientes de alguna casa vecina. Ya otros anteriormente tuvieron el gusto de obsequiarme con semejante sinfonía durante veranos pretéritos.

Uno de los recuerdos de mi juventud era precisamente una vecina con aires de grandeza (suelen ser los más aficionados a estos menesteres) que continuamente estaba haciendo obras en la casa. Los golpes eran continuos durante gran parte del día, y esto ocurría varias veces al año. Los demás vecinos aguantábamos estoicamente, porque siempre se piensa que a todos algún día nos tocará hacer alguna chapuza y entonces seríamos nosotros los creadores de estos formidables desaguisados acústicos.


Sin embargo, esta teoría no guarda una equivalencia justa, pues siempre hay alguno que parece estar obsesionado con dichas actividades esperando que su casa pase algún día a formar parte de las siete maravillas del mundo, por lo que realiza estas tareas tres o cuatro veces al año, mientras que otros con menos posibilidades dinerarias o para preservar su salud física y mental (mi caso), sólo las efectúan cuando es estrictamente necesario.


Por ello, creo que debería regularse por los ayuntamientos que las licencias de obras se concedieran con una cierta periodicidad en el tiempo para las viviendas particulares, y si el aficionado a las reformas las acomete sin licencia, denuncia y puro al canto.
Igualmente, las horas de reposo (siesta) antiguamente eran horas de silencio según muchas Ordenanzas Municipales, pero eso hoy en día los de las reformas se lo pasan por el forro, aunque creo que dichas Ordenanzas siguen vigentes.

Asimismo las horas deberían circunscribirse a períodos y horarios razonables. Una vez casi me como al vecino de arriba porque se puso dos domingos seguidos a las 8 de la mañana con una sierra mecánica, convirtiendo mi dormitorio en la erupción del Krakatoa. Ante mis denuestos, lo único que se le ocurrió al sujeto en cuestión es que no tenía otro día para hacer. tamaña tarea Lógicamente, la contestación que le di es que yo no tengo otro día para descansar.


Creo que cada vez debemos valorar nuestra calidad de vida, y no tenemos porqué aguantar a esos insoportables vecinos con complejo de faraón a costa de nuestras sufridas neuronas y trompas de Eustaquio. He aquí otra revolución pendiente.


Saludos en silencio.

jueves, 23 de julio de 2009

Los "reyes holgazanes"









Frecuentemente en los pueblos de España las tiendas y establecimientos de la localidad llevan el nombre del Patrón del lugar o el de un personaje histórico, de tal modo que desde la funeraria hasta el salón recreativo se llamen San Cucufato, por ejemplo. Hace un año, tuve ocasión de comprobar aquesto mientras caminaba por las calles de la asturiana ciudad de Pravia, pudiendo observar en muchas tiendas y establecimientos un nombre que casi ni recordaba, y que, desde luego, no conocen ni por asomo los damnificados de la LOGSE.

Me refiero al rey Silo, cuya estatua (arriba) se alza en una de las plazas principales de la localidad praviana, antigua sede del reino de Asturias desde que el propio Silo trasladó aquí la corte desde Cangas de Onís. Rebuscando entre mis entendederas recordé que este monarca fue uno de los “reyes holgazanes”, así llamados porque prefirieron el talante y la paz con los moros a guerrear con ellos. Estos precursores de la Alianza de Civilizaciones reinaron desde el año 768 al 791 e incluyen una lista cronológica formada por Aurelio, Silo, Mauregato, y Bermudo I el Diácono al que le debían ir más los asuntos de sacristía que las tareas de gobierno, visto su apelativo.

Atrás habían quedado las gestas de Don Pelayo en Covadonga y también el rey Favila, del cual sólo se sabe que lo mató un oso. Tras los reinados de Alfonso I y de Fruela I que continuaron batallando con la morisma, llegaron estos hombres de paz y se acabó de momento la Reconquista, llegándose incluso en tiempos de Mauregato a establecer el ominoso tributo de las cien doncellas que se entregaban a los árabes a cambio de pazzz. Paz, qué palabra tan bella y tan manipulada cuando no se tienen ideales o el único ideal es la cobardía.

Afortunadamente, después del clérigo Bermudo reinó Alfonso II el Casto, en cuya época se descubrió el sepulcro de Santiago, y luego Ramiro I que derrotó al enemigo en la batalla de Clavijo y en cuya victoria fue decisiva la intervención de Santiago Matamoros, que se presentó en pleno campo de batalla cargándose a setenta mil sarracenos, según cuentan los cronicones. El talante se acabó, como acabaron los reyes holgazanes y al final ganaron los que tenían que ganar, como en toda historia que se precie.

También hay "holgazanes" en nuestros tiempos, que gustan de alianzas extrañas y que no reciben a un primer ministro porque están cansados. Pero esa es otra historia y yo prefiero quedarme con la del Rey Silo, que tiene nombre de confitería y de agencia de seguros (por lo menos en Pravia) y que yace con su esposa Adosinda en la iglesia de Santianes, considerada monumento nacional (ahora, monumento estatal). En dicho templo además hay una piedra laberíntica en la que puede leerse, a modo de sopa de letras medieval, una curiosa inscripción relativa al monarca y de la que dejo la correspondiente reseña de la Wikipedia:

http://es.wikipedia.org/wiki/Piedra_laber%C3%ADntica_del_rey_Silo

Pásenlo bien Vuesas Mercedes.

martes, 14 de julio de 2009

Plasma y cataplasma

Un servidor tiene su PC bastante actualizado, dentro de sus posibilidades, y entre los periféricos correspondientes cuenta con su nueva pantalla plana de cristal líquido. A mí me gustaban más las pantallas viejas, porque daban un color más bonito y un brillo genial (muchos expertos también coinciden en esto), pero los tiempos cambian y hay que adaptarse a la modernidad.

Probablemente por esta moda ya va para dos años que echó el cierre la empresa catalana Tecnimagen, que era la última que fabricaba en España televisores con tubo de rayos catódicos (Isabel y Fernando). Estos aparatos ya no se vendían en las tiendas, sino solamente por catálogo y no han podido superar la atroz competencia de las pantallas LCD y de plasma.

Otro viejo símbolo de la España eterna se hunde en el abismo del olvido. Todos recordamos aquellos enormes aparatos que pesaban un combro y que daban sudores a la hora de transportarlos, aunque fuera simplemente de una habitación a otra. Más de una hernia, luxación y calambres varios han sufrido aquellos valientes que se aprestaban a dicho traslado ante los requerimientos de su señora, pues ya se sabe que las féminas son bastante aficionadas a la renovación de ambientes hogareños, para desespero y tribulación de los maridos, otra raza hispánica en peligro de extinción ante la pléyade de divorcios, homofobia y salidas del armario que caracterizan esta maravillosa época que nos ha tocado vivir.

La vieja tele era además una especie de altar doméstico, con sus iconos que expresaban los gustos y costumbres de una época. Encima del aparato receptor se colocaban figuritas de alabastro, toros y bailaoras flamencas, un recuerdo de Alicante que nos trajo el vecino de al lado cuando fue de vacaciones y un mantelito de ganchillo que lucía la mar de mono. Ahora, en cambio, el seísmo tecnológico derriba esos viejos símbolos al igual que ZP derriba todo, a modo de seísmo político.

Debo ser un antiguo, pero a mí me gustaban aquellos armatostes, al igual que beber en botijo o fumar puros. Supongo que no soy políticamente correcto, pero así soy feliz. Sin embargo, seré más feliz todavía cuando ZP y su cuadrilla de palmeros sean también eso, un mal recuerdo de una época de plasma y cataplasma.

Saludos cordiales.


domingo, 12 de julio de 2009

Reflexiones en un 12 de Julio

En estas alturas del verano algunos medios de comunicación, cada vez menos, por desgracia, nos recuerdan a los españoles aquel trágico doce de julio cuando fue asesinado Miguel Ángel Blanco. Los años van pasando y su recuerdo se va diluyendo pero siempre estará en nuestros corazones.

Con este trágico suceso siempre se reabre la polémica sobre si el gobierno de aquel entonces debió ceder o no. He tenido alguna discrepancia en estos años con familiares que eran partidarios de la primera opción. Alguna me dijo que si ella hubiera sido la madre de Miguel Ángel Blanco hubiera odiado a Aznar toda su vida por permitir que mataran a su hijo, total sólo la ETA pedía el acercamiento de los presos y que se podía haber concedido. Frente a estas opiniones, puede responderse con dos argumentos:


1. Si el Gobierno de entonces hubiera cedido, probablemente le hubieran seguido reteniendo y pidiendo más concesiones hasta que alguna se rechazara. El final habría sido el mismo, su asesinato.

2. Tras la cesión, posiblemente le hubieran dejado libre, pero al poco secuestrarían a otro con un nuevo chantaje y peticiones aún más imposibles. Resultado final: Otro asesinato.


Aunque sea duro, no se debe ceder nunca ante los terroristas, pero ved como la sociedad es maleable y manipulable hasta extremos insospechados. Se admiten opiniones para saber quién esta más cerca de tener la razón. Saludos.


miércoles, 1 de julio de 2009

La ITV, otra cosa a eliminar


El otro día me armé de valor y me decidí a llevar el coche a la ITV, que ya le tocaba. Es un trámite engorroso, pesado, caro y hasta humillante a veces según el inspector de turno, pero no queda más remedio. Al llegar a los aledaños de la misma, lo primero que se contempla el observador pasmado es la cola de unos cuarenta coches en fila que esperan derritiéndose al furioso sol madrileño de principios de verano a que les toque su turno, ¡sólo para entrar a la estación!
Sentí un estremecimiento en las corvas y me castañetearon los dientes, porque la última vez estuve en esa pre-cola más de hora y media. Una vez dentro, según una especie de cancerbero va dejando pasar a los externos, se forma otra cola en el interior, en la que se puede uno tirar otra hora. Mientras tanto, puede uno pasar a retratarse en la oficina donde una amable señorita te cobra unos 30-40 € por sufrir este vía crucis. A este respecto, muchos se preguntan porqué siendo un trámite obligatorio, no es gratuito.
Por fin te toca el turno y te van encaminando a la zona de inspección. Allí tienes que sufrir a veces una especie de humillación y sermón público por parte de algunos inspectores, a veces demasiado celosos en su labor —“Le falta a usted una bombillita”, “tiene rotos los guardapolvos (con perdón) de la transmisión”, etc. — y así hasta que te dicen que tienes que volver. Además lo que en unas estaciones se pasa, en otras te echan para atrás. También depende del inspector de turno que te toque. Afortunadamente, esta vez hubo suerte y sólo encontraron defectos leves a este humilde servidor, lo que supone pasar la inspección.
Nos hallamos ante otro de los castigos inútiles que se infringen al sufrido automovilista, sólo por cometer el delito de no comprarse un coche nuevo cada cuatro años. Sinceramente, no me parece más que un lamentable sacacuartos, una pérdida de tiempo, y un afán de estrujarnos más aún con la excusa de tener el coche en condiciones de seguridad, lo cual es a veces incierto. Un familiar mío la pasó sin problemas, y a los siete días se quedó sin frenos ¿Dónde está la eficacia de esta inspección? Si se hubiera matado ¿De quién sería la responsabilidad?
Mejor sería suprimir la ITV actual y pasarla en cualquier taller homologado y autorizado para ello, al igual que cuando uno hace una reforma en la instalación de la luz de su casa, por ejemplo. Un instalador autorizado da el visto bueno y expide un certificado. En este caso, el taller haría la inspección y detallaría los fallos a corregir, dando un presupuesto. De esta forma, si no estamos de acuerdo, nos podemos ir a otro (no como ahora, que la misma estación de ITV que te declara el coche no apto, es la misma que tiene que verificar la corrección de las anomalías, no pudiéndote ya ir a otra). Si se acepta la inspección y el presupuesto, el taller lo arreglaría (haciéndose responsable él mismo del subsanar los fallos) y sellaría y firmaría la tarjeta de inspección (en esto, igual que ahora).
Asimismo se evitarían las espantosas e inútiles colas que se forman, ya que las estaciones de ITV en toda España son escasas en número para la gran cantidad de vehículos existentes por ser la mayoría concesiones públicas.
Resumiendo, la ITV es otro petardo a eliminar, y aunque la inspección debe seguir siendo obligatoria y necesaria —en eso creo que todos están de acuerdo— debe cambiarse radicalmente el procedimiento. Saludos.