miércoles, 21 de enero de 2009

Funcionarios versus trabajadores

Mala fama han tenido siempre los funcionarios en España, entendiendo como tales aquellos que lo son de carrera y no los asesores, colocados por designación “digital” y otras especies afines. Está bastante extendida la idea de que no dan un palo al agua así como el tener un carácter hosco y antipático con el público con el que han de tratar por cuestiones laborales. Puede que en algunos casos estos juicios sean ciertos, pero la generalización es mala y por ello se ha de romper una lanza a favor de este colectivo a veces tan sufrido y denigrado.


Un primer error es pensar que los funcionarios son sólo esos señores/as que están en una ventanilla o en una mesa y a lo que hay que dirigirse a la hora de hacer trámites con la Administración. Nada más lejos de la realidad; también son funcionarios los profesores, policías, médicos y enfermeros/as de la Sanidad pública, militares y hasta los sepultureros. Y la inmensa mayoría hace una labor esforzada que pocas veces se ve reconocida y es, generalmente, no muy bien pagada.


En cuanto a la fama de vagos, no es cierta salvo en casos puntuales que son los que más se notan. En muchas empresas privadas se trabaja igual o menos que en la cosa pública; sin embargo la gente tiende a confundir la laboriosidad con el número de horas permanecidas en el puesto de trabajo. Un trabajador puede estar 10 horas en la empresa o más, pero ¿Cuántas dedica realmente al trabajo? Muchas veces, parte de esa jornada se emplea en la hora de la comida, charlas, encargos inútiles del jefe u otros asuntos no relacionados con la labor de la empresa. Aunque no es del gusto del que esto escribe, la serie de televisión Camera café refleja medianamente estas situaciones. Los trabajadores públicos están menos horas, pero en la mayoría de las veces esas horas se aprovechan generalmente con más intensidad.


Otro asunto delicado es la trampa de los horarios. Muchos creen que ir a trabajar es ser puntual y nada más. La puntualidad es una de las mayores excusas de los que no dan golpe (esto vale para públicos y privados). A este respecto, siempre recuerdo la charla entre dos profesionales que oí un día:


Tú siempre llegas tarde y te vas antes de la hora. Yo estoy aquí todos los días desde las ocho hasta las cinco.

Es cierto, pero yo termino mi trabajo, y tú te estás tocando las bolas desde las ocho hasta las cinco.


El mal trato al público puede existir a veces, pero también se da bastante el fenómeno contrario. Muchos usuarios entran por la puerta de un hospital, un colegio público o una oficina ministerial y directamente ya van quejándose y exigiendo con la excusa de que a los allí empleados “les pagamos todos”. También “nos pagarán todos” la pensión de jubilación o la baja por enfermedad y ningún vecino viene a quejarse de nosotros con esa excusa. Un ejemplo patente de lo anteriormente expuesto es la infinita paciencia que tiene el personal sanitario con la gran cantidad de bordes y maleducados que muchas veces parece que acuden no sólo a curar sus males, sino a soltar sus exabruptos y a desahogarse de la bronca que le ha echado la parienta.


A todos esos que se quejan habría que decirles: Bueno, y si viven tan bien ¿Por qué no se hace usted funcionario? A lo cual muchos responden: “Es que hay que hacer oposiciones y eso es muy difícil”. ¡Ah, amigo!


En otra entrada se tratará precisamente el tema de las oposiciones y también los nefastos procesos de selección de personal que siguen muchas empresas privadas, haciendo una comparativa de ambos.


Saludos cordiales.

No hay comentarios: