martes, 27 de enero de 2009

La persistencia de la memoria

El tiempo lo devora todo inexorablemente, tal y como lo retratara Goya en aquel magistral cuadro que mostraba la alegoría de Saturno devorando a sus hijos. Los días, las semanas, los años transcurren y sólo quedan los recuerdos que se agolpan en nuestra mente como martillazos secos sobre una pared escrita de historias y sucesos. Las gentes pasan, las ideologías caducas agonizan. Todo tiende a regenerarse; sólo lo auténtico permanece.

Vivimos actualmente tiempos de ignominia, casi surrealistas, pero consuela pensar que todo es efímero y está sujeto al triste destino de su desaparición. Acabarán al fin los nacionalismos, se desvanecerá el pensamiento único como terrón de azúcar en la taza de café del tiempo y España volverá a ser esa tierra en la que la Libertad prevalezca como una idea fundamental y no sea una palabra vacía sujeta a las manipulaciones dialécticas.

Es bueno recordar el pasado para aprender de los errores cometidos y evitar así la condena de tener que repetirlos. La memoria nos permite no volver hacia atrás y caer quinientas veces en la misma piedra, como suele ser habitual en los hombres. Dalí supo expresar este mantenimiento de los recuerdos en “La persistencia de la memoria”, admirable obra pictórica que nos hace meditar cómo todo se funde en el crisol del tiempo, aunque su vaga sombra permanezca como recordatorio de lo que se debe y no se debe hacer.

domingo, 25 de enero de 2009

Por España


Corren malos tiempos para aquellos que sentimos la Nación como un concepto indiscutible. Nuestros ideales se ven aplastados continuamente por una cohorte de personajes cuyas palabras o acciones tienden a oponerse a la noción y sentimiento de unidad que la palabra España trae consigo. Nefastos nacionalismos periféricos de aldea buscan continuamente sus propios fines a costa de la destrucción de la única nación aquí existente, a la par que algunos poderosos consienten a los primeros en sus ambiciones, normalmente por razones de apoyo político o electoral.


Todavía existimos algunos a los que nos preocupa fundamental y principalmente nuestro país, siendo todo lo demás secundario. Los asuntos como la construcción de una carretera que pase por mi barrio o la presencia de humedades en el hueco de la escalera de la finca que habito son temas que hay que tratar puntualmente cuando surgen, pero no es lo fundamental en la escala de valores e ideales y, sinceramente, me importan muy poco. Sin embargo, si echamos un vistazo a la prensa diaria y más aun si nos remitimos a esos espantosos periódicos gratuitos que se reparten cada mañana, pareciera que los problemas más importantes son esos. Seguramente conviene que la gente piense así y se ha hecho creer que eso es lo primordial, cuando no es cierto. Hay que tener miras más altas.


Es bastante mejor que nos guíe la frase de Kennedy: “No preguntes a tu país lo que puede hacer por ti, sino que puedes hacer tú por tu país”. Con ese espíritu sí se puede afrontar el futuro; preocupándonos sólo por el coste de la vida no; además la economía está muy relacionado con lo primero. Hay que afrontar la crisis pensando en qué es lo mejor para los ciudadanos, no aquello que más conviene a los políticos.


No viene mal recordar tampoco el brindis de los antiguos Tercios de Flandes que escribió el ilustre militar Diego Hernando de Acuña y que creo recordar figura en alguno de los libros de Pérez Reverte. Leyéndolo, encontramos en su espíritu un ideal al que todos hemos de apuntarnos. Lo demás es accesorio.


"Por España, y el que quiera
defenderla, honrado muera.
y el que traidor la abandone,
no tenga quien le perdone,
ni en tierra santa cobijo,
ni una cruz en sus despojos,
ni las manos de un buen hijo
para cerrarle los ojos."



Pocas personas quedan dispuestas a defender pacífica pero firmemente nuestro país para conseguir que España sea una nación respetada, próspera y libre. Sin embargo, ése debiera ser el espíritu que ha de animarnos y el que hará que muchos de los problemas secundarios se arreglen.
Fuerza y Honor.

viernes, 23 de enero de 2009

Funcionarios versus trabajadores (II)

Continuando con el análisis comparativo —y totalmente subjetivo— entre la empresa pública y la empresa privada, vamos a abordar hoy los procedimientos que existen en los dos ámbitos para la selección del personal que en ellas trabaja.

La Administración se sirve principalmente de las oposiciones para el acceso a la Función Pública. Si bien se las acusa de estar dirigidas en algunos casos, es un sistema relativamente justo porque se atiene a los principios de igualdad, mérito y capacidad que establece la Ley. El asunto está en la dificultad de estudiarlas y la amplitud de los temarios, por lo que el opositor ha de dedicar varios años a su preparación. Últimamente se anda pensando en algunos estamentos sustituir el clásico proceso de oposiciones por otro de méritos, entrevistas etc., lo cual puede ser más sospechoso y más fácilmente manipulable No hace falta decir quiénes son los partidario de este nuevo sistema.

Por el contrario, la empresa privada de sirve de diversos instrumentos. Es frecuente a la hora de cubrir una vacante llamar a personas conocidas con más o menos experiencia para que desempeñen el puesto, lo que no parece del todo mal pues es lógico que el dueño de la empresa se fíe más de un conocido que de extraños, no habiendo además perjuicio directo a terceros, al no hacerse público el proceso .

Sin embargo, otras recurren a complicadísimos y costosos procesos que comienzan con la inserción de un anuncio de oferta de empleo y el envío de cientos de currículums, que son seleccionados por los Departamentos de Recursos Humanos para pasar luego a una fase de entrevistas. Éstas constituyen uno de los asuntos más absurdos e injustos que un servidos a conocido en su devenir laboral. Las entrevistas son absolutamente subjetivas por muchos rollos que se cuenten y ni siquiera garantizan la idoneidad del candidato para el puesto (sólo su habilidad para responder, a veces incluso mintiendo). De hecho, numerosos candidatos escogidos son luego despedidos a los pocos meses, tras comprobar su no valía para ese puesto. Es curioso además comprobar las preguntas, a menudo sin sentido. Ejemplos:

¿Qué opina usted del trabajo en equipo? Si digo que me gusta ir por libre, mal. Si afirmo que el trabajo en equipo está bien, todos dicen lo mismo. ¿Qué digo?

¿Se ve usted con aptitudes para este puesto? ¿Que voy a contestar, tonto del haba, que no valgo para esto?

Otro aspecto es las condiciones increíbles que muestran muchos anuncios de ofertas de empleo. Casi todos exigen un nivel alto de inglés, ese idioma maldito que todos dicen conocer y nadie sabe, aunque el trabajo sea para enterrador o sexador de pollos. Muchos piden una persona joven con alta experiencia (si se es joven no se tiene experiencia, y si se tiene experiencia, no se es joven) lo que representa una incongruencia que, como la anterior, sólo sirve para quitarse candidatos y que en vez de presentarse mil, se presenten trescientos.

Y, por último, una discriminación intolerable y que debería denunciarse por ser a todas luces anticonstitucional e ilegal. Me refiero a la edad. Muchos anuncios exigen que el candidato tenga como edad máxima 30-35 años. Parece que el que no tenga trabajo o se quede en paro a esa edad o mayor, es un residuo inservible y lo mejor que podía hacer es tirarse por un barranco. Argumentan los que defienden esta teoría que un joven es más “moldeable” (puteable) que una persona madura y experta, porque está más resabiada. Sólo le deseo a esos defensores de la edad máxima que se queden una temporadita (poca) en el paro con 43 años . Verán como cambian de opinión y comprobarán asimismo que una persona de 40 años sin trabajo hará prácticamente lo que sea con tal de tenerlo, demostrando que el exigir una edad no es de recibo.

En resumidas cuentas, y tratados ambos estamentos, un servidor prefiere la empresa pública para trabajar, y la empresa privada para ser el dueño.

Saludos cordiales.


miércoles, 21 de enero de 2009

Funcionarios versus trabajadores

Mala fama han tenido siempre los funcionarios en España, entendiendo como tales aquellos que lo son de carrera y no los asesores, colocados por designación “digital” y otras especies afines. Está bastante extendida la idea de que no dan un palo al agua así como el tener un carácter hosco y antipático con el público con el que han de tratar por cuestiones laborales. Puede que en algunos casos estos juicios sean ciertos, pero la generalización es mala y por ello se ha de romper una lanza a favor de este colectivo a veces tan sufrido y denigrado.


Un primer error es pensar que los funcionarios son sólo esos señores/as que están en una ventanilla o en una mesa y a lo que hay que dirigirse a la hora de hacer trámites con la Administración. Nada más lejos de la realidad; también son funcionarios los profesores, policías, médicos y enfermeros/as de la Sanidad pública, militares y hasta los sepultureros. Y la inmensa mayoría hace una labor esforzada que pocas veces se ve reconocida y es, generalmente, no muy bien pagada.


En cuanto a la fama de vagos, no es cierta salvo en casos puntuales que son los que más se notan. En muchas empresas privadas se trabaja igual o menos que en la cosa pública; sin embargo la gente tiende a confundir la laboriosidad con el número de horas permanecidas en el puesto de trabajo. Un trabajador puede estar 10 horas en la empresa o más, pero ¿Cuántas dedica realmente al trabajo? Muchas veces, parte de esa jornada se emplea en la hora de la comida, charlas, encargos inútiles del jefe u otros asuntos no relacionados con la labor de la empresa. Aunque no es del gusto del que esto escribe, la serie de televisión Camera café refleja medianamente estas situaciones. Los trabajadores públicos están menos horas, pero en la mayoría de las veces esas horas se aprovechan generalmente con más intensidad.


Otro asunto delicado es la trampa de los horarios. Muchos creen que ir a trabajar es ser puntual y nada más. La puntualidad es una de las mayores excusas de los que no dan golpe (esto vale para públicos y privados). A este respecto, siempre recuerdo la charla entre dos profesionales que oí un día:


Tú siempre llegas tarde y te vas antes de la hora. Yo estoy aquí todos los días desde las ocho hasta las cinco.

Es cierto, pero yo termino mi trabajo, y tú te estás tocando las bolas desde las ocho hasta las cinco.


El mal trato al público puede existir a veces, pero también se da bastante el fenómeno contrario. Muchos usuarios entran por la puerta de un hospital, un colegio público o una oficina ministerial y directamente ya van quejándose y exigiendo con la excusa de que a los allí empleados “les pagamos todos”. También “nos pagarán todos” la pensión de jubilación o la baja por enfermedad y ningún vecino viene a quejarse de nosotros con esa excusa. Un ejemplo patente de lo anteriormente expuesto es la infinita paciencia que tiene el personal sanitario con la gran cantidad de bordes y maleducados que muchas veces parece que acuden no sólo a curar sus males, sino a soltar sus exabruptos y a desahogarse de la bronca que le ha echado la parienta.


A todos esos que se quejan habría que decirles: Bueno, y si viven tan bien ¿Por qué no se hace usted funcionario? A lo cual muchos responden: “Es que hay que hacer oposiciones y eso es muy difícil”. ¡Ah, amigo!


En otra entrada se tratará precisamente el tema de las oposiciones y también los nefastos procesos de selección de personal que siguen muchas empresas privadas, haciendo una comparativa de ambos.


Saludos cordiales.

domingo, 11 de enero de 2009

Coplilla


Quien te puso Salvaora

Que poco te conosía

Que el que de ti se enamora

Se pierde pa toa la vía.



(Sustitúyase Salvaora por Salvador, o también por “hombre de paz y progreso”)

Alucinógenos

El suizo Albert Hoffman nació un 11 de enero de 1906 y murió en abril del año pasado a la longeva edad de 102 años ¡Quién los pillara! Así en frío puede que no suene conocido, pero si decimos que fue el químico que descubrió el LSD 25, tendremos ya una referencia.


El LSD (Liserg Saure Dietylamid) es la dietilamida del ácido lisérgico, que se encuentra en el cornezuelo del centeno, hongo parásito de los cereales. Hoffman lo descubrió por azar en el curso de sus investigaciones buscando nuevos estimulantes circulatorios en 1943. Al principio no le encontró utilidad terapéutica hasta que, por accidente, una gota entró en contacto con su brazo produciéndole “angustia, vértigo y visiones sobrenaturales al mismo tiempo que un profundo sentimiento de felicidad y paz”.


Además de constituir una potente droga alucinógena, el LSD se ha utilizado para tratar diversos trastornos mentales, si bien se ha abandonado su uso. No obstante, algunos científicos —como el propio Hoffman en su día— abogan por el uso terapéutico y restringido del LSD. No se ha podido demostrar que sea adictógeno, es decir que no parece producir hábito, al contrario que la heroína, la cocaína o el hachís. Propiedades semejantes tienen el peyote y la mescalina, populares sustancias alucinógenas empleadas por los indígenas y los chamanes mejicanos.


El riesgo principal de estos compuestos psicoactivos es el tipo de alucinaciones que producen, el llamado viaje (en inglés, trip, de ahí el apelativo de tripis que se da a las dosis de LSD). Si éste es de tipo agradable o místico —caso de los chamanes ya citados— no suele haber problema, pero un mal viaje puede ocasionar visiones terribles o situaciones muy peligrosas; algunos se han tirado por la ventana creyendo que eran un pájaro. Influyen mucho en el viaje las características personales como edad, estado de ánimo, personalidad, experiencias pasadas con el LSD, etc.


El LSD origina también lo que se conoce como “flashback". Aparece varios días después del consumo y es un retorno transitorio de sensaciones, emociones y percepciones experimentadas bajo los efectos de la droga.


Un servidor no ha consumido tripis jamás, pero hoy día parece estar viviendo una alucinación constante, que más parece una pesadilla. Naciones donde no las había, multitudes que vuelven a votar a incompetentes consumados, políticos de la oposición que están p´ayudar a un gobierno que no da una, etc.


A veces la realidad parece ficción y la ficción pudiera ser realidad.


sábado, 10 de enero de 2009

Sombra aquí, sombra allá...

No me mires, no me mires, déjalo ya, que no me he puesto el maquillaje, je-je-je... Hoy día, a base de rimel, colorete y corrector de ojeras se pueden hacer casi milagros, transformando al mismísimo Frankenstein en un apolíneo mozalbete y a la bruja de Blancanieves en una top-model que triunfe en las mejores pasarelas de todo el orbe. La cosmética, ese arte que no fue inventado por un tal Cosme como creen algunos, triunfa en todos los ámbitos, y también ha llegado al masculino.

Muchos ya gustan de aplicarse los maravillosos fluidos masculinos disponibles en el comercio, aun a riesgo de ser tachados de metrosexuales porque aquello del hombre y el oso ya pasó a la historia. Un servidor, para no ser menos, también ha probado alguno de esos taumatúrgicos afeites, pero sigue sin gustarme el embadurnarme la epidermis de crema y sigo siendo de aquellos que opinan que la mona siempre será mona, aunque de seda se vista .

Los políticos no son ajenos a estas maravillas del fashion-art. Primero fue el Photoshop, herramienta virtual que ha permitido convertir rostros crispados en amables sonrisas, eliminar barrillos e impurezas faciales y quitar esos michelines que afean la figura del prócer para darle un aire juvenil y desenfadado, amante del deporte y del aire libre,. Una imagen que se vende muy bien entre la juventud, siempre recelosa de encorsetados clichés de chaqueta y corbata que pueden resultar exitosos entre las damas de buena sociedad, pero espantan a los adolescentes y a aquellos que no solemos gastar vestimentas impecables y sólo usamos del traje para asistir a bodas, bautizos y comuniones….o a entierros y funerales, actos éstos bastante menos agradables que los anteriores. Ahora, además del maquillaje virtual, algunos prebostes usan productos de belleza que disimulen las imperfecciones de la faz, bien porque su rostro no es muy agraciado, bien porque el peso de la púrpura va dejando huellas en el rostro y en la piel, y es de suponer que también en la conciencia, aunque algunos se encargan bastante bien de encubrirlas.

Según cuentan —y es bastante evidente a veces si se le observa en la tele, o al menos eso parece— ZP es aficionado a los potingues para embellecerse el cutis, y a veces se pasa y le sobran polvos (con perdón).

Aquí

Como todo se pega menos la hermosura, el que se maquilla en exceso tenderá a hacerlo en todas las situaciones. Sólo de esta manera puede explicarse que los batasunos aparecieran un tiempo como hombres de paz —aunque son muy feos y la costra les asomó en seguida—, los separatistas como firmes aliados desinteresados para la gobernabilidad del Estado y la situación económica como inmejorable. Pero el maquillaje se desgasta con el tiempo y cada uno vuelve a ser como es en realidad.

Ahora se maquillan no sólos los rostros, sino también unas cifras económicas y logros que nunca lo fueron; el caso es vender lo que es invendible. Mas desengañémosnos: Frankestein siempre será un monstruo, y la bruja la mala de los cuentos, por mucho que se disfracen.

jueves, 8 de enero de 2009

Aquellos jóvenes que fuimos tan rebeldes...

Muchos de nuestros allegados se preguntan cómo aquellos que de jóvenes fuimos tan inconformistas y progres hemos cambiado tanto. No creo que así sea, pues la evolución es innata al hombre pero el espíritu y las ideas primigenias permanecen aunque se maticen. Así ocurre, en mi opinión, cuando se hojea el libro de Federico Jiménez Losantos La ciudad que fue.

Leyendo sus páginas surgen los inevitables paralelismos que se producen cuando un miembro de aquella gran generación de los 70 y los 80 relata sus vivencias de entonces, ésas en las que algunos nos sentimos reflejados, aquellos que compartíamos los ideales revolucionarios y artísticos que subyacen en todos los que fueron jóvenes por esa época y pasearon sus vidas por las noches del mítico Rock-Ola de Madrid o del Zeleste barcelonés.

Creíamos que nos íbamos a comer el mundo, cuando esta costumbre fagocitaria ha sido el común a todos los que han tenido veinte años alguna vez, pero eso no importa. Cada uno nos sentimos protagonistas principales y actores únicos de una obra que a nosotros nos parece que es la primera vez que se representa. Luego el tiempo pasa y esa época de intensidad febril absolutamente necesaria en la vida da paso a la reflexión que convierte a los seres humanos en maduros, o eso es lo que parece.

Volviendo la vista atrás observamos nuestros errores, y de ellos aprendemos. Así se puede comprobar cómo gran parte de los que ahora se encuadran en ese gran movimiento social y ciudadano que se opone al pensamiento social-nacionalista fuimos de izquierdas cuando teníamos pelo, y nos rascábamos la melena meditando sobre cuál era el mejor modo de lograr la libertad y el bienestar del pueblo. Sin embargo, tanto no hemos cambiado; seguimos pensando en los mismos fines: libertad y progreso. Sólo ha variado la vía para conseguirlos, tras haber constatado que las mágicas soluciones ofrecidas por la izquierda tenían más trampas que aquellas películas de indios de serie B que contemplábamos embelesados en los cines de barrio con un paquete de pipas como complemento imprescindible para la situación.

Algunos de aquellos rojos de los setenta lo siguen siendo ahora, pero también han cambiado, si bien en otros aspectos. El Vespino en el que pedaleaban es ahora un Mercedes, y su atuendo de trenka y bufanda ha sido trocado por un terno impecable que ya quisiéramos muchos. Siguen hablando de progreso y de otros conceptos que en algo recuerdan a la gauche divine, porque eso viste mucho y permite disimular, mas ya a pocos engañan. La sociedad española de hoy no está para que le hablen con palabras etéreas y grandilocuentes, sino para que se le presenten hechos tangibles: por ejemplo, cómo llegar a fin de mes, o cómo evitar que nuestra Patria se desmorone en múltiples nacioncillas para gusto de separatistas y aldeanos varios.

Posiblemente seguimos siendo los mismos con pequeñas variantes, y la prueba son nuestros gustos artísticos. Nunca me agradó la ópera y me sigue sin gustar; por el contrario me sigo emocionando cuando escucho las canciones de los Beatles o de la movida madrileña en la cual algunos participamos con la música, las fotos u otras inquietudes pictóricas o literarias. ¿Tanto hemos cambiado? Seguramente no, sólo hemos mudado el caparazón ideológico pero no el fondo del mismo, aunque sí ha cambiado nuestro aspecto externo —véase abajo el ejemplo—, fruto del paso inexorable del tiempo. Pero la juventud permanece viva en nuestros genes y recuerdos y nunca se irá, salvo que nosotros queramos.

La eterna rebeldía sigue.


miércoles, 7 de enero de 2009

Tardes de merienda y tristeza

El día de hoy no es agradable para este escribano virtual; se acaban las vacaciones y mañana hay que volver a la dura faena. La rutina habitual comienza su monótona andadura que anuncia inexorablemente el retorno a la cruda realidad; niños que tienen que bañarse, preparación de materiales escolares, y mil pequeñas cosas que precisa la logística habitual de los días laborables.

Así que por lo menos me tomaré un poco de café con el roscón que me queda y celebraré con esta merienda que se terminó lo bueno. Yo pertenezco a esa raza hispánica en vías de extinción que todavía mantiene la sana costumbre de mojar los bollos en el café y los churros en el chocolate. Ahora tampoco está bien visto hacerlo; sin duda, otra tradición que se pierde. Es frecuente también entre los modernos, ejecutivos de tres al cuarto y otras gentes “enteradas” esta costumbre de denostar el mojete cafetero, con el argumento de que es de mala educación, aunque en ningún manual de buenas maneras diga que esté prohibido, que yo sepa.

Recuerdo la primera vez que vi a unos extranjeros desayunar en un hotel de Barcelona. Cogían homeopáticos trozos de croissant con una mano y la taza en la otra mientras hablaban en un inglés imposible de entender para todo buen español que se precie. Intenté hacer lo mismo para quedar bien y casi me atraganto con una rebanada de pan tostado ¡Malditas costumbres bárbaras!

Y es que el placer de mojar —con perdón— es difícilmente insuperable. Eso sí, ha de hacerse sabiamente y con destreza para evitar poner perdido el mantel, la taza y nuestra indumentaria. Probablemente por ello, este goce se ha convertido también en políticamente incorrecto, pero a mí me la trae al fresco; Continúo haciéndolo pese a quien pese en los sitios públicos, aunque tengo la elegancia de usar el cuchillo y el tenedor para fraccionar el bollo e introducirlo el fragmento en la taza. Otra cuestión son los churros y porras; es absolutamente ridículo comérselos sin mojar, salvo que se compren en un tenderete callejero y las prisas o la falta de liquidez monetaria impidan pedir el correspondiente chocolate o café.

El sabor de un buen bollo o churro mojado no se parece en nada al que tiene a palo seco, aunque respeto a los que prefieran esta desértica y seca opción. Sin embargo, parece que hemos de cambiar nuestras costumbre simplemente porque unos cuantos gurús de las modas pontifiquen lo contrario. Y es que como dijo el gran Jardiel: “Desde que se inventó la máquina de cortar jamón y el bidé, ni el jamón sabe a jamón, ni nada sabe a nada”.

lunes, 5 de enero de 2009

Carta a los Reyes (Magos)

Queridos Reyes Magos:

Os escribo esta carta con la ilusión de todos los años, aunque cada vez estoy un más triste. Mi país, que se llama España (eso me dijeron) no va muy bien, y todo porque el que manda no lo hace bien, así que pienso que no se merece ningún regalo. Por eso, lo primero que me gustaría es que a ese hombre le trajerais una tonelada de carbón y un Aznar-Man, que sé que no le gusta, para que se chinche. También le podíais pagar unas vacaciones al Caribe (como a Curro) durante unos añitos, para que viva feliz y a gusto, pero lejos de la casa ésa que se llama de la Moncloa.

También hay otros señores no muy buenos, que se llaman nacionalistas o algo así que no quieren a mí país, porque dicen que el suyo es más bonito, aunque luego van y siempre nos piden dinero a nosotros y eso. Además hay gente que allí no la dejan hablar en español, pero ellos sí que lo saben hablar, lo que pasa es que no quieren. Por eso os pido que le mandéis una colección completa de la Enciclopedia Espasa, esa que tienen más de 100 libros y un montón de Diccionarios de la Lengua Española, tantos que no les entren en sus casas y casi se tengan que salir a la calle.

Luego están unos que antes lo hacían bien y les gustaba a mucha gente, pero ahora algunos de esos se llaman centristas o algo así, y les ha dado por decir que están p´ayudar a no se quién y que hay que ser simpáticos con esos a los que he pedido que les traigáis la Espasa. O sea que a lo mejor ya no quieren mandar, lo que es muy raro. Por eso, he pensado que un despertador les vendría muy bien para ver si espabilan. Se ve que necesitan Esperanza, que es bueno para esta vida.

Y para mi país, que se llama España, os pido que haya paz y dinero, y vuelvan a mandar gentes buenas que hagan las cosas bien y no hagan cosas que a la gente no les gusta, porque luego la gente se enfada pero tienen que pasar por lo menos cuatro años para que se vayan y vengan otros.

Bueno, ya lo dejo. Me despido de vosotros que ya sabéis que os quiero y quiero que vengáis todos los años a mi casa, no ese barbudo barrigón vestido de rojo que va tocando la campana como si fuera la hora de comer, y que ahora le da por venir a las casas de los niños para haceros la competencia. Tiene morro el tío, porque como viene antes, algunos niños lo prefieren, pero a mí no me gusta. Yo prefiero seguir dejando siempre los zapatos y el barreño de agua para los camellos, y los dulces y la copita para que os lo toméis.

¡Ah, y que he sido bueno también este año, no os olvidéis de mí! Ya sabéis que os quiero mucho y que sois los únicos Reyes en que creo.

Gracias.

domingo, 4 de enero de 2009

El kolesterol

El 4 de enero de 1977 las Cortes Españolas aprueban la Ley 17/1977, que permite que los nombres de pila de las personas puedan inscribirse en el Registro Civil en cualquiera de las lenguas españolas. Así es como consiguió Don Jorge Pujol llamarse por fin Jordi Pujol, Ángel Quintana denominarse Anxo (se pronuncia parecido a “ancho”) y Juan José Ibarreche transformar su apellido en Ibarretxe (porque curiosamente se sigue llamando Juan José y no Jon Josu).

A partir de ese momento, el hecho diferencial se extendió de los nombres propios a la toponimia y gran parte de lo que un servidor había estudiado dejó de valer. Lérida ya no era tal sino Lleida, Vitoria se convirtió en Gasteiz, y Zaragoza pasó a ser Saragossa para los amantes de la lengua de Carod. Menos mal que Albacete siguió siendo Albacete “Madrit” y sigue llamándose igual, porque las neuronas de uno ya no están para muchos trotes.

Bien está que cada uno llame a las personas y cosas como quiera, pero en su tierra. Si no se dice “London” tampoco hay porqué decir Girona, pues esta locución no pertenece a la lengua materna que muchos tenemos, además de chirriar un montón dentro de una frase escrita o dicha en español; del mismo modo que el señor Josep Antoni Durán i Lleida seguirá siendo D. José Antonio Durán Lérida para un castellanoparlante, por mucho que se empeñen aquí y en la China.

Sin embargo, se estableció después que el nombre oficial de las poblaciones es el correspondiente a la lengua vernácula, suceso éste que ha sido aprovechado por algunos cantamañanas para afirmar que el vocablo castellano ya no es el correcto y que La Coruña sólo puede escribirse A Coruña. Baste decir al respecto que dicho nombre oficial no tiene nada que ver con la correcta expresión gramatical española y que el asunto no deja de ser polémico, siendo bastante preferible que el nombre oficial lo fuera en ambas lenguas.

Por eso uno se enerva y le dan railores —toledana expresión— cuando en las televisiones nacionales que emplean como lengua el español o castellano tienen que decir Girona, Pujol o kolesterol. Además de no quedar nada fashion, parece que hay que quedar bien en hacerle la pelota al nacionalismo El resultado es atroz para la sintaxis, pero todo sea para gloria de la horrorosa corrección política.

jueves, 1 de enero de 2009

Feliz 2009

Los años siempre comienzan deseando el bien a los demás, hasta a los adversarios. Por ello hay que extender los buenos deseos hasta a los gestores de la cosa pública, y que sean también muy felices, pero en cualquier otra ocupación que de buen seguro desempeñaran con plena eficacia y mucho mejor que las labores que actualmente ejercen. Está claro que los agobios del cargo acarrean múltiples sinsabores, agobios y estrés; es imposible contentar a la vez a un tan variopinto grupo de demandantes (nacionalistas, feministas, ecologistas, amantes de la memoria histórica, progresía variada y más) y tener que soportar las críticas del resto.

Entonces, ¿Por qué no huir del mundanal ruido y dedicarse a menesteres más gratificantes a la par que relajados? Por ejemplo, hay un paraíso laico en la horticultura, pasatiempo que proporciona enormes satisfacciones, como criar calabazas en vez de recibirlas.






















O llevar una vida plácida y descansada que huye del mundanal ruido para refugiarse en los tranquilos salones del Hogar del Pensionista, donde el disfrute de bailar pasodobles alegra cuerpo, mente y espíritu. Otros también se alegrarían de que algún preboste se dedicara a tales ocupaciones, entre otras cosas porque ya no se dedicarían a los menesteres que solían.

Feliz Año Nuevo.