domingo, 13 de septiembre de 2009

De la bandera y otras banderas








Aunque los detractores y relativistas tan frecuentes en estos días oscuros digan que es un simple trapo con colores, las gentes de bien estiman y siente a la bandera como el símbolo de nuestra Patria. Por los colores de ese “trapo” han luchado y muerto millones de los mejores españoles que ha habido a lo largo de la Historia, y bajo ella subyace el espíritu de un pueblo que se resiste a ser fragmentado a pesar de los empeños obstinados de algunos.

La bandera española es de las más antiguas del mundo, más que otras como la francesa, alemana y portuguesa, nobles países que rinden culto a las suyas con veneración en vez de minimizarlas o profanarlas como aquí se hace a menudo por un puñado de indeseables. Por supuesto no es ni comparable con las enseñas autonómicas, siendo estas últimas de reciente creación en su mayoría, además de ser en muchos casos un símbolo de una administración más que un sentimiento popular. Las únicas que tienen una antigüedad histórica relevante son las de los antiguos reinos de Aragón y Valencia, la de Navarra y la de Castilla (adoptada por Castilla y León, aunque no es exactamente igual que la original). La ikurriña es un invento de Sabino Arana, que se inspiró en la bandera inglesa para crear la de su partido.

Conviene recordar asimismo a los progres que la bandera de España fue también la de la primera República (ver arriba), y que se inventó otra tricolor para la segunda por el clásico sectarismo maniqueo que asimilaba España con Monarquía. Aun hoy día muchos sectores de la izquierda siguen resistiendo a aceptar la rojigualda, esa bandera con más de doscientos años de antigüedad en la que caben todos los españoles. La "España plural," ese ente disparatado e inexistente, pero tan políticamente correcto gusta de la profusión de banderas. Muchos españoles se conforman con la de siempre.

Fuerza y Honor.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

De emancipaciones y plazos

Es frecuente que las Administraciones propongan deducciones fiscales para los jóvenes que alquilen pisos, lo cual no está mal, pero otra cosa son las estimaciones. Si, como algunos eruditos afirman, la gente joven se emancipa alrededor de los 20 años, puede vivir de alquiler hasta más o menos los 30 y serían los jóvenes de ese tramo de edad los beneficiados de esas medidas. Craso error, fruto del mayor optimismo.

Hoy día no se emancipa ni el Tato hasta que está a punto de irse al asilo y la mayoría de los jóvenes siguen al pie de la letra aquella famosa máxima: “Vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”. Como padre, y por la parte que me toca, me parecería maravilloso que mis hijos se emancipen cuando toque, pero crudo lo veo de momento (tienen 15 y 8 años). Yo mismo no salí de mi casa hasta los 33, no sé si para desespero de mis padres (q.e.p.d.) o no, pero también me hice el remolón...y eso que no había crisis, porque con los tiempos que corren, es muy probable que casi nadie pueda abandonar el hogar de sus mayores por serle material y económicamente imposible.

Los hijos son una bendición de Dios, pero que nos absorbe la mayor parte de nuestras energías y existencia. Todos recordamos con nostalgia aquellos tiempos con la novia, que luego se convirtió en nuestra esposa, la felicidad de vivir juntos y de ser libres, de salir por la noche, de las fiestas, etc. Todo aquello acabó. Es cierto que a los hijos se les quiere muchísimo, pero también es cierto que acaban con grandes parcelas de nuestra libertad e intimidad y, en opinión del que esto escribe, cuando son mayores deben volar del hogar para vivir su propia vida y dar un poco de respiro a sus ya cansados progenitores que dedicaron los mejores años de su vida a ellos. Ello no quita para que se ayude al emancipado en lo posible.

Algunos padres son afortunados, porque los abuelos se encargan de los nietos en mayor o menos medida, y eso les da un poco de vidilla, aunque no se debe abusar. Pero los que no tenemos prácticamente con quien dejarlos, vivimos una vida un tanto monótona que a todos termina por afectar.

Por eso estoy esperando a que mis hijos crezcan un poquito, a ver si empiezan a salir con los amigos y por lo menos, tenemos un poco de desahogo. Podrán venir otros problemas, lo sé, pero por lo menos podré ir al cine a ver una película que no sea de Walt Disney o de guerra y a restaurantes en los que las hamburguesas no sean el plato fuerte.

Mi suegra siempre dice: “El embarazo es una enfermedad que dura nueve meses y una convalecencia que dura toda la vida”. Y la verdad es que, aunque sólo sea en esto, tengo que darle la razón.

Saludos de un padre agobiado.