sábado, 3 de septiembre de 2016

Moros y cristianos

Andan celebrándose en estos días de Septiembre por muchos pueblos de la geografía patria las célebres fiestas de Moros y Cristianos que rememoran las épicas batallas acontecidas en medievales épocas para la Reconquista de España. Aun hallándose en todo su esplendor, mucho es de temer que pronto caigan bajo las zarpas de aquellos que en nombre de la corrección política —término que define a la nueva Inquisición disfrazada de modernidad— estipulen que tales eventos pueden molestar a aquellos que nunca han sido un ejemplo de pacifismo y tolerancia, salvo que ahorcar homosexuales, cortar manos o lapidar mujeres  sea el ejemplo a seguir en la sociedad del futuro.

Precedentes al efecto no faltan. En una claudicación vergonzante, ya se retiró la escultura de Santiago Matamoros que había en la catedral compostelana para no ofender a los musulmanes sin que hasta ahora haya habido contrapartida (entre otras cosas porque el Islam es iconoclasta y su cultura carece de imágenes o retratos salvo algunos casos). Asimismo, la progresía y los regionalistas estuvieron a punto de cargarse las cuatro cabezas de moro que figuran en el escudo de Aragón y es de buen seguro que a las andadas volverían si hallan propicia la ocasión.

Es lógico temer por el futuro de estas fiestas que celebran la victoria frente a la morisma, pues ya es costumbre en algunos de los que pierden las guerras el intentar ganarlas después. En muchos turbantes todavía se aboga por la recuperación de Al-Andalus, y muchas cabezas hispánicas siguen empeñadas por triunfar en una derrota ocurrida hace ochenta años. El buenismo, la tontería y ese incomprensible temor a ser acusado de islamofóbo (como si ellos no fueran cristianófobos) pueden hacer el resto.

Como la vida no deja de ser irónica, ambos grupos que suspiran por estas pérdidas fundaron tiempo ha un mutuo contubernio que llaman Alianza de Civilizaciones, en el que se persigue de modo absurdo no se sabe qué entendimiento con una cultura incompatible con la nuestra y que todavía cuenta entre sus miembros con algunos que consideran una premisa inalterable la derrota de los “infieles”. De este forcejeo cultural e ideológico siempre sale vencedor el que menos cede, y es evidente quien lleva las de perder.

Por eso, bien harán los festeros de toda España y en particular del Levante en no dejarse arrebatar ese patrimonio cultural que constituyen las Fiestas anteriormente citadas. Que no pierdan ripio, porque hay memos capaces de reescribir la historia y afirmar que los Reyes Católicos fueron unos perdedores y es mejor que los festejos se celebren con juegos florales y festivales de música coral, menos  excitantes y mucho más pulcros.

La siguiente será desterrar el jamón y operarse de fimosis. Que no lo vean nuestros ojos.



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