sábado, 10 de septiembre de 2016

La rehabilitación de los visigodos


Mucho se ha hablado de los visigodos en España considerándose esta etapa como generalmente negativa o, cuando menos, errática. Se critican  las debilidades de su monarquía, de carácter electivo en vez de hereditario. Esto originaba frecuentes luchas intestinas entre las distintas familias de la nobleza visigótica, de tal modo que la corona pasaba en pocos años de una cabeza (descabezada frecuentemente) a otra. Los reyes solían terminar su mandato asesinados, siendo la muerte natural un bien bastante escaso en la época.

Fueron asimismo las pugnas internas entre los partidarios del depuesto Witiza y el rey don Rodrigo las que propiciaron la invasión musulmana, otra de las piezas de esa leyenda negra que acompaña  a los visigodos.  España se perdió por un cúmulo de traiciones y ambición de poder. Empezó por el conde Don Julián que permitió desde Ceuta el paso de los ejércitos de Tarik, y concluyó con la infamante deserción y el pase a las filas enemigas de Sisberto y don Opas con sus huestes en plena batalla del Guadalete.

Actualmente, los historiadores se hallan en revisión de este período histórico y tienden a poner más luz y menos sombras en el mismo. Es innegable que, pese a sus errores y la debilidad de su sistema, los visigodos fueron los que alumbraron un primer reino español independiente y unido, cuyo territorio era prácticamente similar al actual; incluso poseíamos el norte de África, que ahora reivindican otros. De no ser por la invasión islámica, este reino posiblemente habría llegado hasta nuestros días, evitándose la posterior proliferación de reinos cristianos y moros que constituye uno de los orígenes remotos —aun cuando sea indirecto— de las divisiones y hechos diferenciales que ahora padece España.

Mérito es también de los visigodos hacer suya la herencia romana y cristiana, que constituyen las raíces más poderosas de la cultura española, mucho más sin duda que la musulmana,  no tan abundante ni maravillosa como algunos paladines de la Alianza de Civilizaciones quieren hacer creer. Fue en esta etapa de la antigüedad tardía que constituye el reino de Toledo cuando se implanta el catolicismo oficial y el Liber Iudiciorum, posiblemente el cuerpo jurídico más antiguo promulgado para un país independiente de Roma, y que adapta la lex romana al nuevo reino. Dos símbolos de unidad en los que se reconoce una de las naciones más antiguas del mundo.

A la par que el sentimiento de unión surge también el de orgullo nacional, que se refleja en los escritos y crónicas de la época. Basten como ejemplo estas palabras de San Isidoro en sus Etimologías:

¡Oh, España! La más hermosa de todas las naciones que se extienden desde Occidente hasta la India. Tierra bendita y feliz, madre de muchos pueblos… (ver texto completo en el siguiente enlace).


La sensación de pertenencia a una patria común perdura tras la derrota frente a los infieles, siendo los visigodos supervivientes a la catástrofe los encargados de mantenerla. Se organizaron en seguida núcleo de resistencia frente al invasor en las tierras del Norte y se fundaron los primeros reinos cristianos, como Asturias cuyo primer monarca fue el mítico don Pelayo, noble visigodo y vencedor de Covadonga. Fueron ellos quienes iniciaron el proceso de Reconquista, único en el mundo, pues de todas las naciones conquistadas por el Islam ha sido España la única recuperada por los descendientes de la población premusulmana. A lo largo del Medievo ese deber ineludible pervivió y fue la causa de la victoria final y de la reunificación de la Nación española.

Merece, pues, la pena rehabilitar en su justa medida a aquellos bárbaros, dicho sea en el buen sentido, que entraron en España por puro azar expansionista, pero que descubrieron y amaron esta tierra. La dieron un sentido que perdura hasta nuestros días y que no debe perderse nuevamente para retrotraerse a una nueva Edad Media que nos sumerja en las tinieblas de la Historia.

No hay comentarios: