domingo, 1 de mayo de 2011

Imparcialidad y entes públicos

Domingo, 11 de Floreal del año CCXIX.

Nunca me gustó como lo hace la tal Ana Pastor, pues se le ve el plumero bastante escorado a la izquierda. Dicen que su marido es el director de la Secxta, y aunque esto en sí no sea una prueba dice bastante, por aquello de que los dos que duermen en el mismo colchón son de opiniones similares, generalmente.

Por otra parte, ya se sabe que un periodista no puede ser imparcial. Es algo inevitable porque todos somos humanos, pero si se está en un medio público por lo menos hay que disimularlo y no hacer entrevistas de distinto rasero en función de la ideología del entrevistado. A nadie se le pasa por la cabeza que la susodicha vaya a tratar igual a Aguirre que a Rubalcaba, y sin embargo debiera ser así, aunque en la realidad es muy difícil.

Al final siempre se vuelve a lo mismo. Los medios públicos son inviables porque no pueden ser objetivos, ya que dependen del gobierno de turno, y además son carísimos; por eso lo mejor es que se privaticen. Cuando leemos (los que los lean) el diario prosaico o el tebeo Pumby —que diría Federico— podemos soliviantarnos y abrirnos las carnes dada la línea editorial de los mismos pero no podemos quejarnos, pues no los pagamos con nuestros impuestos.

Sin embargo, RTVE la costeamos todos, al igual que ocurre con las restantes televisiones públicas autonómicas. Y nos cuestan mucho: unos dos mil millones de euros. El ahorro por la congelación de las pensiones supone sólo 1500 millones, lo que quiere decir que si no existieran estos entes mastodónticos y gastosos, los abuelos no habrían tenido que ver como su magra pensión queda estática, mientras que el imparable coste de la vida y la crisis los machacan a tutiplén.

Fuera televisiones públicas, todas. Además, son aburridísimas (Bueno como las demás, pero éstas no nos cuestan).

3 comentarios:

Wolfson dijo...

En una sociedad libre, articulada en la forma de Estado social y democrático de derecho no deberían existir medios de comunicación públicos, ni depender las concesiones de frecuencias de radio y TV del ejecutivo de turno.

Todo eso debe estar regido por la libre competencia, con las necesarias limitaciones para proteger el derecho de los entes emisores a no ser estorbados por la competencia, así como a la reserva de las frecuencias necesarias para la Defensa Nacional y la Seguridad del Estado, que deben estar especialmente protegidas.

Puede el Gobierno disponer, claro está, de un Gabinete de Comunicación, mediante el que canalizar la información de los asuntos que considere oportunos a los medios de comunicación, con un derecho y un deber inexcusables:

El derecho a la difusión por todos los medios de comunicación de los asuntos que sean propiamente de Estado y no de Gobierno.
La obligación de dar igual trato a todos los medios de comunicación a la hora de distribuir los comunicados de prensa, que deben ser simultáneos. Y como ya se cuenta con la agencia EFE, no es necesaria la creación de órgano alguno. Hay que economizar.

Interruptor dijo...

Pon mi firma al lado de la tuya. Suscribo palabra por palabra.

Fran Capitán dijo...

Hola, EMPERADOR:

Desde hace muchos años la parcialidad brilla por su ausencia en RTVE. Por cierto que se ha dicho 'imparcialidad' y lo que afea al ente (demente) público es la parcialidad. Creo que fue Cospedal quien se confundió diciendo 'imparcialidad' -que eso es virtud- cuando quería decir 'parcialidad'. O eso o yo me he enterado mal.

Gran artículo, SIRE.
Un fuerte abrazo