martes, 26 de enero de 2010

La casa del ratón Pérez



Desdentados andan algunos desde hace tiempo y ya sin remedio, como es el caso del que esto suscribe y de todos aquellos que cometieron excesos con los dulces y defectos en las visitas al dentista. Tiempos atrás no pasaba, sin embargo, esta oral tragedia pues ya se encargaba el ratón Pérez de suplir las caídas dentarias a la par que obsequiaba a los infantes con una moneda con que sufragar los pequeños gastos de esa edad. Otra ilusión más de los primeros años que el paso del tiempo va difuminando en pos de la realidad, tan cruel como inexorable.

Pero ocurre que a veces los cuentos se hacen realidad, para gozo del espíritu y de la magia infantil que todos llevamos dentro. Así le ocurrió a este cronista, que andando un día por la madrileña calle del Arenal, cerca de la Puerta del Sol, se topó con una placa conmemorativa a la altura del número ocho de la misma. En la inscripción puede leerse que allí vivía dentro de una caja de galletas el Ratón Pérez.

La explicación está en que nuestro personaje es el protagonista de un cuento que escribiera el jesuita Padre Coloma para obsequiar al entonces rey niño Alfonso XIII (mal número) cuando cumplió ocho años y se le cayó un diente. La historia lo describe como un ratón muy pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro, zapatos de lienzo y una cartera roja, colocada a la espalda, que vivía dentro de una gran caja de galletas, en el almacén de la entonces famosa confitería Prast, sita en el descrito lugar tal y como se cita en la placa. En el pasaje comercial que hay en la finca se encuentra asimismo una pequeña estatua que retrata al ratoncito de acuerdo con la descripción del cuento.

Existen muchas variantes en todos los países sobre la historia del simpático roedor que se lleva los dientes depositados bajo la almohada, pero resulta entrañable como pocas esta versión española. Para los que seguimos teniendo hijos pequeños que esperan ansiosamente la llegada del ratón cuando procede, los lugares, los textos y las imágenes de esta leyenda nos permite reafirmarnos en la convicción de que en algún lugar de nuestro corazón seguimos siendo un niño al que volvemos cuando celebramos estas tradiciones. Que ese niño perdure siempre.





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