sábado, 2 de enero de 2010

El final del paraíso


El día 2 de Enero de 1492 el rey Boabdil entregó la ciudad de Granada a las tropas castellanas mandadas por los Reyes Católicos, culminando así una epopeya de ocho siglos que había comenzado con la invasión islámica en el año 711. Las consecuencias de esta guerra, que muchos admiten como de liberación nacional, se extienden hasta nuestros días. Los expertos no coinciden, pero algunos afirman que supuso una catástrofe absoluta para nuestra Nación, no sólo por la contienda en sí y la imposición a la fuerza de una cultura extraña a las auténticas raíces del pueblo hispánico, sino porque ocasionó la fragmentación de la España única visigoda en diversos reinos, tanto moros como cristianos, cuyas consecuencias todavía padecemos.


El fin de la contienda no supuso la vuelta a la unidad absoluta, sino que los antiguos reinos prevalecieron con sus fronteras y fueros durante toda la etapa de los Austrias, de tal modo que el rey de España era algo así como el jefe de un Estado plurinacional y caótico bastante parecido al actual, no siguiendo un curso paralelo al de Francia u otros países europeos que se libraron de la invasión por tan largo tiempo. Cabe recordar aquí que España ha sido probablemente el único país en que no pudo imponerse el Islam y que gracias a la Reconquista se frenó la expansión del mismo por la desmemoriada Europa, la cual vuelve a ceder terreno en este ámbito en aras de la modernidad mal entendida.


Por eso desagrada a muchos que algunos amantes de la Alianza de Civilizaciones quieran acabar con la fiesta que todos los años se celebra en esta fecha en Granada para conmemorar uno de los acontecimientos más importantes de la historia de España con el argumento de que es contraria a la tolerancia y enaltecedora del militarismo y la xenofobia. Menuda tolerancia hubieran tenido los vencedores si hubieran sido los otros, porque esas cantinelas de la multiculturalidad y el pacifismo no se llevan mucho en aquellas tierras donde se prodigan los desiertos no tan lejanos. Andaríamos hoy todos con chilaba y sin probar el jamón ibérico, con lo rico que está.


Si es que no nos habíamos dado cuenta antes, por Dios: Los Reyes Católicos eran unos fachas y unos excluyentes que llevaban en su escudo el águila de Franco. Menos mal que siempre hay algún defensor de lo políticamente correcto para iluminar nuestras sucias mentes sectarias. Pronto cantaremos las maravillas de la futura Eurabia.


Orgulloso de ser castellano. Orgulloso de ser español.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cualquie dijo:

Hola, primo. Sí, y ahora con Zp verás, terrible. Aquel esfuerzo que hizo España, efectivamente, para impedir la penetración de los moros en Europa, al final no va a servir para nada.
Un abrazo chino, chinito.

Anónimo dijo...

Impertérrito dijo:

Hola Emperador. Oye, ¡cuanto tiempo hace que no te pongo un comentario! ¡desde el año pasado!

Bueno, fuera bromas, se dice que aquel que olvida la historia está condenado a repetirla. Pues fíjate si no es para desesperarse, ahora padeciendo a ZP y, como siga esto así, dentro de nada padeciendo a los moros de nuevo, como nuestros antepasados. No sacamos cabeza.

Me ha gustado tu final, igual te lo copio, cambiando algo, naturalmente. Quedaría tal que así:

Orgulloso de ser español, orgulloso de ser murciano.

Un fuerte abrazo.

Cualquie dijo...

Bueno, ya veo que está el comentario, que no sabía si estaba
Otro abrazo.