jueves, 19 de noviembre de 2009

El sistema sanitario. Problemática y posibles soluciones.

El mayor riesgo de los Estados del Bienestar es que al final producen cierto malestar —sobre todo en las arcas públicas— llegando un momento en que los gastos que originan las prestaciones sociales son tan elevados que no pueden ser asumidos a no ser que se incrementen más los impuestos sobre los sufridos ciudadanos. Sin embargo, y aun a riesgo de ser políticamente incorrecto (lo cual me es indiferente) hay que decir que parte de la culpa de los altos costes la tienen los usuarios, que piensan que todo el monte es orégano y los servicios públicos son para usar sin tasa ni freno.

Vamos hoy a analizar someramente la Sanidad, uno de los ámbitos que más coste suponen para las administraciones. Es frecuente que muchos ciudadanos se crean que es gratis, sin ponerse a pensar que la pagamos todos, incluidos ellos mismos. Para ello, este estudio se desglosa en tres partes: gastos de Farmacia, consultas de atención primaria y urgencias hospitalarias.

En el capítulo referido a los medicamentos, la ignorancia de la plebe hace creer a muchos que cuantas más medicinas, mejor. De este modo, se presiona a los sufridos médicos para que se les prescriba a tutiplén, incluyendo esas dolencias que hace años tuvieron y de las que ya ni se acuerdan salvo, claro está, a la hora de pedir recetas, que para eso salen gratis o con un importante descuento si las extiende el facultativo del Seguro. Así, el presunto enfermo de veinte dolencias y real de dos o tres a lo sumo se presenta en la Oficina de Farmacia con veinte o más recetas (si es pensionista, más aún porque no cuestan) para desesperación del empleado de la botica que se tira un buen rato cortando cartoncitos.

Algunos pensarán que el farmacéutico se frotará las manos de gusto, pero esto parece que va a pasar a mejor vida. Circulan rumores que en algunas comunidades hay problemas para pagar a las farmacias los medicamentos dispensados, por lo que podría llegar un momento en que las farmacias incluso se nieguen a adelantar el medicamento y se quiebre la prestación.

Aunque duela, la única solución es que los usuarios aporten más por las medicinas, sobre todo en base a su nivel adquisitivo. Incluso a los pensionistas, si tienen una pensión aceptable, no tienen porqué salirles gratis. Desde luego bastante menos medicamentos inútiles se recetarían.

En cuanto a las consultas ambulatorias, el gasto es más de tiempo que de dinero, pero ya se sabe que el tiempo es oro y el médico no puede dedicar a los pacientes nada más que unos escasos minutos debido a la afluencia de público. Todos sabemos que hay aficionados a estar cada dos por tres en la consulta del galeno, bien a contar su vida, bien a pedir recetas (enlazando con el primer punto) o análisis y radiografías así porque sí (técnicas muy costosas por cierto) y sólo unos cuantos necesitan realmente la visita. Con sólo poner un pequeño ticket disuasorio de dos o tres euros por cada vez que se acuda a la consulta, las listas de espera bajarían a proporciones inimaginables, acudiendo solo los que realmente lo precisan.

Las urgencias hospitalarios son uno de los aspectos más problemáticos y en el que más se abusa por parte de los usuarios. Para comprobarlo, basta con acudir al hospital mientras se televisa un partido de fútbol; las urgencias están vacías o con muy pocos casos. Nada más acabar el evento futbolístico, empiezan a llegar pacientes malísimos, demostrando así que el balompié tiene propiedades curativas.

Estos enfermos “imaginarios” se distinguen perfectamente de los auténticos porque protestan mucho más, lo cual no ocurriría si estuvieran realmente mal. Son los que colapsan los Servicios de Urgencias, originan un gasto que podría evitarse y hace que los médicos y enfermeras no pueden dedicar su tiempo a los que lo necesitan de veras. Un acertado estudio costumbrista los clasifica en tribus, cuyos nombres son los siguientes:

  • ARAPAJOES (arapajoé me hace una radiografía).
  • POYAKES (poyaque estoy aquí me hace una revisión completa). Están emparentados con los primeros, pero son más radicales.
  • POYOASIS (poyoasí no me llevo al agüelo). Suelen acudir en verano acompañando a un familiar de más de 75 años y se niegan rotundamente a llevárselo aunque esté más sano que una ristra de ajos). Si no consiguen dejarlo ingresado, exigen que se les facilite una residencia de ancianos gratuita para el abuelo/a, a pesar de que le quieren mucho.
  • PAESOPAGOS (usté matiende ahora mismo que yo paesopago). Estos son los “reclamadores” que luego no pagan las cuotas de la Comunidad de Vecinos o deben dinero hasta el apuntador, pero son perfectamente conscientes de sus derechos cívicos (aunque no de sus deberes).
  • PIES NEGROS (no hacen falta comentarios).

A modo de conclusión, hay que decir que el vulgo es ignorante de lo que cuesta la Sanidad Püblica, siendo la ignorancia directamente proporcional al grado de exigencia en la mayoría de los casos. Como se expone, con que sólo se exigiera una mínima aportación en los servicios se solucionaría en gran parte el problema y se minimizarían los gastos.

Pero ya se sabe que el dinero público no es de nadie. Por eso nos pasa lo que pasa.

1 comentario:

Impertérrito dijo...

¡Que razón tienes!

Claro, eres Emperador, y estás en posesión de la verdad.

Hablando en serio, estoy de acuerdo en lo de los 2 ó 3 € y en lo de que paguen los pensonistas, por lo menos aquellos que gocen de buena paga.

Y lo de las tribus está genial. Me recuerda a un post que puse yo en LD hace unos meses, sobre enfermedades y cosas que decía la gente, confundiendo el nombre. A ver si lo encuentro y lo pongo aquí, era muy divertido.

Un abrazo, Emperor.