jueves, 26 de noviembre de 2009

El zapatero hebreo

Es conocido que los judíos fueron condenados a la pena de expulsión de Sefarad (España)) por los Reyes Católicos, salvo que se convirtieran al cristianismo. Los que decidieron esto último hubieron de cambiar sus clásicos apellidos semitas por otros cristianos que hubieron de adoptar a toda marcha. De esta forma, puede reconocerse si una persona desciende de hebreos por sus apellidos, aunque ésta no es una regla exacta, ya que muchos tomaron el de un vecino o un aristócrata conocido para parecer más cristianos.

Según esta norma, los siguientes apellidos proceden de judíos conversos:

  1. Los nombres de profesiones y oficios (Zapatero, Herrero, etc.)
  2. Los nombres de pueblos y ciudades (Sevilla, Madrid, Valencia, etc.)
  3. Los nombre de plantas y árboles (Olmo, Peral, etc.)
  4. Los que designan cualidades físicas o corporales (Garrido, Bermejo, Rubio, Feo).
  5. Los apellidos que se refieren a santos o a la religión (Cruz, San José, Santamaría).
  6. Los que se refieren a lugares (Montes, De la Vega, etc.)

Visto lo cual, puede comprobarse que muchos descendemos de ellos, entre los cuales se cuenta un servidor, aunque no presente nariz ganchuda, sino más bien gorda. Pues bien, según esta regla entra dentro de lo posible que nuestro amado “prisidente” —que diría el fallecido Jesús Gil— puede ser de origen judío.

Lo más curioso es que el citado no parece sentir muchas simpatías por los descendientes de sus posibles antepasados, ya que parece preferir la amistad con los árabes, enemigos seculares del pueblo hebreo. Algo no cuadra en todo esto, pues los judíos son gente hábil y eficaz en lo que emprenden salvo, claro está, que la excepción confirme la regla.

Saludos cordiales.

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