jueves, 3 de marzo de 2016

La hipótesis de las cuatro Españas


El debate político y la reflexión consecuente llevan con frecuencia al pesimismo, y más todavía después de observar el transcurrir de la coyuntura en la que estamos. España está fragmentada, no en las dos partes machadianas que han de helarnos el corazón sino en cuatro, que bien pudieran ser cinco o más. Se ahonda así, más aun si cabe, la división cainita que maldice eternamente a esta vieja y desgastada Nación, que gusta de los duelos a garrotazos que espantaron a Goya y que de persistir, llevarán a la piel de toro a la hecatombe. 
Veamos, pues, las distintas clases de españoles que coexisten actualmente, y que no parecen estar de acuerdo ni para que les toque juntos la quiniela.
La primera —y conste que el orden aquí no importa— es la España radical, que vive en muchos casos del odio al otro, pero también de la ignorancia, a veces tan atrevida que resulta insultante. Sus manidos espantajos son los ricos, la Iglesia y, en general, todo el que no piense como ellos, si bien para ellos está última categoría entra en lo que llaman “fascistas”. Son “la gente”, más bien la gente indignada, ese grupo de población que en muchos casos padece de úlcera o estreñimiento porque nada les acomoda, o bien porque su fracaso en la vida les hace envidiar, despotricar y odiar. Totalitarios hasta la médula, en ellos conviven los idealistas junto con auténticas malas personas que constituyen un peligro potencial.
Los progresistas son la segunda cohorte, que se caracteriza fundamentalmente por la corrección política, ese nauseabundo espécimen. Suelen mirar a los demás por encima del hombro, convencidos de estar en posesión de la verdad. Se acomodan a cualquier idea que les parezca moderna, por lo que a veces algunos se pasan de rosca y sufren una metamorfosis que les lleva a la primera categoría, e incluso a la tercera tribu, debido al cacao mental que alojan en sus meninges. No son generalmente peligrosos (salvo que sufran la transmutación antes citada), pero a veces rondan lo cursi. En este grupo pueden encontrarse patriotas, pero cuidan mucho su imagen para no ser encuadrados en la última España.
La tercera clase son los separatistas. También se creen superiores además de diferentes, por lo que resultan mucho más odiosos y antipáticos para el resto. Autoritarios en sus formas y fondos para imponer su idea, pecan de chulería porque nadie les ha parado los pies. Manipulan la historia, las costumbres y todo lo que les sea necesario para sus perversos fines. Sus defectos son iguales a los de los demás grupos, por lo que sesudos autores han establecidos que son tan españolazos o más que el resto, aunque todavía no se hayan enterado.
Por último, tenemos a los patriotas, que para el resto de las divisiones de esta hipótesis son, simplemente, “los fachas”, o también “la derechona” aunque sean de izquierdas. Para ellos, España es lo primero, por encima de ideologías y fruslerías. Es la clase más numerosa, abarcando desde las gentes de izquierda moderada, pasando por el centro —si es que éste existe— hasta todo el espectro de la derecha (algunos de éstos sí que constituyen un auténtico espectro que deambula fantasmagórico). Son los que tienen mayor autocrítica y quienes presentan mayor diversidad entre sí dentro de las distintas subclases de la categoría. 

Por eso nunca se unirán y siempre perderán. 

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