sábado, 5 de noviembre de 2016

El enemigo en casa

El historiador romano Pompeyo Trogo decía de los hispanos:

“Los hispanos tienen preparado el cuerpo para la abstinencia y la fatiga, y el ánimo para la muerte: dura y austera sobriedad en todo. En tantos siglos de guerras con Roma no han tenido ningún capitán sino Viriato, hombre de tal virtud y continencia que, después de vencer los ejércitos consulares durante 10 años, nunca quiso en su género de vida distinguirse de cualquier soldado raso. Los hispanos prefieren la guerra al descanso y si no tienen enemigo exterior lo buscan en casa.”

Como puede verse en el último párrafo, puede llegarse a la conclusión de que los españoles estamos permanentemente condenados a luchar, y si no hay enemigo exterior, lo buscamos dentro de casa. Con respecto al resto del texto hemos perdido bastantes cualidades.

Esta constante de buscar guerra puede observarse en la izquierda, que siempre achaca a los que no piensan como ellos de todos los males, acusándoles de fascistas. Este carácter excluyente abarca incluso a gentes de la propia izquierda que cometen el tremendo crimen de pensar y señalar los defectos que observan en sus correligionarios. Automáticamente pasan a ser “fachas”. Véanse sino, los últimos episodios protagonizados por los podemitas y los partidarios de Sánchez contra aquellos socialistas que se oponían a la salida del citado Pedrusco.

Lo mismo puede decirse del nacionalismo. Todo aquel que no esté de acuerdo con ellos, ofende al territorio común. El no hablar en catalán o vasco o criticar los desmanes separatistas puede llegar a ser una injuria a Cataluña o Euskadi y por tanto, merece el más severo de los castigos.

Gran parte de lo anterior se debe a la posición privilegiada que gozan los nacionalismos (e incluso los regionalismos) en nuestro país debido a la nefasta ley D´Hont que les proporciona una representación excesiva, lo que ha obligado durante años a los partidos nacionales a pactar con ellos en el Congreso para recabar su apoyo, obteniendo a cambio importantes prebendas. Urge cambiar la Ley Electoral para que en las Cortes no obtengan representación nada más que aquellos que se presenten en un número elevado de circunscripciones, puesto que los diputados representan a todo el pueblo español y no a una parte.
El filósofo, escritor y político Ernesto Ladrón de Guevara criticó una vez a los nacionalistas vascos y la respuesta que obtuvo fue “Al PNV no se le molesta. Es fundamental para las políticas del Estado”. Mientras el buenismo y lo políticamente correcto mantengan esta postura, mal vamos. Porque no se ven trazas de que esto vaya a cambiar.

En otro ejemplo más cercano, hace años a un conocido mío (funcionario del Estado) se le aleccionó antes de una reunión con sus homólogos de la comunidad autónoma correspondiente, más o menos en los siguientes términos: “Sed prudentes y no les enfadéis ni discutáis con ellos”. No era en Cataluña ni en Vascongadas, y los asuntos o competencias a tratar eran simplemente cuestiones técnicas. Inaudito.

Y al final se llega a la triste conclusión de que el Estado no es residual en Cataluña, lo es en toda España. ¿Hasta cuándo las autonomías?

No hay comentarios: