lunes, 1 de agosto de 2016

Casas de indianos



He vuelto al Norte, a Asturias. Y al volver a recorrer sus calles y caminos, sigo maravillándome de esas suntuosas mansiones que pueden contemplarse en una pequeña aldea o al pie de una carretera. Muchas se hallan en uso y buen estado; de otras, desgraciadamente, sólo quedan tristes ruinas que dejar entrever la grandeza de tiempos pasados. Son casas de indianos, viviendas de antiguos emigrantes retornados de América con fortuna, que edificaban estos palacetes en el pueblo que les vio nacer para pasar allí sus últimos años. Recompensa tardía tras una vida de trabajo y  sacrificios, los sueños del emigrante se materializaban así, en piedras nobles y jardines exóticos. Un conjunto de texturas, sensaciones y lujos que ayudaban a sobrellevar la postrera etapa, una vez cumplida su aventura vital.
Edificadas en su mayoría desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta principios del XX, algunas son auténticas joyas de la arquitectura modernista, asturiana o montañesa de su época. Los indianos también financiaban la construcción de escuelas públicas, asilos, iglesias y otros edificios, demostrando así el agradecimiento hacia la tierra suya y de sus antepasados.
Complementando este sentimiento hacia lo propio, es característico también el eco tropical en los jardines de las casas de indianos. La presencia de palmeras, magnolias o buganvillas actuaba como recordatorio de la presencia en las Américas, constatando así el amor a aquella tierra en la que vivieron y prosperaron. Un doble y noble propósito el engrandecer el terruño añorado durante tantos años y agradecer al tiempo el país de adopción.
Bien deberían aprender de este ejemplo los aldeanos separatistas que confunden el culo con las témporas pascuales, y el amor a la tierra con la exclusión de los otros. Es evidente que no han tenido que emigrar a las Indias, pues seguramente entonces pensarían de otra manera (a cambio, se les da muy bien hacer el indio). Lo mismo podría aplicarse a esos presuntos refugiados que se dedican a degollar a inocentes curas, violar mujeres y otras lindezas por el estilo. Es difícil pensar que si vuelven a Oriente hagan algo edificante, valga la redundancia.
Quedémonos pues con el recuerdo de la huella de los indianos y su ejemplo de trabajo, agradecimiento y patriotismo. Engrandecieron España y América, y merecen por tanto nuestro homenaje.

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