domingo, 18 de noviembre de 2012

Biarritz




Si hay una palabra que puede definir a Biarritz es el glamour. Perfecta fusión de la tradición vasca y el estilo francés, guarda el encanto de otros tiempos cuando los balnearios eran el punto de encuentro de la alta sociedad y los potentados mataban su aburrimiento entre baños de sol y noches frenéticas de ruleta. No hay nada que sobre; todo parece perfectamente diseñado para ocupar su lugar y ser un regalo para la vista del viajero que allí se acerca en busca de esplendores pasados y de modas presentes.

Y, sin embargo, no nos encontramos ante un paraíso inasequible en el que sólo se puede mirar, como en Montecarlo. En Biarritz se puede pasear y contemplar la majestuosidad de su Grande Plage o la soberbia arquitectura del Casino, sí, pero también es posible sentarse a cenar en uno de los múltiples restaurantes o bares que jalonan sus calles y avenidas o comprarse ropa en las boutiques sin morir en el intento. Además, siempre nos quedarán las Galerías LaFayette. Por el contrario, el principado de los Grimaldi es un Gotha prohibido para los advenedizos en el que por no haber, no hay apenas ni un bar donde tomarse un piscolabis, pues todos se hallan en el interior de lujosísimos hoteles vedados e inaccesibles a la plebe, que solo puede hallar contento en la práctica del voyeurismo de exteriores.

Pero quizás, lo mejor de Biarritz son sus atardeceres de cielos rosas que se funden con el turquesa de las aguas y el marrón anaranjado de sus acantilados. Crepúsculos con el Hotel du Palais encendiéndose cuando el sol se apaga a la espera de un nuevo día mientras que a su espalda y desde el puente sobre la playa se ve todavía la iglesia de Santa Eugenia. Ocasos que miles de españoles contemplan y contemplaron en otros tiempos cuando allí iban a veranear los pudientes celtíberos y ahora visitan los de las generaciones presentes. No en vano, Alfonso Ussía dice que es la ciudad más española del Sur de Francia, donde casi todo el mundo habla la lengua de Cervantes y nadie te saluda emitiendo un “¡Kaixo!”, que sólo algunos saben lo que significa.

Si éste que os escribe alguna vez tiene posibles, allí le busquen; me encontrarán caminando por sus bulevares o contemplando el mar desde su suite. Buenos pasatiempos para épocas mejores que esta oscura en la que nos ha tocado vivir y de la que se evade uno como puede con ilusiones de tardes rosadas, mares azules y fortunas futuras.

No hay comentarios: