jueves, 27 de septiembre de 2012

Bidart



Cuando se evoca este nombre, a la mayoría le vienen recuerdos que se relacionan con etarras que allí fueron capturados hace algunos años. Sin embargo, Bidart es una villa tranquila y bella con las mejores casas vascas que este servidor ha visto jamás. Edificios primorosamente conservados con jardines magníficos donde florecen las hortensias, calles limpias en cuesta y buenas playas, algunas con parques y jardines en sus cercanías que forman una amalgama de arena y hierba que da gusto contemplar. Hasta un bunker alemán de la Línea del Atlántico queda por allí. No debió de ser de mucho uso en su día pues los aliados desembarcaron bastantes cientos de kilómetros más arriba, en Normandía y hoy se usa como garaje de un 
chalet vecino, así que al final alguna utilidad encontró.

Tan solo ensombreció a los ojos de aqueste visitante una pintada sucia escrita sobre una tapia con spray negro como a la vieja usanza en la que se leían únicamente las tres letras malditas: ETA. Una exclamación en tono bastante alto y se prosiguió el camino. 

En la plaza de Bidart se encuentra el frontón donde se juega a la pelota vasca, pero en los días de mercado es difícil ver la cancha; se halla ocupada por tenderetes donde se vende de casi todo: Txapelas de color rojo y negro, souvernirs, ropa, abalorios y comida. Sobre todo, la comida. Decía De Gaulle que era casi imposible gobernar un país en el que había cuatrocientas variedades de queso —no conoció las diecisiete taifas hispanas, algunas de las cuales huelen peor que el más genuino Camembert— pero tantas no vieron estos ojos. Sí unas cuantas y muy buenas por cierto. Además, se pudo paladear el delicioso gateau basque de crema, del cual adquirí una pieza (que apenas duró nada más abrirlo en Madrid) y probar diversas variedades de paté que eran inenarrables, tanto en su sabor como en su precio; una lata homeopática viajó hasta España y fue degustada con fruición.

Sobre la Mairie (para los amigos, el Ayuntamiento) destacan las banderas europea, francesa y también la ikurriña, adoptada también en el País Vasco francés. Pero a ambos lados de la última ventana del edificio y dominando el panorama se pueden leer dos letras: RF. Repúblique Française, para que quede bien claro y no haya dudas, no vayan a venir los amigos de lo diferencial y hagan de las suyas.

El viajero se retiró a gusto de esta villa y volvió a su hotel en San Juan de Luz, no sin antes recordar que por allí andaba en esas fechas también cierto yerno famoso. No se le vio.

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