viernes, 19 de marzo de 2010

Las bayas de Goji



Sábado, 28 de Ventoso.

Como un servidor ya va entrando en años anda buscando ese elixir de la eterna juventud que le devuelva las formas y los fondos de cuando era un apuesto mozalbete, o por lo menos que en algo se aproxime. Nada nuevo bajo el sol por otra parte, pues ya Ponce de León buscó afanosamente la fuente de la eterna juventud que según las leyendas poseían los nativos de Puerto Rico. Obviamente ni él ni sus hombres la encontraron pues andan todos criando malvas desde hace unos cientos de años, pero en esa búsqueda el gran conquistador descubrió el territorio de Florida, que ya es algo.

Sin embargo, proliferan últimamente en numerosas publicaciones las virtudes de unos pequeños frutos rojos similares a cerezas llamados bayas de Goji —pronúnciese “Goyi”, más o menos como si llamáramos a Gregoria— que se venden desecados y que proceden de las montañas del Himalaya, como el Yeti, aunque otros afirman que su origen es chino.

El caso es que los frutos de marras parecen ser un poderoso agente bastante más sano y menos arriesgado que otros métodos para luchar contra el envejecimiento, de tal manera que si Fausto los hubiera conocido hubiera mandado a Mefistófeles a freír espárragos. Parece ser que las bayas son el vegetal que contiene mayor proporción de antioxidantes naturales, sustancias que retardan la vejez.

Todos hemos visto como en el dorso de la mano (o sea, lo contrario de la palma) de las personas mayores se ven unas manchitas pardas que son el resultado de la acumulación de radicales libres, compuestos que nada tienen que ver con la política y que son el resultado de la lenta e inexorable oxidación del organismo. Además las bayas fortalecen el corazón, alivian la ansiedad y el estrés, protegen el hígado y los riñones e incluso protegen de la impotencia. Aunque sólo fuera por esto último, ya dan ganas de tomarlas.

Solamente parecen tener dos riesgos: No se deben tomar por personas que están en tratamiento con anticoagulantes y tampoco se debe abusar en demasía porque un exceso produce un inevitable “irse de varillas” para desazón del señor Roca y dolor de nuestras tripas. De estro último puede dar fe el que esto escribe, que se comió 40 bayas el primer día y desde entonces ha disminuido la dosis a unas 10-20, que parece más razonable y siguen previniendo el estreñimiento. Se pueden tomar solas, pero saben un poco a herbolario, pero están aceptables tomadas con yogur. Lo que no es muy aceptable es su precio (unos veinte “aurelios” el kilo o más), pero la verdad es que cunden mucho.

Así pues, si queremos seguir escribiendo en estos blogs durante muchos años para desesperación de Zapatero y de Mariano, amén de nacionalistas varios, tomemos las bayas de Goji. Seremos cuasi eternos.

1 comentario:

Francis Nicolás dijo...

Una vez se me presentó una joven monja ruandesa que quería aprender castellano. Al cabo de unos días de amistad, me sugirió que probase el te ruandés. Me adviritió que tenía dos contraindicaciones: hacía la "caquita" colorada y era un potente estimulador masculino... Al quedarme estupefacto y no querer entenderla, decididamente cerró el puño y enderezó el brazo enérgicamente ...
No sé, tus bayas me han recordado el episodio del té ruandés...

Hay cosas sorprendentes en este mundo...que nos ofrece la madre tierra...

¡Joder con las monjas ruandesas!

Un abrazo, herbolario mayestático.