domingo, 4 de octubre de 2009

San Francisco y El nombre de la rosa




Nunca fui meapilas aunque sí creyente, de ahí esta historia que relato un cuatro de Octubre, festividad de San Francisco, noble varón de la Iglesia y paradigma de la humildad que conduce al Reino de los Cielos. Hace mucho tiempo mi madre (q.e.p.d) me dio una estampita del Santo, escrita en tenues caracteres sepias y aparentemente frágil, de ésas que parece que están hechas en papel Biblia y se van a quebrar de un momento a otro como un fino cristal. Desde entonces, siempre la he llevado conmigo.
Hace un tiempo se rompió, quedando el pobre santo descabezado, posiblemente como consecuencia de cambio de cartera (que no de chaqueta). Logré encontrar otra de repuesto volviendo al hogar de mis ancestros, pues mi madre tenía muchas estampas; Santos y Vírgenes a los que rezaba con devoción todas las noches. Tanta cantidad tenía que mis hermanas y yo la llamábamos cariñosamente Palomeque, famosa tienda de objetos religiosos y estampas que hay en el centro de Madrid, donde lo mismo se puede comprar un libro con la vida de San Roque, que encontrar una estatua de San Simeón el Estilita, aquel venerable Varón que, según la tradición, se pasó gran parte de su vida rezando subido en lo alto de una columna. Algunos políticos intentar imitar la conducta de San Simeón el Estilita en eso de no bajarse de la columna, pero como lo hacen con otros propósitos y además de modo laico, es de suponer que tal conducta no sea del agrado del Señor.


En esa estampita de la que hablo puede leerse la bendición de San Francisco, que según dice en la leyenda que la acompaña —y yo así lo creo— es eficacísima para evitar enfermedades y otros males del cuerpo y del alma, además de ser un poderoso repelente que aleja a los demonios y otras criaturas del Averno. Como estos tiempos son desgraciadamente propicios para la aparición de todo tipo de desgracias y actuaciones del lado oscuro, estimo que es mi deber compartirla con vosotros. Aquí va:

El Señor te bendiga y te guarde
El Señor te muestre Su Rostro y tenga misericordia te ti.
Vuelva el Señor Su Rostro hacia ti y te conceda la Paz.
El Señor te bendiga.

Una bendición bellísima, a la vez que humilde, como lo fue el gran Santo de Asís. Y es que en las cosas más sencillas está la Verdad.

Precisamente a tenor de esto conviene recordar un memorable fragmento de la película El Nombre de la Rosa, adaptación de la magnífica novela de Humberto Eco y que interpretaba magistralmente Sean Connery en el papel protagonista. En el mismo se reunían los más ilustre varones de la Iglesia en la abadía que constituye el principal escenario de la trama para debatir un complejo y cuasi bizantino tema: ¿Era Cristo realmente dueño de las ropas que llevaba?
Según iban llegando los participantes casi podía uno averiguar cuál era la posible respuesta a tan prolijo enigma. Los padres franciscanos, en carreta tirada por bueyes y portando su túnica de arpillera y sus pobres sandalias; los enviados del Papa de Aviñón, gordos e hinchados como botas, en carroza tirada por briosos corceles y ataviados con los más ricos y polícromos oropeles propios de su cargo. El contraste era aterrador y, sin embargo, era evidente quien estaba más cerca de Dios y quien más cerca de los hombres y del mundo.
Algo así ocurre también en nuestros días, aunque en otros ámbitos. Mientras unos intentamos buscar la verdad y la razón con argumentos sencillos, otros disfrazan sus vacías ideas de ricos adornos dialécticos con los que aparentan que detrás de ellas hay algo sólido y verdadero, cuando en realidad todo su interior es falso. Sin embargo, resultan enormemente atractivos para muchas personas que no son capaces de buscar, sino que simplemente se dejan llevar por las promesas y las externas apariencias de aquellos que finalmente se servirán de ellos para sus fines.
¿Quién está más cerca de la verdad? Ya sabemos que verdad absoluta no hay ninguna en la tierra y no es cuestión de arrogarse lo que no existe en su totalidad; hasta en eso intentamos ser humildes. Pero sí creemos saber quien acumula más mentiras casi absolutas practicando el relativismo.
Saludos cordiales.

3 comentarios:

Fran Capitán dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=VaQ_oyDlI_Q&feature=player_embedded

GAMBERRO DE CAMBERRA

Anónimo dijo...

Perfecto, redondo, ¡me ha encantado, majestad!
Este tema me apasiona...

¿No es cierto que algunos gloriosos pintores pintan a Nuestro Señor con una bolsa de dinero en la Cruz?
Diantre... ¡qué debate! ¡y qué despiste pictórico!

Me gusta otra frase que no tiene mucho que ver... pero que me imapctó.

Querido Adso, ¿qué es una mujer si al fin le quitamos la piel?
Estoy de aucerdo contigo y con Eco.. demasiada carcasa, oropel, complejidad, dificultad ficiticia, He publicado algo en ese sentido.
Heusitado la oración de SanFrancisco que has puesto... espero que llegue un poquito a todas las personas que quiero en un día tan especial como hoy.

Un abrazo, Chiness Majestic

Wolfson dijo...

Magnífico artículo.
Magnífica oración, por lo sencilla y directa que es.
Me la guardo con tu bendición, Emperador.