viernes, 2 de octubre de 2009

50 Plus

Tal que anteayer, día de Nuestro Señor del 30 de Septiembre y festividad de San Jerónimo, patrón de los traductores y de los indios (esto último, me parece que es una errata)ya cumplió este que escribe los cincuenta y uno. Eso del medio siglo ya me cayó encima como una losa el año pasado, pues lo de ser cuarentón pasó a la historia, como pasaron los grandes hombres y los criminales famosos, sin que uno sea ni lo uno ni lo otro, por lo menos de momento. Sienta muy mal cambiar de decena y más aún cuando se trata de un guarismo tan elevado, pues ya se empieza a barruntar que el organismo se encamina a eso que unos llaman pomposamente la tercera edad y otros le adjudican eufemismos como ese término de “mayores”, que suena fatal.

Para más inri, uno pensaba que el paso a esa etapa se producía oficialmente a los 65 años, edad típica de jubilación y que no tiene nada de jubilosa, pero mis ánimos se derrumbaron ayer mismo, 1 de Octubre, declarado internacionalmente como Día de las Personas de Edad (no específica cual, pero todos suponemos de cuál se trata). Resulta que al conectar el pérfido aparato televisivo, me enuentro con un reportaje sobre una feria conmemorativa del evento; hasta ahí nada extraño, pero al contemplar que dicho certamen se llamaba “Salón 50 plus”, se me cayeron los palos del sombrajo. La desazón me continuó al ver que entre los patrocinadores se encuentra el IMSERSO y el laboratorio que fabrica las compresas ésas que anunciaba Concha Velasco para las pérdidas de orina.

Es decir, que con eso del “50 plus” me barrunto que ya nos están catalogando a los que andamos entre 50 y 65 como dignos y futuros descendientes del trilobites o del megaterio, aun antes de entrar oficialmente en dicha categoría. No sé si todo es pura casualidad o bien esta sociedad moderna llena de progresía, bibianas y leyres varias va acotando las edades para que el mundo sea de los menores de cuarenta y a todos los que pasemos la barrera se nos empiece a considerar venerables.

Yo no quiero ser venerable ni honorable. Soy un trabajador en activo y quiero ser eso, sin que me coloquen etiquetas cuanto menos sospechosas. Sí es cierto que a uno le entran ganas de vez en cuando de jubilarse, pero ello suele ocurrirnos a casi todos a partir de los treinta, cuando hemos empezado a trabajar y estamos ya deseando dejar de hacerlo, que el trabajo realiza a las persona y les permite ser autosuficientes, pero ya dice la Biblia que es un castigo de Dios, y no va uno a contradecir al Altísimo.

Así, pues, me marcho ahora mismo a apuntarme al Hogar del Pensionista. No creo que me admitan, pero si les digo lo del 50 plus, lo mismo me dejar ir de oyente algún día y me puedo marcar unos pasodobles en el salón comunal a los acordes de Suspiros de España. Suspira uno ya de ver estas cosas que pasan en España.

Saludos cordiales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El otro día leía un artículo donde se decía que si nos jubilamos a los 55 y vivimos de media hasta los 90... ¡35 años! Coño, toda una vida...

No hay caja que lo aguante, ni cuerpo que lo resista....

El problema no es que te jubilen, es que uno se jubile a sí mismo.

Un saludo,amigo.