miércoles, 7 de octubre de 2009

Bollería fina

Mis amigos y allegados habituales ya conocen parte de las aficiones culinarias de este cronista y crítico de la sociedad moderna: el café con porras, la mostaza en las salchichas (jamás el ketchup, tomate infumable donde los haya) y otros productos nada recomendables por los expertos, esa gente a la que no se debe hacer caso salvo que uno quiera vivir muchos años pero muy aburridos. Sin embargo, se me había pasado por alto otro de mis manjares preferidos como es la bollería, maravillosa mezcolanza farinácea y dulzona que constituye el terror de las balanzas y regímenes varios.

Tanto me gustaban que en la Universidad los amigos me llamaban Boyer, no por aquel antiguo ministro que fuera seducido por los encantos de la Preysler, sino por los bollos. Actualmente sigo con la afición y comoquiera que ya es difícil encontrar porras y churros de buena calidad, muchas veces los sustituyo por un café con bollo, sea un cruasán, sea un pepito o napolitana de crema o aquel que más a mano se halle, pues pocos ascos le hago a estas viandas. Antaño me gustaban mucho las palmeras de chocolate, que se encontraban de muy buena calidad en el comercio, pero ahora la fabricación industrial masiva ha convertido el baño de chocolate en un amasijo nada recomendable en la mayoría de los casos, por lo que no suelo recurrir a las mismas.

Volvemos a las andadas. Todas las autoridades bienpensantes y sesudas que velan por nuestra salud en nada recomiendan los bollos y los catalogan poco menos que de veneno nutricional, por su alto contenido en grasa saturadas. Saturado está uno de oír que sólo lo bueno son las verduritas, pero todos coinciden en lo mismo; las cosas buenas son malísimas y los alimentos sanos son los más insulsos o aquellos que sólo comeríamos si estuviéramos ingresados en un centro sanitario.

Pues miren ustedes, como creo que el tiempo que ha de permanecer uno en este valle de lágrimas no depende nada más que de la Voluntad del Hacedor, desde aquí digo que pienso seguir comiendo lo que me plazca y no me pienso hacer un análisis como no me encuentre en las últimas, porque si encima que estamos por aquí dos días nos empeñamos en amargárnoslos, apaga y vámonos.

El exceso de hábitos saludables conduce a la neurosis (la frase es mía).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya te digo...

Ventajas que tenemos los diabéticos que ya no tenemos que soportar la tentación de los experimentos reposteros.

(La primera vez que estuve en Madrid - alojado en el Cuzco - entré en una cafetería y pedí:
Por favor, camarero, cuando pueda, dos porras y una botella de agua mineral con gas fría.
Joer, me miraron como si fuera un marciano.No fue mala la experiencia de comerse dos porras a tragapavo, beberse la botella de agua mineral de dos tragos e ir eructando por las aceras hasta la boca del metro. ¡Te quedas nuevo y evitas los excesos saludables!

Un saludo cordial, amigo.

Fran Capitán dijo...

Maravillosos bollos. hoy ue en España hay tantas bolleras, boyeros, polleras y poyeros, bien está que alguien fino hable finamente de la Bollería Nacional.

Abrazos,

Post Data: Sigo siendo el mismo. El mismo Fran-Chin-chón, lo que pasa es que ahora, amén de pala los españoles y amelicanos, tlabajo pala los chinos.
Saludos, Empeladol