lunes, 13 de abril de 2009

¿La culpa es siempre del conductor?

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Después de haber terminado las vacaciones de Semana Santa, vendrá ahora hacer el balance de víctimas que, aunque menor que en años anteriores, sigue siendo elevado a pesar del famoso carné por puntos y los cientos de radares que espían a los sufridos conductores como celosos vigilantes de novela de Orwell o de Matrix.
Es costumbre frecuente en los responsables de la DGT echarle siempre la culpa al conductor de todos los males y, aunque en muchos casos es cierto, las causas de los accidentes no se deben sólo a ellos. El estado de las carreteras es deplorable, miles de puntos negros, curvas peligrosas, rasantes y un sinfín de obstáculos más acechan al automovilista que ha de sortearlos como si en un rally estuviera.
Además no debe confundirse el exceso de velocidad con la velocidad inadecuada. El primero sólo es el responsable de un 3% aproximadamente de los accidentes y consiste, por ejemplo, en ir a 70 cuando la señalización obliga a ir a 60. Este hecho no suele ser grave en la mayoría de los casos, pero es suficiente para encasquetarle a uno un buen paquete y la retirada de unos cuantos puntos, ya que la mayor parte de las multas que ponen los radares son por exceso de velocidad, precisamente. Añádase a esto que dichos aparatos siniestros sólo está ubicados en autovías y autopistas —que casualmente son las carreteras más seguras— por lo que parece que la implantación de los mismos en estas vías no persigue otro afán que el puramente recaudatorio o, al menos, eso parece ¿No estarían mejor en carreteras secundarias?
A este respecto, y para recordar el absurdo de muchos límites de velocidad, hay que recordar que en muchos tramos de autopista en Alemania no hay ningún límite y, sin embargo, se mata menos gente que aquí, lo cual viene también a corroborar que la causa principal de las muertes no es el exceso de velocidad.
Sin embargo, la velocidad inadecuada produce muchísimos más accidentes y raramente es detectada por los ingenios eléctricos de don Pere Navarro. Se encuadra en este tipo la conducción temeraria a gran velocidad, ya sea sereno o ebrio. A estos chalados raramente les pillan, pero al pobrecillo que pasa a 100 en una recta y las señales marcan 80 (muchas veces no se sabe porqué), ¡Zas! Afoto.
Así que, Don Pere, ponga más guardias civiles en las carreteras (cuya presencia ha demostrado ser más útil que los cacharros de marras) y quite esos trastos y póngalos mejor en vías secundarias. Así los malpensados no pensarán que su fin es únicamente coger pasta.

(Lo mismo puede decirse de algunos alcaldes como el ínclito Faraón Ramsés I el de la Zanja, cuya fama es tal que los más desconfiados afirman que en la Villa y Corte te multan hasta por respirar como te descuides)

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