miércoles, 22 de abril de 2009

El debate de las ideas

Se discute mucho en estos tiempos sobre las personas y las ideas, pero más interesante, a mi parecer, es el segundo aspecto; en el asunto de las personas, al fin y al cabo no puede uno guiarse ahí más que por sus filias o fobias.

A cuenta del debate ideológico afloran multitud de adscripciones que para los que no estamos en la política nos suenan a veces extrañas: liberales, progresistas, conservadores, democristianos, reformistas, mediopensionistas, etc. La gente de a pie asiste confusa a este desfile de conceptos en los cuales es difícil encajarse, debido a la sutileza en las diferencias de los mismos.


Véase el ejemplo de un servidor. Si bien puedo ser un liberal, no estoy acuerdo en términos absolutos con esa máxima acuñada por algunos de “cuanto menos Estado, mejor”. En mi opinión, es necesario un Estado eficaz —bien es cierto que esto pocas veces ocurre en la práctica— y creo, por ejemplo, en una Educación y en una Sanidad públicas de calidad y con medios suficientes, no reducidas a una mínima expresión cuasi rayana en la beneficencia para los más menesterosos, como puede ocurrir en algunos sistemas ultracapitalistas. Sin embargo y, por otra parte, hay que huir de un excesivo intervencionismo estatal, porque entonces ya estaríamos como mínimo en la socialdemocracia, o incluso en el progresismo zapateril. He oído por ahí que también existe un liberal-progresismo, locuaz me proporciona un cierto alivio, pues lo mismo soy uno de esos y yo sin enterarme. Viene esto a cuento porque si bien el debate sobre las personas puede resultar al final baldío y sujeto únicamente a las preferencias personales, la controversia ideológica puede inducir asimismo a confusión.


La clave del problema, no obstante, se halla en qué somos sino cómo respondemos ¿Hemos de adaptarnos al cambio de régimen o, por el contrario debemos seguir defendiendo las ideas de España y Libertad que los que escribimos en estos foros mantenemos desde hace tiempo? Hace unos meses, Alejo Vidal Quadras planteó en términos más o menos similares esta pregunta refiriéndose al PP. En su caso, parece ser que ya ha sido contestada. En el nuestro, creo que también.


España vive momentos difíciles que la han situado al borde de la desmembración, por lo menos “de facto”, y la Carta Magna se ha convertido en un papel mojado que sería mejor reformar en sus aspectos mejorables que hacer interpretaciones retorcidas para no cumplirla en su esencia. Las teorías políticas y la situación económica son importantes, pero mucho más el concepto e integridad de España, pues ello trae todo lo demás por añadidura.


Fuerza y Honor.

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