lunes, 1 de agosto de 2011

No quedan días de verano


No quedan días de verano, que dijo Amaral y, desde luego, tampoco hay fechas en el calendario para perdonar lo que has hecho, como apuntó con tristeza Rubén Múgica aunque esta vez no se refiere sólo a los asuntos del Norte, que ya es. Sentiremos tu ausencia y nos acordaremos de ti, tenlo por seguro, pero no porque te echemos de menos sino porque tenemos bien presente lo que nos has dejado; no se puede borrar lo pasado en estos siete años negros.


Siete años de desgracia, como si se hubiera roto el espejo de España por una maldición de Némesis, la que castigó a Narciso a enamorarse de sí mismo y a quedar atrapado en el charco de agua observando su propia imagen. Otros nuevos imitadores de aquel mito quedaron también embelesados hace un tiempo, como si la imagen que devolvía el espejo fuera maravillosa. Mas no, era sólo un espejismo, un sueño de la razón que nos llevó a creer que éramos dioses cuando nuestra verdadera naturaleza era solo de ídolos de barro.


Siguió girando, no obstante, el tiovivo de las ilusiones y de los engaños durante siete años hasta que la realidad se abrió paso y todos la contemplamos con el corazón en un puño. El camino escogido había sido el peor de todos, pero fue bueno y bonito mientras duró, por lo menos al principio. Ahora la senda se torna áspera, dura y llena de obstáculos, vendrá el llanto y el crujir de dientes, pero todavía incluso a pesar de ello habrá ciegos de mente que achaquen los males a entes difusos: los mercados, los especuladores, el destino.


El futuro que nos dejas es incierto y lleno de negros nubarrones que acechan sobre nuestras cabezas a la espera del trágico desenlace que muchos presienten y que casi todos esperan. Porque esto no hay quien lo arregle en mucho tiempo, ni las gaviotas, ni mucho menos las rosas.


Ahora caminaremos con recelo para no volver a caer en otro desengaño. No volvamos a ser ingenuos. No volvamos a creer en otro como tú.


Desde luego si pienso en ti, siento que esta vida no es justa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mil razones tiene mi Chiwin.
te deseo lo mejor para tí y esa family que yo conocí en dosmil y pico, parece que fue ayer...jeje qué grande eres amigo.-

Antonio M dijo...

El caballo de Atila era abono y riego para el campo comparado con esta plaga de cejas circunflejas que ha arrasado España los últimos siete años.

Un abrazo, Emperador