viernes, 4 de marzo de 2011

...Pero era un hombre valiente


Viernes, 13 de Ventoso del año CCXIX. Jour de fumeterre (fumaria).

No era el más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente…

Comienza así la más famosa obra de Pérez Reverte, dedicada a Don Diego de Alatriste y Tenorio, aquel espadachín que en sus tiempos de gloria se había batido el cobre como soldado de los tercios Viejos en las guerras de Flandes. Eran tiempos duros aquellos del comienzo de la decadencia del Imperio y los grandes pensadores advertían ya del ocaso. Don Francisco de Quevedo miraba los muros de la patria suya —que es la nuestra— y los encontraba desmoronados a la par que avisaba de la caducidad de la valentía, quizás por la acomodación a la buena vida o simplemente por el aburrimiento que se origina por creer que el esplendor es perpetuo y no hay que renovarlo.

Desde los albores de la civilización, los españoles fueron un pueblo valiente y emprendedor. Combatieron a los romanos y perdieron, pero fueron capaces de integrarse en aquella cultura que, junto con el cristianismo, sentó las bases de la civilización occidental. Lucharon durante ocho siglos contra la morisma hasta derrotarla, y lo consiguieron porque defendían la cultura y los valores que les dejaron sus ancestros. Descubrieron luego un nuevo mundo e instauraron un Imperio cuyos confines se extendían por todo el orbe.

Comenzaba en tiempos de Alatriste la decadencia, aunque a la vez surgía un Imperio de las Letras y las Artes que no ha tenido parangón en la historia y que compensaba las sombras que se cernían sobre aquella España de los Austrias. Pero todavía quedaba algo de valentía, e incluso duró hasta principios del XIX cuando se derrotó al ejército más poderoso del mundo que había invadido nuestra Nación con engaños y artimañas, saqueándola y llenándola de oprobio.

Desde entonces y hasta ahora aquel espíritu audaz que caracterizaba a las gentes humildes de Hispania —pobres e incultas si se quiere, pero valientes y con honor—, se ha ido diluyendo en una mezcolanza de odios mutuos, barrigas llenas y adoctrinamiento en lo que se debe ser y cómo hay que ser. Vivimos en una sociedad en la que se tiene la sensación que va a acabar de un momento a otro, presa de su estulticia y de su inacción y en la que sólo priman el interés particular, la buena vida y el “que a mí me dejen en paz y que otro se encargue de ello”.

Quedamos pocos, muy pocos, que seguimos creyendo en aquellos valores que nos legaron nuestros antepasados: Patria, Libertad, Justicia, Honor, Progreso (que no progresismo). Para seguir sosteniéndolos hace falta valor, pues el orden que algunos establecieron tiene su propia escala interpretando estos conceptos a su modo —por ejemplo, “nación discutida y discutible”— y considerando subversivos a quienes no se acomodan a dichas interpretaciones.

No seremos piadosos; incluso a veces podemos pecar de deshonestos pues el ser humano es débil, pero no perdamos la valentía aunque tengamos miedo. Recordemos que el valiente solo muere una vez mientras que el cobarde lo hace muchas veces a lo largo de su vida. Continuemos en la Resistencia.

España y Libertad.

Fuerza y Honor.

No hay comentarios: