martes, 2 de noviembre de 2010

La eterna oposición

En estos húmedos —aunque nada libidinosos— días de principio del otoño, se sacude el Emperador la pereza de los dedos y la mente e intenta volver a escribir en su blog, que cuatro años de actividad bloguera son muchos y más aún cuando ya se ha escrito de todo lo divino y lo humano. La falta de hábito hace que las ideas se emboten y no se sepa de qué hablar.

Dignos de admirar son aquellos que continúan en la brecha del ciberespacio, y quizás su fortaleza es la que anima a este imperial servidor vuestro a escribir de nuevo. Si bien la sensación de estar predicando en el desierto sigue latente en el ánimo, a ella se le opone un pequeño atisbo de esperanza que tiene incluso atisbos de certeza. Ahora sí que parece verse el final de esta época zapateril que tanto nos ha contrariado, pero a la que hemos de estar en parte agradecidos por haber sido el detonante de nuestra vocación de escritores y periodistas aficionados (la frase es del mi primo Cualquie, gran maestre del ciberespacio y chantre catedralicio de la catedral de Socuéllamos que diría el gran Tip, a quien Dios tenga en su sonrisa). Y es por ello que la cuestión mueve a la reflexión que se plasma en estas líneas o, mejor dicho, debajo de ellas.

A cuenta del final previsto, se nos plantea un problema asaz delicado. Si, por ventura, Zapatero es jubilado para gran alegría del pueblo español ¿con quién nos meteremos? ¿Será capaz Mariano de dar grandes tardes de gloria a la Red como las que ha proporcionado el iluminado de la Moncloa? La respuesta está en el viento, como diría Bob Dylan y como apostilló cierto gran pensador y filósofo progresista ya citado en este opúsculo en un momento preclaro cuando atribuyó a este flujo de gases extraintestinales la propiedad de la Tierra.

El que esto escribe no votará a Rajoy; su excesiva tendencia a la corrección política y la deriva autonomista del PP lo hacen imposible de momento. Sin embargo, se alegrará si gana pues cabe suponer que un gobierno Popular no cometerá los terribles desaguisados perpetrados por el socialismo y arreglará algunas o bastantes cosas, según le dejen.

No obstante, para aquellos que llevamos la rebeldía en nuestros genes, la intuición nos dice que debemos seguir en la oposición, pues siempre habrá errores que señalar y propuestas que sugerir. Y en ello estamos y estaremos, con Mariano o con ZP*.

(* = no lo quiera Dios)

Fuerza y Honor.

3 comentarios:

Interruptor dijo...

Aquí estaremos vigilando los posibles desmanes de la neoprogresía pepera (que también es neoprogresía aunque vaya en marcha corta). Seguro que Rajoy, si es que llega a la Moncloa, que cada vez lo dudo más, nos premia con más de una día de gloriosas estupideces. Y en su defecto, siempre tendremos las declaraciones de Sorayita o las barbaridades de Gay-Ardón. Además de que es seguro que la que entonces se convertiría en oposición también nos regala momentos de gozo indescriptible.

Pero para ello hace falta ganar unas elecciones en que Marianico el largo se enfrentará a algún candidato de la psoe, que yo sospecho que será Parviño Blanco apoyado por Rub Al Kahaba, que a buen seguro hará todo el juego sucio que sea capaz para reducir la diferencia que las encuestas dicen y conseguir, aunque sea por la vía de los acuerdos con nazionalistos totalitarios, arrebatar la titularidad de la Moncloa.

Nos queda mucho que ver en año y medio, y mucho que sufrir.

Pero no deje su excelencia de escribir, que los súbditos agradecemos sus esfuerzos.

Anónimo dijo...

Yo creo que lo has definido muy bien, Emperador "Guadiana", no votaremos a Rajoy, pero nos alegrará que gane.

Contradicciones de la vida...

Me alegro mucho de veros por aquí de nuevo, "sem-pay".

Y no predicas en el desierto...

Un abrazo

Antonio M dijo...

Yo tampoco votaré a Rajoy, Emperador, pero no me alegraré de su victoria, sino de la derrota de ZP.

Y, no se preocupe, que en La Moncloa, D. Mariano dará juego para que corran ríos de "byes" en la red. Fíjese que, en mi blog, sólo comentando sus fallos de oposición ya tengo materia suficiente ¡imagínese en la Presidencia de Gobierno!

Un abrazo y, aunque crea que no tenga nada que decir, escriba más a menudo: Su redacción merece la pena aunque sólo fuera por la forma.