Tras el derrocamiento de Hixem III, último de los omeyas, el otrora poderoso y floreciente Califato de Cördoba se fragmentó en múltiples estadillos a los que se denominó reinos de Taifas o banderías, los cuales llegaron a ser treinta y nueve.
Las causas fueron variadas, pero mucho influyeron las pugnas internas entre los distintos clanes raciales bereberes muladíes e incluso eslavos (descendientes de esclavos libres originarios del norte peninsular o centroeuropeos) que desde hacía siglos ya arruinaban el Califato, así como el afán independentista de las zonas con mayor poder económico, que rechazaban la agobiante presión fiscal ejercida por el Califato sobre las distintos territorios para así poder sufragar los cuantiosos gastos militares que precisaba.
Cada taifa se identificó con una familia, clan o dinastía. A su vez competían entre ellas, ocasionándose numerosas guerras con el fin de expansionar su territorio a costa del vecino. La disputa no alcanzaba solo al terreno de las armas, sino también al de las letras y las artes; todos querían tener los mejores escritores y poetas y dedicaban grandes sumas de dineros a su patrocinio. Con el tiempo, estas pugnas debilitaron a las ya frágiles banderías que fueron forzada inclusos a pagar tributo —las denominadas parias— a los reinos cristianos a cambio de que éstos las dejaran existir.,
La fragmentación del Califato demostró la debilidad del nuevo sistema y constató la evidente realidad de que sólo un poder centralizado fuerte podía contrarrestar la ofensiva de los reinos cristianos que, en contraposición, iban forjando ya su unión y lograron la victoria final, como ya es sabido.
Los hechos narrados sucedieron hace unos ochocientos años. Sin embargo, asusta la similitud de los mismos con actuales episodios contemporáneos de todos conocidos. Convendría recordar a tal efecto que los pueblos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla; únicamente nos queda el consuelo de que ahora son sólo diecisiete.
1 comentario:
Muy interesante, Emperador:
Ya ves que la historia es como la morcilla, que decía un poeta: se hace con sangre y se repite.
Te sigo aunque ahora tenga poco tiempo para explayarme en comentarios, que es lo que me gusta.
Un fuerte abrazo, sin taifas ni tarifas, ni muzas ni rabizas.
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