jueves, 17 de marzo de 2016

Decepción


No se sabe ya si es que no tienen decoro político ni por asomo, o simplemente que son tan críos como aquellos que se pelean en el patio del colegio. Incapaces de llegar a un mínimo de acuerdo, su soberbia tiene el tamaño de varias catedrales y andan echando un pulso a ver quién la tiene más grande. ¿Acaso les importan más las poltronas que España?

Parece que sí. Hay gente que sigue pasando necesidades, la situación económica puede empeorar si no se aclara la situación política, pero se ve que sus ansias de poder pueden más que los problemas de la Nación. Ay, que malo es el ego cuando se descontrola.

El único mensaje que parece haber dado las urnas es que se pongan de acuerdo a la hora de gobernar, y por eso ninguno ha alcanzado mayoría suficiente. Pero ellos hacen oídos sordos y siguen a lo suyo. Uno se atribuye la iniciativa cuando su único mérito ha sido someterse a una votación fallida cuyo resultado se esperaba. El otro sigue pidiendo la luna a cambio de su apoyo, que en realidad nunca quiso dar. El de más allá sigue con la murga de que ha sacado más votos que los demás para seguir en la silla. Todos se convocan a reuniones que no se celebran “porque va Menganito y a ése no le ajunto”. De todo ello resulta un espectáculo bochornoso que a veces recuerda a una broma pesada, si no fuera porque la farsa puede alcanzar tintes de tragedia. Tan sólo se salva uno que intenta poner paz y llegar a un acuerdo con todos, por lo que le dan todas las tortas en el mismo carrillo. Los demás continúan con el viejo rollo del “y tú más” y poco más.

Aunque digan que no con la boca pequeña, todos aspiran a llegar al fracaso postrero en busca de unas elecciones que no resolverían casi nada, pues muy probablemente el resultado sería similar al de las anteriores. Y entonces ¿Qué? ¿Volver después del verano a la pantomima para así llegar a unas terceras elecciones en Navidad? Y vuelta la burra al trigo sine die.

Y mientras tanto, los enemigos de España, los separatistas de camisas negras, pocas luces y muchas sombras, se frotan las manos sabiendo que la debilidad de la Nación es su fortaleza.


Qué ejemplo se llevan las generaciones venideras. Qué lamentable ejemplo.

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