jueves, 14 de junio de 2012

Cuestiones de botica




Yo, señores, como alguna de Vuesas Mercedes conocen, soy boticario. Sin embargo, no concedióme Dios el privilegio de gozar la posesión de botica alguna, pues ya es sabido que para aqueste menester es necesario tener numerosos maravedíes de los que este vuestro humilde servidor carece.


Tuve, empero, ocasión en otros tiempos de despachar específicos y preparar los más variados ungüentos, por lo que no me es ajena la proverbial confusión que impregna al ser humano en lo relativo a las pócimas y fármacos, de lo que resulta que se llame a las cosas de manera distinta a la suya, resultando grandes chanzas y risas al escuchar las insólitas peticiones de muchas gentes.


Tal es el gracejo que las acompaña que incluso algunos cronistas insignes han recopilado curiosos legajos en los que se relacionan aquesas extrañas solicitudes. Añádanse a aquestas otras muchas que a este escribano virtual le contaron o tuvo conocimiento por su propia experiencia y ya se tiene un florido repertorio que permite ilustrar este pergamino que los modernos denominan post. Vayan pues unas verbigracias:

— “Déme un locutorio” (en vez de colutorio). Es difícil atender este requerimiento pues todavía no se expenden en las reales boticas los artilugios denominados centralitas telefónicas.

— “Quisiera suero filosófico”. Dicen los entendidos que la filosofía buena es para remediar los males del alma e incluso algunos del cuerpo, mas no se presenta en ampollas ni redomas, a no ser un fluido compuesto por agua y sodio cloruro que por nombre tiene suero fisiológico.

— “¡Qué malos estaban los taruguillos que me dio usted el otro día!”. Esta sentencia se producía durante los años sesenta de nuestra era, pues era común que algunas gentes poco doctas confundieran los cilíndricos emplastos que dicen supositorios con suculentas viandas de administración oral.

— “¿Me da unas aspirinas fluorescentes (en vez de efervescentes)?”. Ya se sabe que dentro de la panza reina el oscuro absoluto, mas la sabia Naturaleza ha procurado que la andorga no precise de iluminación en el interior de la mesma.


— “Quiero un calmante contaminado”. A fuer de ser sinceros, es difícil entender que algún gentilhombre quiera contaminarse con otras cosas que no sean bellas doncellas o una buena pitanza.


— "Necesito supositorios de nitroglicerina” (en vez de glicerina)”. La constipación (que el vulgo llama estreñimiento) no es del agrado del cuerpo y éste reclama con urgencia lo que los doctores denominan purgantes, mas el explosivo mentado tiene el riesgo de acabar no sólo con el estreñimiento sino con las posaderas del estreñido.


— “Una botella de agua exagerada”. Comoquiera que ni en la más peregrina de las mentes que hubiere el tal agua pueda ser aguafuerte, sólo queda al entendimiento que se trate del llamado peróxido de hidrógeno, al que el común de las gentes llama agua oxigenada.


— “Unos profiteroles, por favor”. Es de todos conocido que, aunque las boticas sean de los comercios más variopintos en cuanto a artículos se trate, los profiteroles se encuentran habitualmente en las reposterías y en las posadas que se dedican a la restauración, por lo que el boticario dedujo que se trataba de profilácticos, adminículos éstos que sí proporcionan una velada dulce, aunque todo dependa del grosor de la goma, pues dicen los sabios que un espesor asaz exagerado aminora mucho los goces del fornicio por aquello de que la fricción resulta cuasi insensible.

— “Quiero una cosa que me va muy bien para las piernas: El trono del Cid”. Si el afamado don Rodrigo Díaz de Vivar leyera aquesto, consideraríalo un ultraje solo comparable al que le mesaran las barbas, pues nunca fue rey sino valeroso caballero y nunca se metió en cosa de piernas, salvo en lo necesario a lo propio del goce carnal. El apenado paciente se refería a la pomada Thrombocid, muy utilizada para los padecimientos venosos, hematomas e hinchazones varicosos.

— "Necesito anillos de los Nibelungos". Dicen los físicos que la música tiene curativas propiedades, pero las cantatas de trovadores se expenden en aquellos establecimientos que todos dicen tiendas de discos. Sí existen unos anillos vaginales Nuvaring más acordes a la petición expresada.

— “Quiero una caja de sorpresas y un tubo de Pirindindón”. Los boticarios siempre gozaron de la tenencia de remedios, mas nunca fueron magos por lo que es difícil hallar en las reboticas del Imperio cajas de sorpresas, sino más bien de compresas que se despachan para los casos de higiene del menstruo. El Pirindindón es el Piramidón, antiguo analgésico hoy desaparecido.

— “Quiero sexo oral”. Cuando el mancebo o boticario recibe esta propuesta, es indudable que su mente pueda nublarse pensando en libidinosos asuntos. La realidad que acontece es que el paciente solicita Seroxat, popular remedio antidepresivo para la enfermedad del alma y los humores de la melancolía.


Pueden comprobarse cómo la ignorancia o el apresuramiento en las palabras conducen al solaz y esparcimiento de las gentes, y éste ha sido el ánimo de este vuestro vasallo, pues hacer grandes risas alegra el corazón y ayuda a sobrellevar los duros tiempos que acechan. Retírome pues con la esperanza de haberles hecho pasar un rato agradable; si así no ha sido, creánme Vuesas Mercedes que lo lamento.


http://www.diariodesevilla.es/article/sociedad/262855/me/da/unas/aspirinas/fluorescentes.html


En la Villa de Madrid, el día catorce de junio del año de Nuestro Señor de dos mil y doce.

1 comentario:

Wolfson dijo...

A cuento de la "constipación" me ha venido a las mientes, Maese Apothecario, el chiste ese del español que en Francia, habiendo contraído un ctarrazo de padre y muy señor mío, entro a la botica, y como quiera el mancebo gabacho no supiera ni pajolera idea de español, y el español, atrevidos como somos no titubeara ni un instante, le diojo que estaba "constipado", pero en gabacho de cuisine: "ye suí constipé".
El mancebo, que captó al momento la intención, le dispensó el oportuno remedio para el mal del estreñimiento, que nuestro español se tomó tan rápido como pudo.
Tan buena fue la reacción, que estuvo no menos de dos horas de visita en casa del Sr. Roca.
Al salir, le dice a su colega: "Estos franceses no s'enteran de na'; pues no le pido un jarabe pa'l constipao y me ha tenido dos horas evacuando con diarrea".