Desde los primeros meses del
año 2008 de nuestra era, los postulados de los marianistas, Capítulo Ortodoxo
regentado por el grande arzobispo galaico Raxoi, fueron la doctrina oficial de la Hermandad de Génova.
Como todas las tesis controvertidas, el marianismo nunca fue aceptado por los
miembros heterodoxos de la
Hermandad , pues observaban en el mismo debilidades que podrían
abonar el campo para una victoria de los infieles oscuros en todo el orbe
hispánico durante varias generaciones.
El marianismo tiene como
paradigma fundamental el centrismo, que busca la equidistancia entre los credos
para así ganar teóricos adeptos. Según los heterodoxos, esto puede ser muy
arriesgado pues acercarse a los infieles oscuros (y, más aún, a aquellos
herejes que abominan de la causa hispánica para implantar iglesias
territoriales apartadas de la obediencia de Madrid) no puede sino traer
funestos resultados entre los antiguos creyentes que, defraudados, pudieran
abandonar la fidelidad genovesa para entrar en las filas del abstencionismo o abrazar
la causa de la
Cofradía Magenta de las Diez Rosas.
Dicen los eruditos que el
principal adalid del centrismo fue el taimado abad de los frailes gallarditas
Albertino de Cibelis, cuyo mentor fuera el Venerable Comendador de la Orden de Fraga, al que se
atribuye la paternidad del dogma centrista. Albertino gozaba de pocos fieles
entre los genoveses, pero contaba con fuertes apoyos entre las altas esferas de
El País como, por ejemplo, el Prisorato del difunto caballero de Santillana. Su
principal adversaria era y sigue siendo la Congregación de la Esperanza , encabezada
por la abadesa Aguirre, defensora de las ideas primigenias de la Hermandad y ahora abanderada
de la heterodoxia.
Empeñado de este modo Raxoi en
afianzar el marianismo, convocó el primer concilio de Sofía a comienzos del
estío del 2008. Fue en esta bella ciudad búlgara y mediterránea donde se
enfrentaron las dos corrientes con el espíritu de San Gil planeando en el
ambiente. El resultado fue favorable a los marianistas, aunque diplomáticamente
disfrazado de integración ecuménica de ambas posiciones. Desde entonces, los
críticos han perdido influencia aunque siguen defendiendo los principios de la
unidad sustancial de la
Hermandad. En medio, el antiguo pontífice Aznarico que aparece
entre concilios ora exponiendo críticas a la nueva deriva genovesa, ora
apoyando a Raxoi.
El grande arzobispo salió
vencedor de aquel concilio y, tras grandes empeños, consiguió el Papado años
después tras derrotar al siniestro y manirroto Ludovico Rodrigues, antipapa y
herético personaje de la Hermandad Oscura.
Albertino ascendió en influencia, siendo nombrado primero consejero de Raxoi y
obteniendo luego una silla gestatoria en el Palacio de San Bernardo, canonjía
ésta que ocupa en la actualidad. La influencia de Albertino consiguió también
que uno de sus incondicionales, Fray Es-Cobo, lograra un puesto relevante en la
curia, si bien poco se sabe ahora de este tonsurado. Otros apologetas del
marianismo son los secretarios cardenalicios Sor Aya de Santa María, ahora
Prefecta de la Casa Pontifica ,
el presbítero levantino Mosén Estephanos (caído en desgracia después), o la
superiora del convento de Cospedal de los Dolores, que tiene su sede en la
imperial ciudad toledana.
Pero la madre Aguirre no se
resigna, y aunque ya recibiera advertencias de destierro, prosigue su pugna
contra las tesis oficiales del marianismo. Coraje no le falta y además tiene el
apoyo, aunque con reservas, de Todos Losantos.
Bulgaria marcó un comienzo,
pero no un final. Las espadas sacras siguen en alto mientras ortodoxos y
heterodoxos pugnan en intrigas palaciegas, ahora suavizadas por la permanencia
en el Papado. Si en tiempos venideros la fumata volviera a ser negra, la sombra
del cisma volvería a sobrevolar sobre las atribuladas cabezas de los fieles de la Hermandad de Génova.
Quizás Aguirre sea la vencedora, quizás Albertino, quién sabe. Doctores tiene la Iglesia.
Nihil obstat
Imprimatur.
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