Mucho se habla hoy de derechos pero muy poco de deberes, cuando la lógica y la ética establecen que deben gozar de igual importancia. Algunos se han especializado durante décadas en inculcar a las masas la imperiosa necesidad de ser consciente de sus derechos y de pedirlos en grado sumo, lo que lleva a la exigencia, término éste que tiene muchas veces connotaciones negativas porque puede llevar implícito lo imperioso o desmedido en los asuntos que se solicitan y que se desmarca, por tanto, de lo que serían unas justas reivindicaciones.
Las causas de tanta insistencia están muy claras. Nada mejor que incitar a la plebe y hacerles ver que andan escasos de derechos para que éstos se solivianten, sobre todo si el poder establecido es de signo contrario. También puede darse el caso de que se otorguen o reconozcan más derechos a un grupo o colectivo —este último vocablo es más progresista— que sea del agrado de los otorgantes y como pago por los servicios prestados, creándose así una situación injusta con respecto a los demás.
Sin embargo, poco se trata de los deberes. Quizás porque el sentido del deber implica obligación y para las mentes contestatarias todo lo que suena a imposición no está bien visto, salvo que ellas mismas sean las que lo impongan. Sin embargo, no es así; para que un ser humano tenga derechos y pueda reclamar lo que la autoridad otorga a su favor debe hacerse merecedor de aquello, y con este fin debe asumir una responsabilidad que se plasma en cumplir sus obligaciones para con él mismo y la sociedad.
Las personas que viven y forman parte de un Estado moderno sólo alcanzarán la categoría de auténticos ciudadanos que gozan de derechos cívicos y políticos cuando asuman los deberes que asimismo les corresponden. La Constitución establece tres deberes básicos: defender a España, contribuir al sostenimiento de los gastos públicos mediante los impuestos, y trabajar. Sin embargo, desde el punto de vista ético o moral existen muchos más.
Veamos algunos, a modo de ejemplo. Hay que respetar y cuidar el medio ambiente sin caer en posturas troglodíticas, muchas de ellas con oscuros intereses políticos por detrás. Debemos respetar y ayudar a los demás porque hay que amar al prójimo como a uno mismo. Y, asimismo, es una obligación cívica colaborar con la Administración pública en busca de una sociedad más justa y equitativa, a veces recurriendo incluso a la crítica o la protesta pues los gobernantes suelen hallarse en una posición muchas veces distante del sentir ciudadano, y se precisa llamar la atención para minimizar la lejanía que separa al estado llano del poder.
En esta tarea se hallan muchos.
1 comentario:
No sé si el derecho debería ser un deber o el deber, un derecho. El caso es que ni hay derecho ni hay deber.
Y en su defecto sólo hay un derecho: el derecho a no tener deberes.
Tu nuevo look me gusta.Más sol anciente, más oriente, más... chino.. por deber y derecho.
Un saludo, extra muros de la ciudad prohibida.
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