Andamos todos a vueltas con la crisis criticando la ineptitud del gobierno zapatético y su nula capacidad para manejar la situación tomando medidas que por lo menos la aminoren. Sin embargo, hay hechos que parece pasar inadvertidos a los ojos de casi todos; empeñados como estamos con el gobierno central solemos olvidar el tremendo gasto que originan otras administraciones, en particular las taifeñas y los ayuntamientos.
Los virreinatos de Taifas que pululan por España conllevan un gasto salvaje en cuanto a funcionarios, parlamentos varios, consejeros, subconsejeros e infraconsejeros, directores generales de promoción de bailes regionales, etc., siendo asimismo los sueldos de los funcionarios o altos cargos de este democrático y plural caos territorial generalmente más altos que en
No se trata ya de suprimir las nefastas autonomías —cosa desde luego deseable, pero poco probable por constituir una enorme agencia de colocación de políticos de amplio espectro— sino de que alguien en las altas instancias del Estado llamara al orden a los gobiernos regionales con el fin de que ellos también se aprieten el cinturón. Pero no, muchos siguen gastando como si nada pasara y reclamando más dinero al Estado, que sólo parece ya ejercer como teta nutricia de derrochadores periféricos.
Hay que ser claros de una vez: este modelo no sirve para nada bueno. A los riesgos de desunión de España se unen los problemas en el ámbito económico. A este respecto, de la mayoría de las encuestas se desprende que los españoles piensan que ahora pagan más impuestos que cuando éramos un país centralizado.
De los Ayuntamientos, también habría mucho que hablar y parece igualmente perentoria la necesidad de que se controle eficazmente sus gastos desde instancias externas. Es frecuente que alcaldes y concejales de muchos consistorios se suban arbitrariamente el sueldo así porque sí, y sin dar cuentas a nadie, o se embarquen en obras cada dos por tres que son absolutamente innecesarias. Como puede verse, sitios por donde ahorrar hay a montones.
Otro tanto podría decirse del Senado, esa cámara de supuesta representación territorial (como si los diputados en el Congreso no se eligieran por territorios), que no sirve para casi nada pero que sus buenos dineros se lleva. Muchos beneficios económicos se obtendrían de su supresión y más bien poco se perdería.
Como puede comprobarse, todos estos ejemplos se le pueden ocurrir a cualquiera...a cualquiera que no esté en la política, claro. Que ellos son aparte y el pueblo va por otro lado.
Fuerza y Honor.
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