San
Juan de Luz, Saint-Jean-de-Luz, Donibane Lohitzune. Tres nombres para una sola
ciudad que resumen la simbiosis de tres culturas que conviven en esta
encantadora villa, antiguo y famoso balneario y hoy lugar de veraneo para
franceses y algunos españoles que aprovechan la cercanía para escoger esta
localidad como sitio de descanso.
Para llegar a San Juan de Luz hay que tomar una estrecha y congestionada carretera que acaba con los nervios de cualquier automovilista español que se precie. Y es que, aunque estemos a escasos diez kilómetros de España, esto es Francia donde lo mismo se toma una magnífica autopista (pagando, eso sí) que se adentra uno en un laberinto infumable plagado de rotondas y semáforos donde sufren miles de coches en cuyo interior Monsieur Brunot o Arteguy echa pestes mientras los enfants chillan y lloran porque mamá Madeleine no les da la merienda.
Pero todas las desdichas se disipan al llegar y contemplar
El toque español que da la proximidad se manifiesta en diversos aspectos como la abundancia de apellidos españoles no vascos (López, por ejemplo) y la posibilidad de encontrar viandas que un poco más allá resultarían cuasi exóticas como los churros, la paella (de marisco, generalmente) y la zarzuela de pescado, que no de palacio. Todo un microcosmos gastronómico, cultural y social que le da una personalidad única.
Pero Francia está por encima de todo. Ni los churros ni la ikurriña pueden hacer olvidar que nos hallamos en el país de
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