El día de San Jorge de 1521 las tropas comuneras fueron derrotadas por el ejército imperial en Villalar, pueblo cercano a Tordesillas. Esta batalla supuso el fin de la revuelta comunera en Castilla, aunque las ciudades de Madrid, Toledo y Alcalá de Henares resistieron un tiempo. Los jefes Padilla, Bravo y Maldonado fueron ejecutados en Villalar, y después corrieron su suerte muchos de los dirigentes de la Junta Santa, que era como se denominaba a la Junta de Comunidades.
Mucho se ha hablado de los comuneros castellanos y su revolución, probablemente la primera de la historia moderna, ha dado pie a diversas interpretaciones. Para algunos historiadores no fueron más que unos reaccionarios que intentaban prolongar el poder de la antigua nobleza frente al nuevo rey y emperador Carlos I. Sin embargo, la mayoría coincide en que la rebelión fue un acto de fuerza contra la actitud autoritaria del Emperador, que llegó a España esquilmando a sus pobladores a impuestos y colocando en el poder a sus consejeros flamencos que no sabían ni una palabra de español y gobernaban despóticamente. Tengamos en cuenta que Castilla era entonces la región más poderosa y rica, siendo por ello expoliada económicamente para sufragar los gastos imperiales que eran cuantiosos, ya que incluían partidas incluso para pagos en Alemania. Desgraciadamente la gesta de los comuneros es aprovechado por una minoría radical que aprovecha este día para llenar la campa de Villalar de extrañas banderas castellanas con una estrella roja que no sería muy del gusto de Padilla, Bravo y Maldonado.
La derrota castellana supuso el comienzo del declive de Castilla, cuyos habitantes fueron definitivamente el blanco principal del Emperador para conseguir dinero, lo que originó su ruina económica y el fin de su importancia y pujanza en el conjunto de España. Padilla, Bravo y Maldonado dieron su vida por defender las libertades de una Castilla fuerte que seguramente hubiera hecho una Nación Española más fuerte.
Hoy día, Castilla languidece y es la región más despoblada de España, si se exceptúa el caso especial de Madrid. Para colmo, ha sido troceada en cuatro o cinco comunidades autónomas en un ejercicio de despropósito que no pareciera tener otro fin que seguir prolongando esa debilidad.
Un servidor, como ya ha expresado múltiples veces, no es partidario de las autonomías, pero es madrileño y, por tanto, castellano. Por eso, ya que estamos metidos en el juego, no estaría de más que se acometiera un proceso para reunificar Castilla, lo cual sería provechoso para el Estado (menos autonomías, menos cargos y menos gastos) y rehabilitaría histórica y económicamente a esta región, parte fundamental e imprescindible de la esencia de España.
Fuerza y Honor.